La arena vuelve a buscar el cielo en La Llana
Las entidades y los expertos implicados califican de «espectaculares» los resultados obtenidos por las actuaciones que, desde hace dos años, protegen el paisaje dunar de este espacio del Parque de las Salinas y Arenales de San Pedro del Pinatar
GINÉS S.FORTE
Jueves, 17 de junio 2021, 02:22
El paisaje de dunas y vegetación que todavía perdura en la línea costera del Parque de Las Salinas y Arenales de San Pedro del Pinatar se debe a una doble paradoja. La primera le viene por su condición de único vestigio de lo que fue el paisaje natural de La Manga antes de que el ladrillo se erigiese en el amo del territorio. Lo esperable, visto el devenir del entorno, es que este espacio de seis kilómetros de largo también hubiese sido engullido por la construcción, como se encarga de recordar la ubicación elegida para el Puerto de San Pedro del Pinatar: enclavado en medio de esta línea costera natural, entre las playas de La Torre Derribada y La Llana, como advertencia de que, si se lo propone, el asfalto siempre gana.
La segunda paradoja aclara por qué no ha culminado aquí del todo el exceso urbanístico: la conservación del lugar es consecuencia involuntaria de la acción del ser humano. La extracción de sal que da nombre al lugar está detrás de su existencia. «La actividad salinera es la única garante del parque, hoy en día no se entiende una sin la otra», explica Julio Fernández Ramos, el director de Salinera Española, la compañía que explota el apreciado cloruro sódico de la zona. El profesor de Geografía de la Universidad de Murcia (UMU) Gustavo Ballesteros, coordinador del proyecto europeo Life Salinas (LIFE17 NAT/ES/000184) de conservación de este tesoro natural de origen artificial, confirma que la actividad salinera lleva «cientos de años» contribuyendo a la biodiversidad de un área que se extiende, más allá de la línea de costa, a lo ancho de 850 hectáreas. En ellas se acumula «un alto valor ambiental», como apunta el director general de Medio Natural, Fulgencio Perona; en particular por su «gran diversidad ambiental». Y subraya la que esconden sus arenales y dunas.
CIFRAS
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100 metros ha retrocedido del mar la playa de La Llana en las últimas siete décadas.
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600 metros de vallados se han instalado para proteger las dunas de la playa de La Llana.
Este singular enclave, «uno de los pocos ecosistemas dunares sin urbanizar de la Región de Murcia», como lo define Ballesteros, se encuentra sin embargo en peligro. Por eso, desde 2019 se trabaja contra amenazas como la invasión de especies exóticas, que ponen en peligro las autóctonas, y las consecuencias del azote periódico de los temporales, cuyos daños se acentúan en buena parte por el equilibrio que la presencia próxima de hormigón ha roto en este espacio. «La playa de La Llana sufre problemas muy serios de erosión por la construcción del Puerto de San Pedro del Pinatar», afirma Ballesteros. El doctor en Geografía de la UMU concreta que esta infraestructura actúa «como una barrera del transporte de arena que arrastran las corrientes marinas de norte a sur», de modo que la playa de la Llana, al sur del puerto, «no recibe arena», al tiempo que las corrientes marinas se llevan la suya, «de tal manera que la playa retrocede». Desde la construcción del puerto en 1957, La Llana se ha retraído más de cien metros, calcula. Ahora, su anchura media ronda apenas una veintena de metros.
Este es el único vestigio de lo que fue el paisaje de La Manga antes de los excesos urbanísticos
Sus problemas van más allá de la línea dunar y se extienden hasta la explotación de sal a la que está ligada. «Las salinas es un todo uno, y su parte más débil desde hace años es la playa de La Llana, que está desapareciendo debido a los temporales e introduciendo agua por los 'blockouts' (roturas en el cordón dunar) a los circuitos salineros», explica Fernández. El fenómeno, precisa, está «variando los gradientes de salinidad y, por consiguiente, poniendo en riesgo la producción de sal (cosecha anual), la biodiversidad, el entorno, y, en definitiva», advierte, puede acabar con la «la desaparición de la actividad salinera y del Parque Regional». Desde la Comunidad Autónoma Perona coincide en el daño causado por la construcción del Puerto de San Pedro, tanto para la playa de La Llana, directamente, como para el turismo y singularmente por el peligro que supone para las charcas salineras, donde podría llegar arena a través de «pasillos de erosión», y provocar, como apunta Ballesteros, «pérdidas muy serias en la producción de sal».
El biólogo Jorge Sánchez, responsable de las actuaciones de la Asociación de Naturalistas del Sureste (ANSE) dentro del proyecto de recuperación de este espacio, añade, junto al «valor ambiental y paisajístico» de las zonas dunares, los «servicios ecosistémicos imprescindibles para el bienestar y la seguridad humana» que prestan. Se refiere a la protección que brindan a las poblaciones e infraestructuras humanas durante temporales como los que se sucedieron en 2020.
Cuidados intensivos
Ahora, para tratar de revertir la situación, la playa se encuentra en cuidados intensivos en una actuación coordinada que implica a las tres administraciones (local, regional y nacional), a la compañía Salinera Española, a ANSE, a la Universidad de Murcia y a voluntarios como los de la Asociación Pinatar Natura. De ahí que, al menos temporalmente (desde el verano de 2019 y hasta 2023 como poco), buena parte de la zona permanezca vedada a los visitantes, de modo que ya no puedan atravesar las dunas para llegar a la línea del mar, lo que estaba colaborando en la desaparición de buena parte de la vegetación mientras se agravaban los problemas de erosión. Era lo que Sánchez define como «un ejemplo de libro que se retroalimenta negativamente (círculo vicioso): se erosiona el sistema duna-playa, los visitantes usan la duna ya que apenas hay playa y el sistema duna-playa se degrada aún más».
El puerto impide el movimiento de arena norte-sur que podría recuperar al completo el lugar
Por eso se ha vallado el acceso al interior a lo largo de los primeros 600 metros de playa. Al mismo tiempo, el mantenimiento junto al mar de la barrera de arribazones (acumulaciones de hojas muertas de posidonia que erróneamente se han retirado en algunas ocasiones) «protegen a las dunas de los temporales, lo que está permitiendo el rápido desarrollo de la vegetación, la retención de arena y la recuperación de los hábitats dunares», explica el coordinador de Life Salinas. «Los resultados están siendo espectaculares», afirma, coincidiendo textualmente con el balance que hacen Jorge Sánchez y Fulgencio Perona en «el ecuador del proyecto» (dos años lleva en marcha y otros dos le quedan). Pero Ballesteros baja en seguida los pies a tierra: «Es prácticamente imposible recuperar el aspecto de hace 65 años», cuando la playa de la Llana era más de cien metros más ancha y no se ejercía sobre la zona una presión de turistas que ahora «es infinitamente mayor del que había por aquel entonces». Ahora el puerto, recuerda Sánchez, impide el «transporte de arena norte-sur» que podría recuperar definitivamente el lugar.
Hasta ahora, afirma Perona, el vallado perimetral para impedir el acceso, la colocación de captores naturales de arena, el reforzamiento de la vegetación para fijarla y el papel de la barrera natural de la posidonia han logrado «en algunos casos concretos un crecimiento dunar de hasta un metro».
En todo caso, cuando acaben las iniciativas del proyecto Life Salinas, «las actuaciones realizadas deberán permanecer durante muchos años si queremos que poco a poco se vaya recuperando la playa», explica Ballesteros. La consecuencia es que el vallado actual, «guste o no guste, debe permanecer para evitar que la gente vuelva a pisar las dunas a la entrada de la playa», y «los depósitos de arribazones se deberán reponer periódicamente cuando los temporales los hayan reducido», y evitar así que las olas del mar embravecido vuelvan a hacer retroceder las dunas.
El director general de Medio Natural cree que aún es pronto para saber qué actuaciones seguirán a las que se están llevando ahora a cabo, y que aún tienen por delante dos años de desarrollo. «Habrá que decidirlo una vez finalice el proyecto [actual] y se vean sus resultados». Eso sí, adelanta, se «deberá estar en consonancia con el proyecto de la Demarcación de Costas del Estado para minimizar los daños que provoca el Puerto». Además será necesaria «mucha educación ambiental».
Ballesteros avanza que ya se está tramitando un proyecto de Demarcación de Costas «muy interesante» para la colocación de barreras dentro del mar, paralelas a la playa, para disipar la presión de las olas, de modo que no impacten con tanta fuerza durante los temporales, y así no se lleven la arena. Si funciona, apunta, «puede ser que no sean necesarias algunas medidas actuales», como la barrera de posidonia en la playa y el vallado.
Además de mantener y alimentar esos arribazones, Sánchez apunta, entre otras posibles soluciones futuras, que «ahora mismo se están estudiando y debatiendo», seguir limitando el acceso a la zona de dunas y «además habrá que resolver el transporte de arena del norte del puerto deportivo al sur». Esta última es una actuación, concluye, «que debería asumir la entidad que está generando el daño», recordando de nuevo que el origen del problema está en el ser humano, como lo está curiosamente buena parte de la riqueza medioambiental que se esconde tras estas dunas, gracias a las extracciones de sal.
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