El drama tras el desplome del limón: «Solo quiero que me los quiten de los árboles»
Pequeños agricultores de la Región de Murcia no consiguen recoger los frutos por la sobreproducción de esta temporada
Andrés Rubio camina entre árboles. Es enero, pero el calor impropio para esta época le permite andar solo con una chaqueta, apoyado en su garrote. A sus 91 años repite esta rutina todos los días: estirar las piernas y trabajar un poco junto a los limoneros que plantó hace décadas en la pedanía alhameña de La Costera. Frente a él se despliega un amarillo también inusual para este mes. A su izquierda y derecha, hileras e hileras de ramas con limones se 'tuestan' al sol. Siguen colgando tres meses después de su fecha habitual de recogida. «Este año viene malo», suspira.
La cosecha de 2023-2024 marcará un antes y un después en el mercado del limón de la Región de Murcia. Es el año con mejor producción en árbol que se recuerda y, al mismo tiempo, es en el que peor se paga el fruto. Tanto que a muchos agricultores no les sale a cuenta cosecharlo. Eso si hay suerte y encuentran quién se los recoja. «La empresa con la que trabajábamos todos los años ni me descuelga el teléfono», se lamenta María José Rubio, hija de Andrés. Agricultora y secretaria de la Sociedad Agraria de Transformación Pozos Incholete, reconoce que la situación empieza a pasarle factura. «He llegado a soñar con que se los llevan por fin», explica con preocupación. Pese a todo, continúa teniendo esperanzas. No quiere ni imaginarse la posibilidad de que los limones se queden en las ramas, lo que supondría perder esta temporada y la del próximo año.
Sin embargo, la sobreproducción hace que las empresas que recolectaban el fruto de las pequeñas explotaciones tradicionales no necesiten más cantidad, por lo que estos agricultores no tienen dónde colocar su producto. Así, los paisajes de campos de limoneros repletos todavía a finales de enero se repite en casi todas las áreas productoras: en Alhama, en Santomera, incluso en zonas de costa.
El 'crack' del limón, la explosión de una burbuja que muchos auguraban desde hace tiempo, podría ser la fábula actualizada al siglo XXI de la gallina de los huevos de oro. Hace cinco años, el limón marcó un récord absoluto: los agricultores recibieron un euro por kilo. Un margen nunca visto que generó una nueva fiebre del oro. «Casi preferiría no haber tenido ese año», se lamenta ahora Juan, viendo las consecuencias.
De un euro a 18 céntimos
Ese 'boom' provocó que muchos quisieran subirse al carro del limón. Empresas de otros sectores pusieron sus ojos en este cultivo tan tradicional en la Región de Murcia, una de las mayores productoras del mundo, esperando una rentabilidad similar todos los años. Se empezaron a plantar decenas de miles de ejemplares. No es una forma de hablar: más de siete millones de limoneros en todo el Sureste español desde 2016, con un aumento de superficie del 36%.
Las cifras
0,22 euros
es el precio máximo que se pagó por kilo la semana pasada al productor
36 %
aumentó la superficie de limoneros en todo el Sureste español
La gallina llevaba en el matadero desde entonces. El cuchillo pendía sobre su vientre mientras los limoneros iban aumentando de tamaño, hasta que este 2023 cumplieron los cinco años que tardan en salir los frutos. Aparecen miles de limones nuevos y se acaban los huevos de oro. En solo un lustro, un mercado en el que se pagaba un precio «decente» ha quedado completamente roto al no poder absorber toda la producción existente.
Detrás de los datos quedan los dramas de quienes llevan toda la vida sobre el terreno y ven cómo su trabajo no vale prácticamente nada. Pequeños productores como Juan Alcón, agricultor y representante de UPA en La Costera de Alhama, que no se resigna a ver echarse a perder el fruto en el árbol. «Me niego a pensar en abandonar el trabajo de tantos años, con todo el esfuerzo que hicieron nuestros padres para dejarnos esto», recalca, mientras mira las ramas todavía cargadas.
La semana pasada, el índice de precios en origen que publica la Consejería de Agricultura reflejaba un precio mínimo de 0,18 euros por kilo y un máximo de 0,22, prácticamente el coste de producirlo. «Yo llevo ya semanas sin mirarlo», reconoce Alcón. Tanto él como María José esperaban la bajada del precio, que ya percibieron en 2022, cuando se pagó a unos 40 céntimos la variedad de fino y a unos 60 el ecológico. «Pero no así, de golpe de un año para otro», explica la agricultora, sin margen ahora de actuación. Y mucho menos que no hubiera forma de recogerlos.
Futuro complicado
Fue en la primera semana de diciembre cuando Paco Provencio, presidente de la comunidad de regantes de Librilla, consiguió cosechar los primeros (y últimos) limones del año. El resto continúa hoy al aire libre, esperando que alguien los baje de las ramas: «Solo quiero que me los quiten de los árboles», se resigna Provencio, que compró con 18 años su primera parcela de tierra para cultivar cítricos. «Yo no soy de los que se engancharon porque el limón era rentable. Mis abuelos ya tenían limones, con seis años yo ya los recogía», puntualiza.
El horizonte pinta negro para el hasta hace poco oro amarillo. Al menos para este 2024. «Solo nos salvaría una helada que se llevara el 80% de lo que queda en el árbol», considera Provencio. Perder el fruto para poder solucionar la temporada. Una cuestión dolorosa, pero menos difícil de imaginar que la posibilidad de arrancar limoneros para bajar la producción. «Para un agricultor eso es como quitarse un dedo. Aunque me cueste el dinero, no me lo puedo plantear. Es tanto el dolor y el amor que le tengo a esta tierra que no puedo hacerlo», insiste.
La sobreproducción ha sido sin duda la aguja que ha hecho explotar la burbuja amarilla, pero los agricultores también denuncian la entrada de producto de fuera de la Unión Europea, más barato y que aseguran que no cumple las medidas fitosanitarias que les imponen a ellos. «Las exigencias no son las mismas para los de fuera», critican los tres. Añaden que llevan años invirtiendo dinero en mejorar sus instalaciones del riego, al tiempo que critican el precio que pagan por el agua, y reclaman ayudas por parte de las administraciones no ya para esta temporada, sino para salvar las siguientes.
¿Qué futuro le queda al limón murciano? Un cultivo tan intrínseco a la Región, tanto que muchas de las bromas que se repiten sobre sus habitantes versan sobre su afición a condimentar cualquier plato con su zumo, puede dejar de estar tan enraizado en muchas familias, en las que el cultivo del limón pasaba como una herencia de padres a hijos, y que más que para vivir de ello servía de complemento a la economía doméstica. El desembarco de grandes empresas deja un ecosistema que 'profesionaliza' el sector, pero que hace perder el arraigo con la población. «Los fondos de inversión están metiéndose mucho en la agricultura. ¿Pero esa economía a dónde va? Lo que nosotros generamos se queda en el territorio», advierte Juan Alcón. Para que estos pequeños productores sobrevivan, José Antonio García, de la Interprofesional del Limón y el Pomelo (Ailimpo), ve como solución la integración en cooperativas para sumar esfuerzos, o bien vincularse a un exportador con el que comprometer la cosecha.
María José, Juan y Paco intentarán aguantar los malos tiempos con la esperanza de que el ciclo se revierta en pocos años, antes de que los costes se los lleven por delante. «Yo no sé si lo voy a ver», sentencia Andrés, antes de perderse entre limoneros.
Un fin de ciclo que provocará cambios en el sector
La crisis del limón no ha pillado por sorpresa a la Asociación Interprofesional del Limón y el Pomelo (Ailimpo). «Llevamos desde 2019 avisándolo, teníamos muchos indicadores y datos contrastados. Es el cuento del lobo, que al final acaba llegando», señala José Antonio García, director general de la organización. «Hay que ser realistas: soluciones para esta campaña no hay», reconoce con franqueza. Hasta el sector ha llegado, por obligación, un cambio que termina con el ciclo expansivo de la última década y que provocó un «efecto llamada de inversores que estaban en otra actividad económica», y el consecuente aumento de la producción.
Las actuaciones de Ailimpo se centran ahora en negociar con las administraciones un plan para reflotar el sector en el menor tiempo posible. En una reunión que mantendrán con el Ministerio el próximo mes de febrero, propondrán un plan de arranque de árboles, con ayudas y muy selectivo para reequilibrar las variedades; una reducción de los módulos fiscales; y un Mecanismo de Extensión de Norma, una figura muy utilizada en Francia que, por ejemplo, prohibiría la plantación de determinados tipos o fijaría las fechas de inicio y fin de la cosecha. Todo ello con la vista puesta en la campaña de la variedad Verna, que comenzará en abril y que se intentará alargar hasta el verano para poder colocar la mayor cantidad de fruto. Algo que cerrará la puerta al limón que llega de Turquía, Sudáfrica o Argentina cuando no hay producción nacional.