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Abrazos, piropos y puestas al día, protagonistas ayer en la comida conmemorativa.

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Abrazos, piropos y puestas al día, protagonistas ayer en la comida conmemorativa. Kiko Asunción / AGM

El reencuentro de extrabajadores de Galerías Preciados de Murcia tres décadas después del cierre

Antiguos empleados de los grandes almacenes que dieron vida al corazón de la Gran Vía entre 1970 y 1995 se citan en una comida de convivencia a un mes del 30 aniversario de la desaparición de la cadena

Sábado, 18 de octubre 2025, 00:08

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Su madre le había comprado una chaqueta de ojo de perdiz. Le hacía parecer mayor y se veía guapo con ella. Cuando conoció a Guillermo Astillero, director entonces de Galerías Preciados en Murcia, y le confesó que tenía 15 años, no podía imaginar que trabajaría de inmediato en la sección de moda juvenil, ni que treinta años después del cierre de los grandes almacenes organizaría un reencuentro con otros chavales como él que hoy están jubilados. La nostalgia y la ilusión por reunir a la plantilla que vivió la suspensión de pagos y la caída de la emblemática cadena fundada por Pepín Fernández en 1943, y que desembarcó en Murcia en 1959, se mezclaron ayer en una celebración de vida y camaradería que convocó a más de un centenar de exempleados en el Mesón La Torre, en Puente Tocinos. El reencuentro, como relata José Sánchez Vidal -aquel quinceañero-, estuvo marcado por los abrazos, por las lágrimas poco disimuladas, las anécdotas y chascarrillos acumulados en décadas y ese caer en la cuenta de que algunas etapas de la vida, por intensas e irrepetibles, se quedan por derecho propio en el lugar más anclado de la memoria.

«Éramos una piña, aunque muchos hemos dejado de vernos con los años». Más veterana que Sánchez Vidal, María Luisa Llanes vivió el traslado de la enseña desde su ubicación inicial y en versión reducida, en la plaza Cetina, hacia lo que en 1970 se convirtió en todo un símbolo físico y emocional del concepto de grandes almacenes en tierras murcianas, ya en Gran Vía. A sus 76 años, recuerda con precisión y orgullo que «las chicas de Murcia fueron pioneras» entre los 'Galerías' de España en montar un equipo de fútbol femenino, estela que siguió la cadena en Madrid desde los grandes almacenes ubicados en la calle Preciados, de la que tomó la firma nacional su nombre. María Luisa trabajó en la sección de señoras, primero, y en la de hogar, después, entre 1968 y 1974, cuando ya llevaba un año implantado en la ciudad El Corte Inglés que, a la postre, adquiriría el Galerías Preciados de Gran Vía y absorbería a parte de su plantilla para poner en marcha el que sigue siendo su segundo establecimiento en el casco urbano de Murcia.

Aquella plantilla que impulsó Galerías Preciados era joven y se formó en esa cultura del comercio que fideliza primero a los padres para acabar conquistando a los hijos. Cuenta el organizador de la cita conmemorativa que los aún zagales se acercaban por los grandes almacenes, localizaban a su dependiente de confianza y le contaban: «Esta semana es mi cumpleaños; vendrá mi madre a comprarme un regalo. ¿Puedes recomendarle que elija 'esto'?». Así, sonríe Sánchez Vidal con el recuerdo, «era imposible fallar».

Noches de juegos de mesa y charlas en el club social o una capea en Los Felices, entre los momentos recordados

Los lazos entre trabajadores se tejieron durante las horas compartidas en pasillos y secciones, montando y recogiendo escaparates, subiendo y bajando escaleras mecánicas... pero también en aquel club social fundado sobre los calzados Vidal Roma de Gran Vía, en el que no faltaban los juegos de mesa ni las charlas con una cerveza cuando acababa la jornada laboral. Muchos empleados de la cadena vivían fuera del casco urbano de Murcia, algunos en pedanías y otros en diferentes municipios de la Región, por lo que la cafetería de los grandes almacenes se convertía en otro punto de encuentros distendidos en las horas de descanso. «Nos convertimos en una familia», insiste José, quien ha estado toda su vida laboral ligado al comercio, en su niñez en Gelen, también en Gran Vía, en su adolescencia y juventud en Galerías Preciados y, tras la disolución de la cadena, en El Corte Inglés. «El cierre lo vivimos con mucha incertidumbre, porque no sabíamos si nos iban a contratar ni en qué condiciones, y otros compañeros no tuvieron la suerte que yo tuve», cuenta Sánchez Vidal, para quien el reencuentro de ayer fue una oportunidad de volver a ver a compañeros con los que ya no tenía contacto.

Antes del cierre abandonó el barco, entonces boyante, María Luisa. En 1974 se casó y, como era común en aquellos años, dejó de trabajar fuera de casa para ocuparse de la familia que forjó lejos de esa otra, no de sangre, que había nacido en Cetina.

Astillero y los que faltan

Si el club social era la referencia fuera de las paredes de los grandes almacenes, dentro de sus instalaciones fue Guillermo Astillero quien ejerció de aglutinante de la plantilla sin bajar un ápice su exigencia. «Nos hacía trabajar muchísimo, pero de repente nos invitaba a todos a churros con chocolate o bajaba de la cafetería con un carrito lleno de refrescos», alaba Sánchez Vidal, quien hasta el último momento se reservó la sorpresa de que el exdirector, a pesar de sus problemas de movilidad, era el invitado sorpresa para la hora del café.

Y los recuerdos de yincanas locas con los coches por los pueblos de la Región o de aquella capea en la finca de Los Felices se hicieron a un lado en algunos brindis y alboroques por quienes latieron también en Galerías, pero ya no están.

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