Maravillosa mente murciana

«El amor es muy poco lógico», rebate Mercedes Pelegrín García (Murcia, 1992) al mismísimo John Forbes Nash, el famoso matemático estadounidense que inspiró la película 'Una mente maravillosa', y que defendió que «solo en las misteriosas ecuaciones del amor puede encontrarse alguna lógica». Esto lo dijo tras recoger el Premio Nobel de Economía en 1994, dos años después de que otra maravillosa mente, en este caso murciana, viniera al mundo para dar la vuelta a la teoría de Nash y, de paso, imaginar y construir un futuro en el que «mejorar la vida de las personas».

Graduada por la Universidad de Murcia en Matemáticas e Ingeniería Informática, y máster en Matemática Avanzada, Pelegrín acaba de ser elegida por el Euro Wisdom Forum como una de las doce jóvenes europeas más influyentes en el campo de la investigación operativa, que ella misma traduce como «la ciencia que estudia la toma de decisiones». Es decir, «un conjunto de modelos matemáticos que se aplican para analizar qué decisión óptima se debe tomar en función del objetivo». Las aplicaciones son infinitas, ya sea en el ámbito de la industria, la economía, el comercio, o la defensa, como ya demostró la inteligencia británica a la hora de cortar la sangría que los submarinos alemanes provocaban entre los buques de la Royal Navy en el Canal de la Mancha durante la Segunda Guerra Mundial. De hecho, «todos utilizamos la investigación operativa a diario. Por ejemplo, al pensar cuántos viajes hay que hacer a la cocina para coger lo que nos hace falta para cenar en el salón», ilustra.

Pelegrín no desarrolla su particular travesía por tierra ni por mar, sino por el aire. Ha renunciado a las marineras – «¡y al sol!», apunta– para trabajar como investigadora posdoctoral en la École Polytechnique, al sur de París, donde participa en un proyecto con Uber sobre movilidad aérea urbana. Algo así como «coches voladores», resume, que en realidad «son drones grandes para transporte aéreo de pasajeros» en ciudades, detalla. Un futuro a la vuelta de la esquina en el que trabajan «muchas empresas y agencias como la NASA» y que «llegaremos a tiempo para ver», apuesta. Eso sí, no quiere que ese horizonte tan cercano se parezca al escenario que imaginó (con tanto acierto) el escritor Aldous Huxley en 'Un mundo feliz', uno de los libros que más ha impactado a esta mujer que también pinta y hace yoga y senderismo, pero que desde bien pequeñita se enamoró de los números.

Su padre, el catedrático de la Facultad de Matemáticas de la UMU Blas Pelegrín, ayudó a desarrollar esa pasión, pero «nunca intentó que yo estudiara una cosa determinada». Ella ya se tomaba las 'mates' como «un reto» en el colegio. «Siempre he sido muy ordenada y bastante cuadriculada para muchos aspectos, y apreciaba en las matemáticas esa parte de precisión y formalidad», reconoce esta doctora en la materia, premiada también por su tesis con el 'SOLA Dissertation Award', que reconoce la mejor investigación doctoral a nivel mundial sobre la ciencia de la localización. El trabajo se lo dirigió el también catedrático de la UMU Alfredo Marín, otra de esas personas que, como su padre, han sido las verdaderas «inspiradoras» en su corta pero brillante trayectoria. Qué Hypatia ni John Nash.

Y, si hay que marcarse una meta personal en ese futuro alejado de Huxley que fabrica Mercedes Pelegrín, esta mente privilegiada se aplica una fórmula muy particular: «Hacer siempre lo que me gusta de la mejor manera posible sin defraudarme nunca a mí misma». Una ecuación fundamental en la compleja sencillez de las matemáticas.