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La verdadera historia del fin de los zulos de ETA que no cuenta la nueva película de Netflix sobre la banda

La 'operación Santuario', llevada a cabo en 2004 y en la que se basa 'Un fantasma en la batalla', fue fruto de miles de horas de trabajo de agentes de la Guardia Civil y los Renseignements Generaux en Francia

Domingo, 9 de noviembre 2025, 00:11

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Uno de los momentos definitivos del final de ETA fue la 'operación Santuario', llevada a cabo en 2004 y en la que la Guardia Civil y los servicios secretos franceses, los Reinsegnements Generaux, consiguieron desmantelar en un mismo día los principales zulos que le quedaban a la banda y arrestar a sus dirigentes más carismáticos. La película de Agustín Díaz Yanes 'Un fantasma en la batalla' narra parte de esa actuación policial clave en la historia de España y, como en toda obra de ficción, la adapta a las necesidades dramáticas de la película. En el caso del filme, la operación es fruto del trabajo de una infiltrada que actuaba como chófer de la cúpula etarra. Una figura que no existió.

La realidad en la que se inspira la película es totalmente distinta. La operación que dio la puntilla a ETA fue parte de una investigación realizada con precisión quirúrgica durante más de cuatro años, llevada a cabo de manera conjunta por guardias civiles y agentes franceses, en muchas ocasiones, en situaciones límite. Fueron miles de horas de vigilancias y de escuchas de todo tipo, realizadas con los medios más sofisticados, pero también de una estrategia muy estudiada sobre cómo acabar con la banda terrorista. El filme se centra en una persona, pero en realidad hubo decenas de héroes ocultos durante días en bosques desde los que se vigilaba la casa de un sospechoso o miles de kilómetros de seguimientos en coche a lo largo de todo el territorio francés.

Para empezar, una palabra que marca la diferencia entre la realidad y la película es el 'Palacio'. Este era el nombre en clave de un chalé de la localidad vascofrancesa de Bayona alquilado por una pareja de jóvenes franceses que necesitaba un lugar tranquilo para elaborar guías de viajes digitales. En realidad eran dos guardias civiles.

El inmueble, un edificio de tres plantas, con vetustos suelos de madera, un amplio jardín y garaje subterráneo, se fue convirtiendo poco a poco en el centro neurálgico de las operaciones de la Guardia Civil en suelo galo. En el 'Palacio' se instalaron todos los sistemas informáticos que controlaban cámaras de vídeo dirigidas por control remoto con las que se observaban las viviendas de los terroristas. De la misma manera, allí se centralizaban los seguimientos por satélite de las balizas colocadas en los vehículos de algunos etarras. Y también se escuchaban sus conversaciones mediante micrófonos camuflados escondidos en sus viviendas.

Para ello, en el 'Palacio' siempre había, por los menos, un guardia civil que hablaba euskera y otro que dominaba el francés. Los vecinos solo veían a la pareja que había alquilado la vivienda, pero, a través del garaje, cada poco tiempo llegaban y marchaban decenas de especialistas de la Guardia Civil que, ocultos en el chalé, seguían los pasos de la banda. Nadie los descubrió jamás. Los agentes del instituto armado que trabajaban en Francia iban desarmados, por un acuerdo con el Gobierno de París. Sin embargo, hasta el 'Palacio' llevaron un subfusil 'HK' en previsión de que ETA descubriera qué se ocultaba en realidad en aquel apartado edificio de Bayona. No era una precaución adoptada en vano. En 2002, al jefe militar de ETA, Juan Fernández Iradi, 'Susper', se le ocupó un documento con la propuesta de buscar las viviendas en las que se ocultaban los guardias civiles en Francia para intentar matarlos

‘Iñaki de Rentería’

‘Anboto’

‘Mikel Antza

Iñaki Esparza Luri, ‘Ana’

Juan Cruz Maiza Artola, ‘Dagoki’

‘Iñaki de Rentería’

‘Anboto’

‘Mikel Antza

Iñaki Esparza Luri, ‘Ana’

Juan Cruz Maiza Artola, ‘Dagoki’

‘Iñaki de Rentería’

‘Anboto’

‘Mikel Antza

Iñaki Esparza Luri, ‘Ana’

Juan Cruz Maiza Artola, ‘Dagoki’

‘Iñaki de Rentería’

‘Anboto’

‘Mikel Antza

Iñaki Esparza Luri, ‘Ana’

Juan Cruz Maiza Artola, ‘Dagoki’

Desde el chalé de Bayona se tendieron las redes en las que fueron cayendo los miembros de ETA. La estrategia que iba a guiar a la Guardia Civil era clara. Según su análisis, el 'aparato logístico' «era el tesoro mejor guardado por ETA, sobre todo sus depósitos y el dinero; sin una buena reserva de material y dinero no se puede seguir adelante», según escribió en el libro 'Historia de un desafío', la memoria de la Guardia Civil sobre su victoria ante ETA, uno de los agentes que participó en la operación. «Cuando empezamos, allá por el año 2000, en el plano de Francia que teníamos, se marcaban con chinchetas de colores casas, puntos de citas, paradas de los terroristas para cambios de matrícula… Los movimientos (de los jefes de ETA que se vigilaban) dieron color al plano, que comenzó a llenarse de posibles casas … Mirábamos el plano y era increíble hasta dónde estábamos llegando».

Salies

de Béarn

Ayherre

Briscous

Saint Pierre

d’Irube

Urrugne

Hendaya

Salies

de Béarn

Ayherre

Briscous

Saint Pierre

d’Irube

Urrugne

Hendaya

Salies

de Béarn

Briscous

Saint

Pierre

d’Irube

Ayherre

Hendaya

Urrugne

Saint

Pierre

d’Irube

Salies

de Béarn

Briscous

Ayherre

Hendaya

Urrugne

Esas investigaciones se habían iniciado el año 2000 con los seguimientos al jefe de ETA en ese momento, Ignacio Gracia Arregi, 'Iñaki de Rentería'. El dirigente terrorista, que nunca sospechó lo cerca que tenía a las fuerzas de seguridad, se movía libremente por Francia, visitando a otros miembros de la banda. Él condujo a la Guardia Civil hasta el resto de miembros de la cúpula etarra. Sus movimientos revelaron el papel de Mikel Albisu, 'Antza', y Soledad Iparagirre, 'Anboto', quienes heredaron el poder cuando 'Rentería' cayó en septiembre de 2000. Pero dos figuras claves fueron Iñaki Esparza Luri, 'Ana', y Juan Cruz Maiza Artola, 'Dagoki'. Ambos eran los máximos responsables de aparato logístico de la banda. En especial, 'Dagoki', quien ejercía de guardián de los zulos.

El 3 de octubre de 2002, los agentes de la Guardia Civil y de los Renseignements Generaux organizaron una operación simultánea en todas las localidad en las que habían localizado depósitos ocultos de ETA. En total fueron siete -'Roca', 'Arsenal', 'Santiago', 'Lima', 'Oxbow', 'Actor', 'Kursaal'- que se resumieron en 'Santuario'. Las principales chinchetas que los investigadores habían puesto en el mapa iban a caer del papel.

La obsesión de un comandante por la 'Maison Soubre'

Operación 'Lima' Salies de Béarn

La obsesión de un comandante por la 'Maison Soubre'

En las miles de horas de vigilancias, escuchas y seguimientos había un agujero negro. Era un extraño movimiento del jefe de ETA al que en cuatro años no se le había encontrado ninguna explicación. Uno de esos datos minúsculos que o se olvidan o se convierten en una obsesión. Había sucedido el 7 de agosto de 2000. Ese día, el jefe de ETA había viajado con su propio vehículo hasta el Chemin Lamorelle, una zona rural de Sallies de Bearn, un pequeño pueblo entre Pau y Biarritz. Ese día, 'Iñaki de Rentería' aparcó cerca de un chalé llamado 'Maison Soubre'. Entró en la casa a las 10.23 horas y no la abandonaría hasta las 19.06 del día siguiente. Cuando dejó la vivienda, tras sus pasos ya viajaban los agentes que le vigilaban.

Durante cuatro años, la 'Maison Soubre' fue sometida a vigilancias esporádicas, mientras se seguía espiando el resto de los zulos y los movimientos de los etarras. En ningún momento se detectaron movimientos sospechosos o se vio a personas de referencia en las inmediaciones. Allí no pasaba nada. Pero un comandante francés no conseguía olvidar aquel chalé.

En octubre, cuando se reclamaron en un tribunal de París todas las órdenes judiciales para entrar en las viviendas, el oficial pidió que se incluyese la 'Maison Soubre'. El día 3, cuando se produjo la entrada policial en todos los refugios etarras, la sorpresa fue mayúscula. En aquel chalé se escondían los jefes de ETA, 'Antza' y 'Anboto'

Toda la historia de ETA

Operación 'Roca' Saint Pierre d'Irube

Toda la historia de ETA

La Guardia Civil controlaba una vivienda de la calle Domaine Harretche, en Sain Pierre d'Irube. No sabían que ETA llamaba a ese escondite, 'Txori'. Todo lo demas lo controlaban. Hasta tal punto, que los micrófonos instalados en la casa recogían cada vez que alguien utilizaba el sistema hidráulico de la trampilla que conducía al zulo. Cada entrada o recogida de material era revelada por un zumbido inconfundible.

En ese zulo se localizaron armas y explosivos, pero también, grabaciones en audio de diversos momentos de la historia de ETA. Además de reflexiones orales de históricos de la banda como Txomin Iturbe, Peixoto y Julen Madariaga, se localizaron interrogatorios que la banda había realizado a empresarios secuestrados. En especial, Lipperheide y Diego Prado y Colón de Carvajal.

En 2010, cuando estaba siendo juzgado en París, el jefe etarra 'Antza' pidió al juez que le devolviese las cintas «porque eran la historia de ETA». Lo que no dijo es que el epílogo de ese relato lo habían escrito los guardias civiles que le habían arrestado.

El «payaso» del jefe

Operación 'Kursaal' Urrugne

El «payaso» del jefe

El nombre en clave para ETA del zulo escondido en Urrugne era Satorra. Aquí vivían Lourdes Urdampilleta y Pedro Alcantarilla, quien sería detenido en la A-1, cerca de Burgos. En el interior de la casa se habían colocado micrófonos. Maiza era quien la controlaba. Sus dos ocupantes le llamaban «payaso» cada vez que se marchaba, aunque hubo un momento en el que Alcantarilla le pidió al jefe de los zulos de ETA que, cuando la banda conquistase el poder, le nombrase ministro del Interior en el País Vasco.

Según el libro 'Historia de un desafío', la casa había sido comprada con dinero de la organización terrorista, ya que la banda prestó dinero a sus inquilinos para que la pagasen y luego tuvieron que ir devolviéndolo a ETA.

25 metros cuadrados

Operación 'Actor' Briscous

25 metros cuadrados

Cuando los agentes llegaron a la localidad vascofrancesa de Briscous sabían que debían entrar en la 'Maison Sagardiencia'. En una bajera de la casa, los etarras guardaban un arcón frigorífico. Ese era el objetivo. Debajo del electrodoméstico habían construido una trampilla con un sistema especial para activarla. Bajo aquella entrada secreta se ocultaba un zulo de 25 metros cuadrados en el que se guardaban granadas, material explosivo y pistolas.

En ese depósito oculto se encontró un misil antiaéreo SA-18 'Igla' de fabricación rusa. Otro artefacto idéntico había aparecido en Urrugne. Las investigaciones revelaron que estas dos armas habían sido compradas por ETA al IRA cuando los terroristas irlandeses se disolvieron tras los acuerdos de paz de 1998 firmados con el Gobierno británico. Los etarras habían intentado utilizarlos en tres ocasiones para derribar el 'Falcon' en el que el entonces presidente José María Aznar se dirigía al País Vasco para participar en la campaña electoral de 2001. Los miembros de ETA llegaron a apostarse en los aeropuertos de Loiu, Hondarribia y Foronda para alcanzar el avión, pero el 'Igla' jamás se activó. Según desveló Florencio Domínguez en su libro 'La agonía de ETA', los dispositivos habían sido saboteados en su origen antes de vendérselos al IRA. Más tarde, los norirlandeses, que querían hacer caja de manera urgente antes de abandonar la violencia, no dudaron en vendérselos a los miembros de ETA. Fue una estafa entre terroristas.

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