La grieta aún palpable
#10añosterremotodeLorca ·
'Dios sabe', el documental de la lorquina Silvia Rey, rodado en los meses posteriores a la tragedia, recoge las heridas física y emocional de la ciudad. Ambas, afirman artistas y creadores nacidos en Lorca, siguen estando presentes en las vidas de sus habitantesComo a tantos lorquinos que hacía tiempo ya no permanecían en la ciudad, a Silvia Rey aquel 11 de mayo de hace diez años las imágenes de los terremotos le trasladaron de golpe a su niñez. No era capaz de entender cómo el lugar en el que había crecido se resquebrajaba a través de una pantalla de televisión.
Llevaba varios años queriendo regresar a Lorca. La idea de indagar en sus raíces y de registrar en vídeo los recuerdos de infancia eran una tarea pendiente que, de pronto, se precipitó. Apenas tres semanas después de los terremotos, Rey decidió recorrer los alrededor de 460 kilómetros que separan Madrid, ciudad en la que se había instalado junto a su familia siendo solo una adolescente, y su Lorca natal, con el fin de comprobar en primera persona las cicatrices que la tierra había abierto en la ciudad y en la que había sido la casa de su abuela, afortunadamente en pie. Lo hizo acompañada de su padre, de unos amigos, y de su cámara. Entonces, tuvo la sensación, recuerda, de que «la ciudad no volvería a ser lo que era».
«Hubo momentos en los que, no sabías por qué, pero tenías ganas de llorar»
'Dios sabe' (2012) es la primera película de Silvia Rey (1977), directora de cine y guionista lorquina a quien los seísmos de 2011 volvieron a arraigar a la localidad murciana. A aquel primer viaje, tres semanas después del desastre, le siguieron muchos otros. Cómo encontró la ciudad, el «extraño silencio» que impregnó sus calles, y la imagen de un lugar del que, recuerda, «de repente todos se marcharon, y la ciudad se llenó de obreros e inmigrantes, como si hubiese habido un cambio de civilización», figuran en su película.
El suyo es el testimonio de otros muchos creadores y artistas a los que, si bien la vivencia de los terremotos no les ha empujado a crear una obra explícita, sí ha dejado en ellos una huella inevitable. «Como artista, es imposible renunciar a lo que uno ha vivido, y al final, hagas lo que hagas, sacas todo el sedimento emocional acumulado en la vida», sostiene Dany Campos (1969), también guionista y cineasta lorquino.
«Muchos de los que se fueron a vivir a otros lugares ya no han vuelto. Todavía cuesta digerir lo que ocurrió»
A él la distancia –reside en Madrid– no le libró de la urgencia y la angustia por la incertidumbre. De la «sorpresa» y la «estupefacción» por la fragilidad de la vida. Se encontraba en Murcia el día en el que la tierra despertó de forma abrupta. Corrió, como muchos, para conocer el estado de los suyos, y recorrió, después, las aceras de la que le pareció «una ciudad en estado de guerra». «Hubo muchos momentos en los que, no sabías por qué, pero tenías ganas de llorar. Se vivía con un nudo en la garganta», relata de los días que siguieron a la catástrofe.
Hasta entonces, para él, «los terremotos eran un ligero movimiento que te hacía saltar del sofá, pero no pasaban de ahí». Un «juego», describe el escritor lorquino Antonio J. Ruiz Munuera (1966), para quienes habían crecido conscientes de que, ligeramente, y de vez en cuando, «la mesa y los vasos se movían». Algo fugaz a lo que «nadie daba mayor importancia porque ocurría con frecuencia».
«Muchas construcciones han ganado, pero también hay otras cosas que te entristecen. En el casco antiguo hay auténticas mellas de casas que han desaparecido»
Lola Arcas, escultora
'Colores' es el título de un texto «poético y reivindicativo» que Ruiz Munuera escribió aquel mes de mayo. En él, dice el autor, afincado en Molina de Segura y profesor de Secundaria en Lorquí, hacía alusión al código verde-amarillo-rojo con el que las autoridades marcaron los edificios que podían ser o no habitables. «Hubo quien ayudó y mucho, y otros que fueron a hacerse la típica fotografía», se duele.
Recuerda con tristeza cómo el piso de su hermano había sido reseñado con color amarillo, y cómo días más tarde accedieron a él a través de una plataforma para rescatar algunos enseres: «Nos daban solo cinco minutos, y fuimos los cuatro hermanos para coger todo lo posible y aquello que creíamos que podía necesitar. Cuando acabó el tiempo, el pequeño, que era el dueño del piso, seguía con la maleta abierta y solo había metido en ella un paquetito de velas... No sabía ni lo que tenía que hacer, y así también estaba la ciudad».
«De repente, todosse marcharon y la ciudad se llenó de obreros, como si hubiese habido un cambio de civilización»
Silvia Rey, directora de cine
A Ruiz Munuera esa imagen se le quedó grabada en la memoria, y también la de una gran «sensación de vulnerabilidad», similar a la que recoge en 'Epicentro' la poeta lorquina Inma Pelegrín (1969): «Desde entonces, no das nada por hecho», dice uno de los versos de este poema que Pelegrín incluyó en la antología 'Lorca 11. La noche más larga' (2011), coordinada por María Jesús López e Isabel Amat, y que se reproduce en estas páginas.
«Están los terremotos físicos, que son los que mueven la tierra, y luego están los emocionales, que son los que nos acompañan todos los días y los que nos recuerdan que somos seres frágiles y que no estamos aquí para siempre», asume Pelegrín, para quien «quizá esa incertidumbre le da sentido y profundidad a la vida. Nos hace ser conscientes de que tenemos que aprovechar el presente de una manera más intensa», añade.
«Hubo quien ayudó y mucho, y otros que fueron a hacerse la típica fotografía»
Antonio J. Ruiz Munuera, escritor
Solidaridad
'Arte por Lorca' llevó por título en noviembre de 2011 la exposición solidaria que organizaron en favor de los Pasos Azul y Blanco, para ayudar en la recuperación de su patrimonio, la escultora Lola Arcas (1962) y el pintor Vicente Ruiz (1941), volcados en un evento que consiguió, rememoran, ser «un éxito». En él participaron decenas de creadores de la Región, que donaron sus obras a la causa. Fue una tarea ingente, reconoce Arcas: «Casi dejé de trabajar para dedicarme a la organización de la exposición», explica la académica de la Real Academia de Bellas Artes Santa María de la Arrixaca de Murcia, quien junto a Ruiz, también miembro de esta institución, buscaron el apoyo de la misma para llevar a buen puerto este proyecto. «El terremoto fue una conmoción. La desolación en ese día y en los posteriores fue enorme. Afortunadamente, en mi familia no hubo grandes daños, solo desperfectos en la casa de mis padres», relata Arcas. De aquellos días y pasada ya la preocupación por cómo los seísmos habían podido afectar a los suyos, así como a las esculturas públicas que tiene expuestas en la ciudad –«temía que pudieran haberse caído, son de un peso y una altura considerables»–, la artista se queda con «la activación» que la fatalidad «hizo en Vicente y en mí como compañeros de la Academia para aportar nuestro granito de arena».
«Los terremotos emocionales son los que nos acompañan todos los días y nos recuerdan que somos seres frágiles»
Inmaculada Pelegrín, poeta
La de hoy, afirma Ruiz, es una «Lorca distinta». «Todavía hay muchos edificios que no se han arreglado y muchas tiendas que han cerrado. En esto último también ha influido la Covid-19. Son dos desastres que no han coincidido en el tiempo, pero han hecho que hoy Lorca esté peor que hace diez o quince años».
A pesar de todo, cree Arcas, «se han subsanado muchos de los efectos de los terremotos. Hay cosas que, incluso, han mejorado. Muchas iglesias sufrieron un daño grande y, tras su restauración, han quedado fabulosas, como San Mateo, o San Patricio, que ya antes de los terremotos tenía una falta enorme. Muchas construcciones han salido ganando, pero también hay otras cosas que te entristecen. En el casco antiguo, por ejemplo, hay auténticas mellas de manzanas y manzanas de casas a las que los seísmos les dieron el empujón definitivo para desaparecer. No eran grandes construcciones pero cohesionaban el casco antiguo. Lorca, en ese sentido, necesita reconstrucción».
«Como artista, es imposible renunciar a lo que uno vive, y al final, hagas lo que hagas, sacas todo ese sedimento emocional»
Dany Campos, guionista y realizador
Mejores
La huella emocional, por su parte, sigue también latente. «Los terremotos –argumenta Dany Campos– nos han cambiado a todos y, a la vez, nos han unido. Hemos reaccionado de una forma cívica y eso ha hecho que seamos una comunidad mejor». «La resiliencia –comparte Inma Pelegrín– nos hace más fuertes y ser conscientes de quiénes somos», pero el recuerdo se mantiene: «Lorca ha perdido parte de su población y el comercio se ha deteriorado. Muchos de los que se fueron a vivir a otros lugares ya no han vuelto. Todavía cuesta digerir los terremotos, y la situación actual no ayuda, a pesar de que somos –cree la poeta– un pueblo fuerte».
«Todavía hay muchos edificios sin arreglar y muchas tiendas han cerrado. En esto último también ha influido la Covid-19»
Vicente Ruiz, pintor
«Un terremoto –recuerda Arcas, por su parte– es siempre una espada de Damocles. Pensamos que no nos va a ocurrir pero la realidad es que nos ha pasado. Sabemos que estamos sobre la falla y que la tierra no vuelva a temblar no está a nuestro alcance. Tenemos que vivir con ello y confiar en que, ni nosotros, ni los nuestros, vivan de nuevo una situación así».
'Epicentro', por Inmaculada Pelegrín
La vida se transforma en un segundo.
No son las circunstancias, eres tú quien no sigue siendo el mismo.
Pequeñas terquedades
que, al sacudir tu estómago,
el epicentro teje
(cobarde y pasajero,
como un amor cualquiera)
despiertan la pasión,
que confunde las letras y las formas
con los significados,
te convierten en otro.
Desde entonces, no das nada por hecho.
Ya, ni siquiera, esperas que tus cosas
se queden, obedientes, sobre la estantería.
Al salir al mercado
olvidas dar dos vueltas a la llave,
furtivamente miras a tu espalda
para cruzar de acera.
Malduermes con las luces encendidas,
los pantalones puestos.
De par en par la puerta, por si vuelve
(Poema publicado en 'Lorca 11. La noche más larga')
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