Desde el supermercado a la luz: se multiplican las iniciativas de consumo colaborativo en la Región de Murcia
Surgen nuevas formas de consumir, producir, trabajar, moverse o acceder a la vivienda. Tras la apuesta por lo común hay a veces motivos ideológicos o ambientales; en otras, una búsqueda de ahorro
Compartir, aprovechar, prestar, intercambiar... La economía colaborativa ha ido ganando espacio en los últimos años, abriendo un abanico de posibilidades y proponiendo nuevas formas de abordar cuestiones como la vivienda, la alimentación, el trabajo, el abastecimiento energético o la movilidad. Se trata de iniciativas colectivas que rompen con la tradicional jerarquía vertical y apuestan por modelos horizontales de cooperación que combinan mejoras en la utilización de los recursos y ahorro económico.
La explosión de muchos de estos movimientos tiene su origen en la facilidad para poner en contacto a desconocidos con intereses comunes que trajo la primera década de este siglo con la irrupción de los 'smartphones' y las aplicaciones sociales. Algunos de ellos son el resultado de un cambio de conciencia y la apuesta por una existencia más sostenible. En otras ocasiones la dimensión económica también es determinante.
El encarecimiento generalizado de la cesta de la compra, los combustibles, los vehículos privados, la factura de la luz o la cada vez más alta barrera para acceder a un hogar, agudizan el ingenio en una Región de Murcia que se sitúa como la segunda comunidad con menores ingresos medios del país, solo tras Extremadura, con 10.632 euros anuales, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística.
En el emprendimiento, ahorrarse el coste de tener una oficina propia, sumado a los beneficios y sinergias que puede aportar trabajar con otros, sobre todo en la fase de arranque de un proyecto empresarial, es lo que lleva a muchas personas a apostar por los espacios compartidos de 'coworking', que se multiplican en la Región con instalaciones tanto públicas como privadas.
Entre las pioneras se encuentra el Centro Europeo de Empresas en Innovación de Murcia (Ceeim) que, desde su puesta en marcha en el año 2008 en el campus de Espinardo, ha propiciado la acogida de emprendedores. Después llegaron otras iniciativas, como la de la propia patronal Croem y la del Centro Europeo de Empresas e Innovación de Cartagena (Ceeic), o la más reciente, que pondrá en marcha esta semana la Cámara de Comercio de Murcia.
Lo mismo ocurre con la vivienda, donde la aplicación de esta misma filosofía ha dado lugar al 'coliving', una opción residencial compartida donde todos los habitantes coinciden en intereses. También crece el 'cohousing', que apuesta por una vida donde lo social se sitúa en el centro, con viviendas concebidas desde el inicio para potenciar la vida en las zonas comunes, y que ya cuenta con siete proyectos en la Región de Murcia.
En el transporte, el crecimiento de opciones como Blablacar en la Región, habla por sí solo. La popular red social para compartir coche situó a la Comunidad como el territorio donde más creció en 2023, con un 15% frente al 7% estatal. Y en alimentación también se abren paso nuevas fórmulas de colaboración: desde las agrupaciones de consumo para comprar directamente a los productores a la lucha de los supermercados colaborativos sin ánimo de lucro. Todo, mientras la energía solar abre nuevos caminos a los ciudadanos para impulsar sus propios proyectos locales interviniendo en el mercado de la energía de una forma impensable hace solo unos años.
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El supermercado de Yecla que no busca beneficios, sino «una transformación»
En julio de 2014 abrió en Yecla Biotrémol, un supermercado cooperativo que, aunque pudiera parecerlo, tiene poco que ver con los que se encuentran en manos de las grandes cadenas que dominan el sector. Para empezar, no busca el beneficio económico sino provocar un cambio en los modos de producción y la economía local; abrir un canal entre productores ecológicos y consumidores que elimine intermediarios y mueva la economía de proximidad. Por eso no hay márgenes. Se gana lo justo para pagar la luz, el alquiler y las nóminas. Si sobra algo, se reinvierte.
Se trata de uno de los diez supermercados de este tipo que existen en España, y el cuarto de Biotrémol, una iniciativa nacida en Alicante que surge «de un grupo de gente que quería abastecerse de productos ecológicos y se dio cuenta de que con eso no bastaba para alimentarse», explica la activista de la iniciativa Rosa Balonga. «Teníamos un grupo asociativo de consumo y creímos que había que vender al público».
Juan Francisco Soriano formaba parte de otra asociación de este tipo en Yecla cuando oyó hablar del proyecto en el que ha acabado embarcándose. La idea es que el consumidor pueda comprar allí todos los artículos que ofrecen los supermercados convencionales con la garantía de una producción ecológica, ética y sostenible. «Para algunos productos no hay alternativas, pero nuestro compromiso es ir incorporándolos a medida que van apareciendo». Para ello, realizan una «investigación constante» de opciones y productores.
Los usuarios pueden ser de tres tipos. Por un lado está el socio de consumo, que aporta 100 euros y una cuota de 6 euros al mes para poder comprar a precio de cooperativista, más económico. Por otro, están los activistas, que apoyan el proyecto aportando unas horas de trabajo al mes y que participan activamente en la gestión y toma de decisiones. El resto de ciudadanos también pueden comprar allí, pero más caro. El súper cuenta ya con dos empleados, Juan Francisco y Amparo López, y 54 socios, aunque no olvida su objetivo. «No hemos venido a ganar dinero, sino a facilitar un cambio y aumentar la masa que consume ecológico para transformar la producción», asegura Balonga.
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Compañeros de piso sin conflictos por el baño o la limpieza semanal: «Aquí tengo una suite murciana»
No es una residencia de estudiantes al uso, ni un colegio mayor ni un apartahotel. Esta fórmula de alojamiento se llama 'coliving' y es una tendencia extendida en las grandes ciudades, que ha llegado a Murcia para quedarse. «Teníamos un solar y decidimos construir un edificio de viviendas para alquilar por habitaciones, enfocándolo a universitarios», explica Victoria Fernández-Delgado, de SVK Home, la marca empresarial que gestiona dos residencias en Murcia donde los inquilinos no solo comparten techo, sino estilo de vida. En la que tienen en la avenida Reino de Murcia, hay actualmente 47 jóvenes, de los que la gran mayoría son extranjeros.
Nacho García es uno de estos inquilinos que ha encontrado en el 'coliving' «la opción que más mola» para pasar su etapa universitaria. Tiene 20 años, es de Almería y está en segundo de Psicología. «Si te vas a un piso común, no es tan fácil relacionarse porque el resto de vecinos del edificio no suelen ser estudiantes. Me enteré de este sistema y me di cuenta de que encajaba perfectamente con lo iba buscando porque tampoco quería irme a una residencia con poca flexibilidad. Aquí he encontrado una segunda familia», explica sobre su experiencia en el inmueble, donde lleva año y medio.
Destaca que lo que más le sorprendió fue su habitación. «Aquí tengo una suite murciana con baño privado; en mi casa duermo en una litera porque comparto con mi hermano».
Nacho vive con Jorge García, un madrileño de 23 años que también se muestra encantado con su experiencia con el sistema 'coliving'. «Es un lujo. Si quieres relacionarte con más gente además de tus compañeros de piso, solo tienes que bajar a las zonas comunes, donde vemos partidos de fútbol y pasamos muy buenos ratos».
Otro de los puntos fuertes de esta modalidad de alojamiento es que incluye la limpieza semanal de cada piso. «Así evitamos problemas de convivencia. La única condición es que todo esté ordenado, pero así nos obligamos a tenerlo todo recogido», destaca Sofía Castejón. Esta estudiante venezolana está cursando un máster de Administración y Dirección de Empresas y asegura haber cumplido el sueño de hacer un postgrado en España. «He venido por mi prima, que también estudia aquí, y me había hablado muy bien de la residencia y de la ciudad, que me encanta».
También están maravilladas Paola Saldaña y Ana Paula González, dos estudiantes de Derecho de intrecambio universitario. Acaban de llegar de la ciudad mexicana de San Luis Potosí y aseguran que Murcia les ha abierto «una ventana al mundo» porque han hablado más inglés que nunca por la cantidad de internacionales con los que se han encontrado en la residencia de fórmula 'coliving', ya que es una opción muy demandada por estudiantes que llegan a la Región para una temporada. «Aquí todo es muy lindo».
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Construcciones para la vida en común: «¿Qué sentido tiene que cada casa tenga una lavadora?»
Ginés Martínez, de 71 años, echa de menos una vida más comunitaria. Vivió en el barrio de Los Rosales de El Palmar «entre calles peatonales donde las puertas estaban siempre abiertas». Un tiempo que recuerda con felicidad. Por eso, en 2018 empezó a tomarse en serio la opción del 'cohousing', hasta el punto de que hoy es vocal en la asociación regional que lo impulsa en la Comunidad. Él forma parte de un grupo de más de una veintena de personas que quedan semanalmente para seguir conociéndose mejor. Han decidido que algún día formarán una red que recupere ese trato permanente. Llevan tiempo buscando un terreno en el entorno de Murcia para la construcción de una promoción que contará con características especiales para fomentar ese roce humano.
«Las viviendas colaborativas se caracterizan porque hay una parte privativa que es de cada familia, que es donde vives, y luego hay amplios espacios comunes donde desarrollar la vida comunitaria», señala Ginés. Esto posibilita también que el espacio privado pueda reducirse. «No es que pase de una casa de 90 metros cuadrados a una de 50, es que paso de tener una zona privada de 90 metros a tener 500 metros de casa, de los cuales, 450 los comparto con los demás», añade. «Tengo salones, salas de ocio, un espacio de lavandería, porque ¿qué sentido tiene que haya una lavadora en cada vivienda? Hay unas estadísticas por ahí que hablan, por ejemplo, de que una taladradora se utiliza 14 minutos de media a lo largo de su vida útil. ¿Para qué vamos a tener una cada uno?», se pregunta.
Otra de las características es que la propiedad de las casas queda en manos de la comunidad, aunque el uso se ceda de por vida. Esto garantiza la resolución de conflictos. Si un vecino incumple las normas y dinamita la convivencia, puede llegar a ser expulsado en un caso extremo.
La enfermera sevillana Victoria Martínez, que es presidenta de la Asociación Murcia 'Cohousing', es madre de dos hijos. Aún recuerda lo complicado que fue criarlos prácticamente sola, cuando se divorció y se vio viviendo en Murcia por trabajo sin red familiar que la apoyara. Por eso, hace ya siete años, empezó interesarse por el mundo del 'cohousing', para buscar otra forma de vida donde las personas no se vean solas, se apoyen unas a otras y puedan encontrar «un mejor equilibrio entre la vida privativa y la comunitaria». «Es lo que le falta hoy en día a las ciudades», defiende. Ella será una de las vecinas de Ginés. «Me di cuenta de que lo que ofrece el 'cohousing' es lo que yo acabé buscándome cuando estaba sola de forma natural, una red familiar extensa», recuerda. Se apoyó en vecinos, y hasta en el conductor del autobús escolar. «Se hizo amigo mío y terminaba todo el recorrido con los niños para intentar que me diera tiempo a recogerlos, y si no llegaba, se los llevaba a su casa y luego yo los recogía». Superada la crianza, el modelo sigue pareciéndole «más humano». En la actualidad, hay siete promociones de este tipo previstas en la Región de Murcia.
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«El 'coworking' crece cada vez más y en nuestro local de Murcia Emprendedora alojamos ya a 29 firmas»
«Hay cada vez una mayor demanda de espacios de trabajo compartido», asegura Guillermo Martínez, fundador del centro de 'coworking' Murcia Emprendedora, abierto hace tres años ante el auge de esta fórmula como vía para disponer de una oficina en pleno centro de la ciudad y a un precio asequible. «Alojamos ya a 29 firmas y, de hecho, hemos crecido de forma importante en los últimos meses, ya que en septiembre había 18, por lo que hemos tenido que ampliar los puestos», añade.
Y es que por un precio de 70 euros al mes por media jornada o 120 euros por día completo -que incluye Internet de alta velocidad, sala de reuniones para recibir clientes o realizar videollamada y acceso a una zona 'office' para tomar un tentempié- cualquier profesional puede tener disponer de un sitio físico para domiciliar el negocio y desarrollar la actividad laboral. Además, se puede contratar el escaparate para presentar productos u otras acciones promocionales, así como programar eventos o impartir formación.
«El proyecto surge como una red para emprender y después fue cuando creo el 'coworking', el primero a pie de calle, ya que antes se instalaban algunos en pisos», señala Guillermo, de 32 años, que conoce bien lo que es lanzarse por por cuenta propia a ofrecer sus servicios de entrenador, tras graduarse en Ciencias de la Actividad Fisica y el Deporte.
Pero más allá de la iniciativa privada, las instituciones publicas y entidades empresariales también han apostado por este modelo. El Ayuntamiento de Murcia, a través del Centro de Iniciativas Municipales (CIM-M), cuenta con espacios de trabajo para emprendedores. Asimismo, se ofrece este servicio en los viveros de empresas de la Región. Sin olvidar la trayectoria en este campo que se hace en el Centro Europeo de Empresas e Innovación de Murcia (Ceeim), en el campus de Espinardo.
La Cámara de Comercio de Murcia inaugura precisamente este martes su nuevo servicio MiitUp, un 'coworking' digital ubicado en su sede de la calle Frutos Baeza, con el objetivo de impulsar el crecimiento empresarial y la innovación en las áreas ligadas a la economía digital. Este espacio ofrece, a un máximo de 50 usuarios, instalaciones con áreas comunes para reuniones, lanzamientos de productos, demostraciones en vivo, y cabinas insonorizadas para videoconferencias. También contará con una sala para grabación de podcast, estudio con croma, gafas de realidad virtual, impresora y escáner 3D, drones, entre otros.
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La revolución de la energía solar que nace de las comunidades
La economía colaborativa ha abierto la puerta a los ciudadanos para intervenir en un mercado energético al que históricamente solo han podido acceder como consumidores, y donde la fotovoltaica se ha convertido en la mejor aliada por su accesible coste y su capacidad de adaptación a distintos proyectos.
El sector ha estado siempre muy acotado, primero bajo el control estatal, y después, desde su privatización, por las grandes compañías. En 2007, llegó una primera oleada de inversiones sociales animadas por los incentivos del Gobierno. Unos apoyos que luego se vieron recortados en 2013. «Esa es la primera aparición de una generación de energía, social, distribuida, comunitaria y participativa en un sector tan complejo», explica el murciano Miguel Ángel Martínez-Aroca, presidente de la Asociación Nacional de Productores de Energía Fotovoltaica (Anpier).
Un paso más, ya sin ayudas, ha desembocado en los últimos años en la creación ocho parques sociales distribuidos en la propiedad en la Región. Familias, vecinos, autónomos y pymes se unen para la creación de plantas para vender la energía en el mercado y cuyas ganancias se distribuyen entre los socios, permitiendo sufragar los costes energéticos de viviendas y negocios, obtener rentabilidad, y aportar un granito de arena a la descarbonización de la energía. El último, se acaba de inaugurar en El Fenazar con cien participaciones de 22.000 euros que han servido para crear un planta que servirá para abastecer con energía limpia a 5.000 viviendas de Molina de Segura y Fortuna. Aunque este tipo de parques se están encontrando con la falta de capacidad de evacuación a la red, que frena nuevos desarrollos, según denuncia el presidente de Anpier.
En este panorama crece otro modelo colaborativo incipiente: las comunidades energéticas, una forma de autoconsumo grupal. El concepto es similar al que se da cuando un particular instala en su tejado paneles solares, solo que en este caso son varias las viviendas que comparten inversión, energía y beneficios, con el requisito de que deben encontrarse en un radio de dos kilómetros.
En esto, la urbanización murciana de Joven Futura es pionera. De ahí partió el proyecto de Comunidades Energéticas Locales de Murcia (Celm) para crear cuatro instalaciones fotovoltaicas comunes que estarán en esta urbanización, Guadalupe, Torreagüera y San Ginés. Su presidente, Rubén Ayala, indica que a diferencia de los parques sociales, en estos casos no hay ánimo de lucro. Los participantes pagan una cuota de mantenimiento a cambio de la energía. Una subvención de 240.000 euros del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) ha allanado el camino al proyecto, que cuenta con 200 socios y generará unos de 438.000 kWh de energía limpia y un ahorro de 77.280 euros cada año. Ahora, la prioridad es formar a los vecinos en la forma más eficiente de usar esa energía solar. Hacerlo beneficiará a todos.
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