Más de 100 microespacios en busca de protección

Unos metros antes de llegar a la cueva del Lagrimal, en un punto de la Sierra de Salinas situado justo entre los términos de Yecla y Villena, un cartel divulgativo avisa al paseante del alto valor botánico de los 8.500 metros cuadrados que le rodean, y ofrece algunos detalles: allí crecen, entre otras, braceras ('Centaurea antennata') y rompepiedras ('Sarcocapnos saetabensis'), unas especies endémicas difíciles de encontrar en otros puntos del Levante. Esta es una de las 33 microrreservas vegetales que en 1999 estableció la Consellería de Medio Ambiente para la provincia de Alicante. Su inclusión en esta exclusiva lista busca proteger la singular riqueza vegetal, facilitar la investigación y divulgar los valores e importancia de este enclave que se adentra en parte en la Región de Murcia. Cerca de allí, al suroeste, se encuentran los llamados roquedos de la Sierra de Salinas, otro lugar, en este caso de 23.000 metros cuadrados, con plantas de gran interés, como el árbol serbal blanco ('Sorbus aria'), la sabina negral ('Juniperus phoenica') o los zapatitos del Niño Jesús ('Sarcocapnos enneaphylla'). Aquí, sin embargo, no hay cartelería ni existe una protección específica, más allá de su inclusión en el denominado inventario de Lugares de Interés Botánico de la Región de Murcia, que le dota de cierto grado de seguimiento y salvaguarda por parte de la Administración regional, pero sin la entidad de una microrreserva.

El concepto de «microrreserva botánica» se recoge en un apartado propio del extenso informe 'Patrimonio Natural y Biodiversidad, Situación Actual y Perspectivas' (publicado este año por el Consejo Económico y Social –CES– de la Región de Murcia), en el que se la define como «una figura de protección existente en diversas legislaciones autonómicas, de momento ausente en la legislación murciana». El texto destaca que su aplicación aquí «probablemente fuese una medida suficiente para garantizar la pervivencia de ciertas especies». Por otro lado, continúa, «este tipo de denominación puede servir de apoyo a otras medidas de gestión para la flora, como las contenidas en la planificación de los parques regionales y las áreas Natura 2000». Con este objetivo, añade el amplio informe elaborado por los biólogos Herminio Picazo y Juan José Ortiz, y la educadora ambiental Eloísa Romero, «desde 2005 se han sucedido diversos estudios y propuestas desde la Administración del medio natural de la Región de Murcia, aún no fructificadas».

La catedrática de Botánica de la Universidad de Murcia (UMU) Rosa María Ros Espín resume que las microrreservas constituyen una fórmula «de elevado valor ecológico (botánico), por incluir especies endémicas, amenazadas o raras, comunidades autóctonas y singulares», por ejemplo. El también biólogo Félix Carrillo, coordinador del Programa de Conservación de la Flora Silvestre Amenazada de la Región de Murcia, añade su importancia para la investigación, la educación y la concienciación, «puesto que en un territorio pequeño se puede explicitar la elevada importancia de la flora allí presente», y «también son útiles para la reintroducción de plantas vulnerables, amenazadas o en peligro de extinción».

Aunque en la Región de Murcia no existe esta fórmula de protección vegetal, lo que sí tenemos es un «inventario de Lugares de Interés Botánico», alega el director general de Medio Natural, Fulgencio Perona, que los define como unos espacios «similares al concepto de microrreserva de algunas comunidades autónomas». Sin embargo, el profesor de la UMU Pedro Sánchez Gómez, muy implicado en la configuración de estos espacios, aclara que cuando se publicó «la primera aproximación de microrreservas botánicas en 2005, el título se censuró», y al final quedó con el señalado «Lugares de interés botánico». A juicio de Sánchez Gómez, «si los gestores fuesen conscientes de su importancia, comprenderían que la declaración de microrreservas botánicas podría servir para muchas especies protegidas como plan de gestión colectivo en sus áreas críticas».

Aquella aproximación de 2005, fruto de un convenio entre la UMU y la Consejería de Medio Ambiente, propuso 89 espacios como microrreservas botánicas, recogidas con el mencionado título de 'Lugares de interés botánico de la Región de Murcia'. Posteriormente, el número se elevó a 102, dentro de un proyecto para el ministerio competente en el que se priorizaban los espacios de propiedad pública.

A pesar de que la creación de una red de microrreservas «podría ser beneficiosa» tanto a nivel regional como nacional, precisa el trabajo del CES, «sigue sin llevarse a la realidad en la Región de Murcia». Los autores del estudio citan como principales obstáculos para su aprobación el «carácter poco flexible de la figura de protección, equiparable a los espacios naturales protegidos, junto con los conflictos generados con la propiedad privada».

En este punto, Perona insiste en que «en nuestra Comunidad Autónoma estos Lugares de Interés Botánico ya están protegidos de facto indirectamente». Lo justifica aludiendo a la inclusión de sus plantas más destacadas en el Catálogo Regional de Flora Silvestre Protegida y a la ubicación de algunos en espacios que ya cuentan con alguna figura de protección. En todo caso, el director de Medio Natural reconoce que el citado «primer inventario de Lugares de Interés Botánico» tenía entre sus objetivos «incorporarlos a una futura red de microrreservas». En la práctica, afirma, el objetivo de conservación de estas especies y de sus hábitats es actualmente la prioridad, «y podemos decir que está siendo cumplido satisfactoriamente».

Sobre la selección de enclaves puntuales para su protección, la botánica Ros Espín ve «fundamental», además de su identificación en el campo con carteles divulgativos de sus peculiaridades botánicas (como ocurre en Alicante), que no solo se tengan en cuenta las plantas vasculares. Hasta ahora, denuncia la catedrática, «de forma recurrente, la Administración de la Región de Murcia ignora en su normativa y legislación ambiental las plantas no vasculares como los briófitos», algas y hongos, «algo que debería evitarse si queremos proteger nuestra biodiversidad». El tiempo dirá si acabamos encontrando en nuestros paseos por el campo unos carteles que, además de divulgar el interés vegetal de la zona, garanticen una protección, como apunta Picazo, «intensa en la gestión botánica de pequeñas áreas» concretas de alto interés vegetal.