Marco Martínez Alcázar, el rey del mambo
El suyo es uno de los nombres más sonados del ocio nocturno en la Región, asociado a locales emblemáticos como ZM, El Palmero, Splash, Flamingo, Torre Antoñita, Gothica, Glub y, hasta 2018, Teatre, en Atalayas
Marco Andrés Martínez Alcázar es un nombre conocido en el negocio del ocio nocturno en la Región. Personas de su entorno aseguran que es de ... Monteagudo (Murcia), que sus padres tenían un pequeño negocio familiar, que nunca se ha casado, que tiene un hijo y al menos una hermana con la que ha compartido su pasión laboral. Tal es la magnitud de la leyenda que lo acompaña, que de él se dice que ha llegado a ser socio, a la vez, de al menos una docena de locales. Todos coinciden en que hubo una época en la que «tenía un imperio».
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Un empresario que lo conoce calcula que el rey de la noche murciana lleva en el sector unos 30 años. En ese tiempo. su nombre se ha visto asociado a emblemáticas discotecas y locales como ZM y El Palmero, en La Manga; la sala Gothica y el salón de celebraciones Torre Antoñita, en Cartagena; las discotecas Flamingo y Splash, en San Pedro del Pinatar; Mandala, en Almería, y, en Atalayas, Glub, reconvertida luego en Teatre. Esta última, hasta 2018.
Según explicó el propio Marco Martínez a LA VERDAD, hace cinco años tiró la toalla con Teatre, después de los «palets y palets» de material ignífugo que compró para montar la discoteca, pero de su vida no suelta prenda. El local ardió el pasado fin de semana en Atalayas y tenía orden de cierre desde octubre de 2022. En el incendio, que afectó a Fonda Milagros, murieron 13 personas.
Tal es la magnitud de la leyenda que le acompaña que de él se dice que ha sido socio, a la vez, de una docena de establecimientos
En 2018 se desvinculó del negocio y apostó por inversiones fuera de España. Quienes lo tutean lo ubican en Isla Margarita, Venezuela, pero allí no aparece como propietario o en sociedad ni lo conocen en la Asociación de Empresarios del Ocio. Quienes hablan de su leyenda lo sitúan en República Dominicana.
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Oficialmente, en el Registro Mercantil de Murcia, Marco Andrés Martínez Alcázar figura como administrador de nueve sociedades, algunas relacionadas con la hostelería, como La Gintonería, el Cortijo Torre Antoñita, y Biba Bich S.L., cuya dirección coincide con la que en su día tuvo la discoteca Splash, de la carretera N-332, de San Pedro. Por norma, los negocios que figuran a su nombre son pequeños. Es el caso de radio Inerzia, de Cartagena; la tienda de electrodomésticos Sonoled, de Ceutí; Publipulsa, en Molina, que tiene un capital social de 3.100 euros, una cifra similar al capital social con que en 2018 inscribió el empresario Juan Inglés Rojo la discoteca Teatre cuando Marco Martínez dice que soltó las riendas del local.
También es administrador de Espectáculos Siglo XXI, dedicada a la publicidad de eventos; No seas así SL y Mexicola S.L, ambas, con sede en Cartagena y dedicadas a la restauración.
Los negocios que aparecen a su nombre no reflejan la magnitud del historial empresarial del que hablan quienes trataron con él en su etapa como directivo de Hostecar, la asociación de hosteleros de Cartagena. Algunos de los que compartieron ese ciclo con él lo describen como «un hombre que se metió allí para ver si podía mandar»; que «quería conocer la asociación por dentro y fue así como llegó a la junta directiva. Le gusta estar en la cima y decidir las cosas». Por eso, al ver que la estructura era fuerte y no podía hacer lo que quería, dijo que no le interesaba seguir y se marchó.
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Administra varios negocios, pero nadie es capaz de hablar de su equipo. «No quiere ni que lo conozcan a él»
«Lo recuerdo como una persona subida a su atalaya. Muy dada a pensar que es el mejor, el que más vende. Presumía de traer de Tailandia los muebles de bambú de sus locales», dice alguien que coincidió con él en Hostecar. Y esto lo corrobora un empresario de Murcia, que lo defiende asegurando que saca pecho, pero no miente. «Toda la decoración de Teatre la trajo de China. Le gustaba viajar y traer cosas para sus bares».
Quienes no congeniaron con él lo recuerdan como «un hombre altanero, no muy claro, que se dedicaba a coger discotecas porque le gustaba tener muchas. Ponía a gente para que las gestionaran. No daba la cara. Alguna vez pasé por Gothica a saludarlo para ver cómo funcionaba el local y me dijeron que no pasaba por allí». Dan fe de ello extrabajadores del bar que reconocen que se pasaba poco, pero cuando iba se fijaba en lo que se podía mejorar y hacía reuniones. «Es muy exigente».
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Lo suyo, dice un empresario de Cartagena, es ganar dinero, no que el negocio funcione bien. «Sólo le interesa que fructifique en poco tiempo y si no es así, se lo quita de en medio y a los responsables los manda a la calle».
Hosteleros que trataron con él en los tiempos de Gothica no veían con buenos ojos que cuando se llenaba su local, se vendiera hielo y whisky en la calle para que los que no podían entrar hicieran botellones. También lo sitúan detrás de la organización de fiestas de Navidad, un tema que lo enfrentó con el sector. De hecho, creen que un incidente por este tema lo llevó a entrar en Hostecar.
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En Murcia, en 2015 creó la Asociación de Empresarios por la Calidad del Ocio para protestar por la ampliación del horario de los locales del centro hasta las 4.00 horas, algo que restó clientes a las discotecas y que marcó el declive de Atalayas.
«No era de mi cuerda. Es de invitar a botellas de champán. Es muy inteligente a la hora de montar sus sociedades. Nunca lo van a pillar en nada porque siempre encuentra un tonto útil que se queda con el negocio».
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A día de hoy, la mayoría responde lo mismo cuando se le pregunta dónde está el rey del mambo. «Hace años que le perdí la pista», dice un conocido hostelero. Y aunque fue socio de varios negocios, nadie es capaz de señalar a quienes formaban su equipo. «No quiere ni que lo conozcan a él».
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