Gonzalo Fraga carga la furgoneta de Reciclados del Sureste con la que trabaja cada día. vicente vicÉns / AGM

«Salir de la calle es posible, solo tienes que querer»

Gonzalo Fraga consigue un trabajo gracias a Jesús Abandonado y sale de la exclusión tras 40 años sin hogar

Domingo, 27 de octubre 2019, 09:04

Gonzalo Fraga tiene cincuenta años, pero por sus experiencias vitales podría decirse que ha vivido siete vidas, cual gato callejero. Sus anécdotas son innumerables. Nació en Pontevedra, vivió dos décadas en Andalucía, luego estuvo en Ibiza, y al final llegó a la Región en 2010. «Todo el mundo me decía que no parase en Murcia porque había mucha gente viviendo en la calle. Pero me empeñé y aquí sigo», dice con orgullo y no es para menos. Porque después de nueve años viviendo en las calles, «en invierno en la ciudad y en verano en la costa, realizando un espectáculo de fuegos», ahora ha conseguido salir de esa situación. Tiene un empleo en Reciclados del Sureste y afirma estar «contentísimo, porque llevo seis meses sin parar y ya era mucho el tiempo que llevaba buscando trabajo».

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La suya es una de las 81 inserciones laborales de personas sin hogar o en riesgo de exclusión que ha conseguido la Fundación Jesús Abandonado gracias al programa Incorpora de La Caixa. «Sin ellos no lo hubiera logrado», continúa Gonzalo.

Para conseguir el empleo, hizo varios cursos de formación en Jesús Abandonado

Él es la prueba de que en esta sociedad «se puede salir de la calle, pero eso sí, tienes que querer, tienes que currártelo mucho». Y currártelo mucho significa que detrás de su inserción laboral hay «mucho esfuerzo físico, mental y mucho trabajo con la gente de Jesús Abandonado», reitera agradecido.

Un secreto a voces

Según cuenta, las facilidades que da la Fundación son «un secreto a voces entre la gente de la calle». En sus instalaciones, las personas sin hogar encuentran comida caliente, duchas, una cama en la que pasar la noche e incluso la posibilidad de realizar cursos de formación para poder salir de la exclusión.

Eso fue lo que hizo Gonzalo. «Yo era un parado de larga duración, sin recursos y sin hogar», pero logró meterse en la rueda de trabajo que la Fundación realiza con sus usuarios. «Hay que pasar por ese circuito, parar de hacer lo que estás haciendo y dejarte guiar por ellos, porque esto empieza por uno mismo. Yo llevo seis años currándomelo. Al principio empezaron a contratarme para dos semanas cada tres meses, hasta que me hicieron un contrato más estable. Por obra y servicio, pero mejor».

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Por eso no duda un instante a la hora de dar un consejo a las personas que actualmente están en la situación que él estuvo: «Que aprovechen, que en Jesús Abandonado hay muchos brazos para ayudarte a salir. Y que el que quiere salir de eso, sale», dice con ímpetu, aunque luego añade un realista «hombre, en realidad fuera, lo que se dice fuera por completo, nunca estás. Siempre tienes presente las adicciones porque son como las tragaperras, las ves cada día. Pero llevo currándomelo seis años», repite.

«Vivía de okupa con más gente. Todos teníamos problemas de alcoholismo y drogadicción»

Su vida siempre ha estado marcada por «una infancia desestructurada», según la define. Él es la prueba de que la exclusión es como una rueda que, una vez se ha puesto a girar, va llevándote por sí sola. Fue, según cuenta, aquella infancia desestructurada lo que arrancó su rueda. Y al final se vio en «una situación muy complicada. Vivía de okupa aquí en Murcia, con gente de Europa del Este que tenía serios problemas de toxicomanía y alcoholismo. Yo también estaba en el saco, claro. Por eso te digo que fuera de eso, nunca estás... Ya estuve en Ibiza en una situación parecida. Me he tirado casi 40 años en la calle».

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Relata todo con una normalidad abrumadora, sin un ápice de miedo, ni de lástima, ni de arrepentimiento. «No, no me arrepiento de nada. La vida hay que cogerla como viene. Pero claro, tienes que querer salir de ahí», reitera. Y tal vez por haber sido ese gato durante tanto tiempo, también ha perdido el miedo. «Si este trabajo se me acaba, tendré que ponerme a buscar otro corriendo o con mi espectáculo de fuegos. Miedo ninguno», afirma como alguien que ha vivido y visto demasiado.

«Murcia es muy cómoda»

Gonzalo ha conocido a tanta gente sin hogar que podría hacer una tesis sobre el tema. El suyo es, según dice, «el perfil de antes que tenía la gente de la calle» y el que también tiene su hermano. Fruto de aquella misma infancia y que «vive en Francia, también con la misma historia», resume.

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Pero hoy en día el perfil ha cambiado, «porque ahora a la mayoría de la gente de la calle no le sale de los huevos trabajar, prefieren que se lo den todo hecho. Es muy fácil sentarse en la Gran Vía, donde nadie te va a decir nada, poner la mano y que te caiga. Además en Murcia la mendicidad está muy arraigada, no es como en otros sitios. Por eso hay mucha gente que utiliza Murcia como estación de invierno, porque es muy cómoda y tienes un montón de recursos a tu alcanza. Es un sitio acojonante para hacer vida en la calle». Pero sin duda, más 'acojonante' es, para Gonzalo, poder tener una casa y un trabajo normalizado casi por primera vez, a sus 50 años.

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