El concertista James Rhodes.

«Es importante decirles a los elitistas que se vayan a la mierda»

James Rhodes. Es el último renovador de la música clásica con su mirada audaz y contemporánea

JAM ALBARRACÍN

Viernes, 27 de enero 2017, 10:59

Es innecesaria, pero pocas cosas resultan tan eficaces como la confrontación. Tomamos dos elementos relevantes, los enfrentamos y, dada su condición de referentes, sus similitudes y diferencias nos ayudan a ubicar la situación global. El ser humano es comparador por naturaleza. Nos pasamos la vida otorgando premios a los mejores, lo que conlleva una comparación implícita. Derecha o izquierda, fútbol o basket, Beatles o Stones.

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Una de las comparativas más longevas y al parecer irresolubles es la que sube al ring a la música clásica y la popular. Sinfónica o pop. Nos sirve para resaltar el virtuosismo y la complejidad armónica de la primera frente a la efervescencia y vitalidad de la segunda, pero también para mostrar los debes de unos modos cada día menos lejanos, pero histórica y socialmente enfrentados.

Ha sido James Rhodes (Londres, 1975) el último responsable de revitalizar el debate, acaso -aunque lo dudo- sin intención. De formación y origen clásicos, el cotizado pianista y autor ha cargado contra la mojigatería y el elitismo-con-formol habitual del público sinfónico, reclamando vida, pasión y normalidad en los conciertos de una música «que es lo verdaderamente importante, antes que la audiencia».

Su audacia conceptual, sus aclamados directos, sus artículos en The Guardian, sus documentales para la BBC y Channel 4, así como su controvertida autobiografía 'Instrumental' (Blackie Books, 2015), en la que reconoce que la música le salvó la vida tras ser violado de niño, han acabado por convertir a este eminente concertista de piano en algo así como una estrella de la música-sin-límites del joven siglo XXI. No quedan entradas para su concierto de esta noche en el Teatro Romea.

-Creo que vamos a estar de acuerdo en que la música es la más poderosa, o la que más directamente afecta a las emociones, de todas las artes. Pero me interesa preguntarle: ¿por qué, cuáles son los motivos?

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-Sí, efectivamente estamos de acuerdo en esto. Creo que es algo que va más allá de lo que se pueda expresar con palabras. Hay algo mágico acerca de ella, creo que todos conocemos el idioma de la música, pero no sabemos que lo conocemos. Entonces, simplemente la escuchamos y nos llega muy dentro, a un lugar muy especial que nos permite experimentar algo único.

-No debería pero, ¿hay mucha distancia entre la música sinfónica y la popular? Actualmente, ¿es demasiado estática la primera, demasiado banal la segunda?

-Definitivamente, no pienso que la música pop sea banal. Las dos se crean mediante los mismos doce tonos. Por tanto, es una cuestión que atañe fundamentalmente a nuestros gustos individuales. Para mí hay algo especial en la complejidad de la música sinfónica -la duración, las variaciones, el uso de tantos instrumentos y tantísimas emociones contenidas- que de alguna forma le permite ser mucho más profunda que una canción pop de cuatro minutos. Pero esto es una apreciación totalmente personal.

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-Si la música, las sensaciones que de ella se infieren, no puede expresarse con palabras, ¿en qué lugar nos deja esto a los periodistas musicales?

-[Ríe] ¡Ha! Tratamos de describir lo indescriptible usando palabras. Pero está bien, tenemos que seguir intentándolo.

-¿Por qué la música clásica aún mantiene ese cierto aire de elitismo, de 'música para elegidos'? No estoy seguro de que muchos autores -pienso en Shubert, por ejemplo- se sintiesen cómodos con el tipo de público que suele ir a escuchar sus conciertos y sinfonías.

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-Sí, ese ha sido y es todavía hoy un gran problema. Pero está mejorando. Siempre hay un pequeño grupo de personas, una élite, que quiere acaparar la música solo para sí misma y que nadie más pueda acceder a ella ni disfrutarla. Pero son minoría y es importante decirles que se vayan a la mierda y acudir a los conciertos de todos modos. Es la música lo que es tan importante, no la audiencia.

-Se ha convertido en todo un fenómeno, el gran renovador de la música clásica. Su visión musical rompe moldes, toca a Bach en vaqueros, sus conciertos son una sucesión de 'sold-out' y su autobiografía 'Instrumental' se ha convertido poco menos que en un 'best-seller'. ¿Se siente una especie de rockstar de un mundo musical sin límites?

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-¡No! Nada de drogas, ni 'groupies', ni fiestas salvajes en el backstage [vuelve a reír]. Definitivamente no, aunque me gusta eso del mundo musical sin límites. Pero estoy muy agradecido por todo el apoyo que tengo en España. Mis fans españoles son mis favoritos. Son muy amables y generosos. Me encanta tocar en España.

-Últimamente ha estado interpretando a Bach y Chopin. Para aquellos que venimos del pop, ¿qué autores nos recomienda investigar?

-Bach y Chopin son buenos para empezar. Beethoven también. La lista de Spotify 'The Instrumental' es igualmente un buen comienzo y si eres nuevo en esto de la música clásica, bueno, busca en Google y escucha. Hoy encontrar música no es un problema. Va a merecer la pena, seguro.

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-Rufus Wainwright, Antony Hegarty, Douglas Dare, los propios Radiohead... Cada vez son más los músicos y autores 'populares' que acortan distancias e introducen al oyente en la música clásica, la ópera... ¿Le parece valiosa la aportación de estos artistas?

-Oh, muy valiosa. No me sorprende que tantas 'rockstars' se sientan influidas por la música clásica y me parece una manera genial de comunicárselo a sus fans.

-Leyendo su autobiografía, donde habla sobre las violaciones que sufrió siendo un niño, esto me hizo pensar que muchos de los grandes nombres de la música tuvieron infancias y adolescencias difíciles. ¿Es el sufrimiento una potencial fuerza creadora?

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-Sinceramente creo que todos sufrimos. Está en la condición humana. Creamos a pesar del sufrimiento, no a causa de él. Si tenemos la suerte de sobrevivir a ese sufrimiento, entonces puede ser útil buscar una forma creativa de canalizarlo. Pero no es esencial. La creatividad es un tónico para muchas cosas.

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