Ey, ChatGPT, ¿qué emoción es esta?
Un proyecto investigador de la UPCT para tratar a niños con trastorno de espectro autista da un paso más con la incorporación de la inteligencia artificial: «Los menores mejoran mucho»
Jesús tiene 11 años y trastorno del espectro autista. No suele mantener conversaciones espontáneas, pero, en los últimos meses, especialmente al ir o volver de la novedosa terapia con el uso de la robótica a la que se ha sometido, ha sorprendido a sus padres varias veces. «Un día nos dijo: 'Ay, pues ahora voy a ver a Pepper y voy a jugar con él. Tengo muchas ganas'. Y yo le pregunté: '¿Qué es lo que quieres hacer, Jesús?' Y me dijo: 'Trabajar con él, que me gusta mucho. Es muy simpático'. Íbamos en el coche y nos emocionamos mucho, la verdad», explica su madre, Rosana Bastidas.
Pepper es el robot programable que el grupo de investigación de Diseño Electrónico y Técnicas de Tratamiento de Señal de la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT) utiliza en RoboTEA, un proyecto pionero en Europa que busca ayudar a niños como Jesús a reconocer y mejorar sus emociones a través de la interacción con robots sociales, una investigación que ya ha empezado a ofrecer resultados esperanzadores tras más de un año de recogida de datos.
El equipo programó esta máquina de aspecto humanoide para ampliar sus capacidades emocionales y comprobar su efecto en la interacción de los niños. «Pensamos en aplicarlo al espectro autista porque ya lo estaban utilizando en Holanda y en Estados Unidos», señala el profesor del área de Arquitectura y Tecnología de Computadores de la UPCT, José Manuel Ferrández Vicente, que lidera este estudio en colaboración con la Universidad Miguel Hernández de Elche, donde han participado las asociaciones Aiteal, Mentes Divergentes y el CEIP ilicitano Jorge Guillén.
Las pruebas con el robot, hasta ahora operado de forma manual, han logrado mejoras en la sociabilización y la expresión emocional
«El robot tiene una interacción más sencilla y mucho más predecible que los humanos, lo que permite que se reduzca mucho el estrés y la ansiedad que los niños pueden experimentar», explica Gema Benedicto, que ejerce de terapeuta en las sesiones con los menores y centra su tesis doctoral en esta experiencia bajo la dirección de Ferrández.
Para suavizar posibles fricciones, las sesiones se han diseñado como un espacio lúdico. «Todo funciona a través de actividades que yo planteo a cada niño, como un juego que van a hacer durante un tiempo concreto, y el impacto que estamos viendo es muy positivo, con una mejora en la sociabilización y, sobre todo, en la expresión de emociones», explica la doctoranda.
Para validar los resultados, tres grupos de diez niños de 5 a 12 años con TEA se someten a distintas sesiones de terapia. El primer grupo realiza la terapia con el robot; el segundo, con la terapeuta; y los resultados de ambos se comparan con un tercer grupo de control. Este proceso, que ya afronta su recta final, terminará en agosto, tras lo que se podrán extraer conclusiones precisas.
El grupo investigador de la UPCT coordina la Red Nacional en Inteligencia Artificial para Neurociencia y Salud Mental, que integran 14 universidades y empresas, con el objetivo de desarrollar nuevas técnicas de diagnóstico y tratamiento de disfunciones neuronales y transtornos mentales, y no ha dejado de acumular reconocimientos en los últimos años. El último llegó a finales de mayo, cuando obtuvo el premio nacional en la convocatoria especial de ayudas a la investigación en Tecnologías Accesibles de Indra y la Fundación Universia, donde se impuso a otros proyectos ganadores en convocatorias anteriores con RoboTEA-Chat, una iniciativa que consiste en la incorporación de la inteligencia artificial generativa a las terapias con el robot, es decir, sumarle un ChatGPT entrenado para interactuar con los niños con TEA y otras patologías que reduzca la intervención humana, clave hasta ahora para el manejo del robot. Así, Pepper será capaz de mantener una conversación y activar por sí mismo distintos programas. «Automatizaremos las terapias y evaluaremos si hay mejoría en la que se realiza con el robot con IA frente a la terapia con el mismo robot pero operado por Gema», explica el profesor de la UPCT.
Futuras aplicaciones
El nuevo sistema tiene otras ventajas. «Podemos programarlo y adaptarlo ya no solo al autismo, sino también a la hiperactividad, la fobia social y a un montón de terapias conductistas, de forma que ampliamos la actuación a otros muchos ámbitos de la salud mental», señala Ferrández, cuyo grupo cuenta ahora con un año para implantar la inteligencia artificial en el robot. Otra novedad será la recogida de datos de la voz para medir la evolución del niño a través de cambios en los parámetros físicos.Si los resultados son positivos, se abrirá la puerta también a futuras aplicaciones en adultos y personas mayores, en ámbitos como el acompañamiento o las terapias para el alzhéimer.
«Ojalá que sigan desarrollando más investigaciones como estas, porque creo que son el futuro», defiende Rosana. «Para mí, ya solo ver la felicidad de mi hijo durante el tiempo que estuvo yendo al proyecto es algo que no voy a poder pagar nunca».