Las «casas sanas» de la era pos-Covid
La pandemia del coronavirus empieza a dibujar cómo serán los espacios que habitaremos: más cómodos para el teletrabajo, con huertos en las azoteas y una 'cocina' para producir objetos en impresoras 3D
Antes o después, la pandemia pasará, pero también dejará su marca en el espacio que habitamos. Como ocurrió en otras crisis sanitarias no tan lejanas, la arquitectura y el urbanismo se unen al combate contra las enfermedades. Y los profesionales trabajan ya en el diseño de las construcciones de la era pos-Covid: seguras, flexibles, ecológicas, blindadas a los gérmenes; y más confortables y autosuficientes ante la posibilidad de nuevos confinamientos. Que esas «casas sanas» estén al alcance de todos los bolsillos se presenta como el principal desafío.
Pasa inadvertido. Sin embargo, como capas de pintura unas sobre otras, las ciudades y los inmuebles que modelan su fisonomía recuerdan, entre sus calles y muros, epidemias pasadas. En el siglo XIX, con el cólera y la fiebre amarilla campando a sus anchas, los cementerios salieron de las urbes gracias a las medidas de salud pública impulsadas por los reformistas ilustrados. A comienzos del XX, las corrientes higienistas impusieron unas nuevas normas constructivas en los espacios domésticos y colectivos: más huecos al exterior -para facilitar la ventilación y el soleamiento de las estancias-, menos rincones donde pudiera acumularse la suciedad y pavimentos fáciles de limpiar demostraron ser eficaces armas frente a la tuberculosis, que causaba estragos sobre todo entre la población más joven. Incluso se popularizaron las llamadas 'escuelas al aire libre', una imagen que se ha repetido ahora, cien años después, cuando asoma otra profunda renovación en los edificios, espoleada por el virus SARS-CoV-2, que también tendrá sus efectos en la planificación y el diseño urbano.
«Las condiciones de las casas están profundamente ligadas a la salud de sus habitantes», recuerda Manuel Ródenas, profesor de la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT), que dirige una investigación sobre la vivienda social en la Región entre 1911 y 1975, financiada por la Fundación Séneca. Las estadísticas que confecciona la Consejería de Salud vienen a apuntalar esa conclusión. Más de la mitad de los casos de Covid-19 con vínculo epidemiológico constatado corresponden a contagios en el hogar. Pero, también, los datos arrojan que la enfermedad se suele cebar con los barrios donde la densidad de población por metro cuadrado es más elevada.
Muchas de esas zonas arrastran problemas de infravivienda y hacinamiento, el escenario perfecto para la propagación descontrolada del virus debido, entre otros motivos, a las limitaciones para cumplir con las instrucciones básicas de distanciamiento e higiene. Así que actuar en la mejora de la habitabilidad de los espacios privados no solo beneficia al bienestar de sus moradores, sino que trasciende al ámbito de la salud pública a la hora de amortiguar el impacto del virus, según argumentan los expertos.
Con varios frentes abiertos, el debate está sobre la mesa de los gestores públicos y los profesionales, que parecen dispuestos a remar en la misma dirección. Todos conocen el punto de partida. La declaración de la pandemia y el posterior confinamiento general vinieron a mostrar las carencias y necesidades que, también, presentaba el envejecido parque inmobiliario para hacer frente a una crisis sanitaria de dimensiones que sonaban apocalípticas. Sin embargo, dónde está la meta se perfila como la principal incógnita. Influirá sobre todo cuánto tardará en llegar la vacuna que inmunice a la población. De ese avance médico dependerá que las transformaciones que se avecinan en calles e inmuebles sean de mayor o menor calado.
En cualquier caso, los arquitectos consultados por LA VERDAD consideran que muchos de esos cambios acabarán por entrar en nuestras casas más pronto que tarde, si no lo han hecho ya. «La pandemia ha venido a precipitar muchas reflexiones que siempre se quedaban para luego», remarca la decana del Colegio de Arquitectos de la Región, María José Peñalver. Por supuesto, no tienen marcha atrás las mejoras relacionadas con la sostenibilidad y la ecoeficiencia en la construcción. Más bien al contrario. Debido a una mayor conciencia social de respeto al medio ambiente, las prestaciones en ese campo apuntan a conseguir viviendas de consumo energético casi nulo, indica el profesor Manuel Ródenas.
O mejor aún: que puedan generar más energía de la que necesitan sus inquilinos para el día a día, siempre de fuentes limpias. La receta combina aislamiento, orientación y ventilación, para sacarle todo el partido al sol y a las corrientes de aire como sistemas naturales y baratos de climatización, aunque el abanico de posibilidades se agranda. En pleno centro de Cartagena, el edificio Tívoli, del estudio de Martín Lejarraga y premio regional de sostenibilidad, es el primer inmueble residencial de la Región que se autoabastece con pozos geotérmicos.
Algas como aislante
Consolidada esa etapa, la siguiente vuelta de tuerca tiene que ver con avanzar en el concepto de autosuficiencia y en los espacios privados al servicio de la comunidad (POPS en sus siglas en inglés). José María Mateo, con una mención especial en la última bienal para jóvenes arquitectos Europan 15, augura un 'boom' en la rehabilitación y en la ocupación de azoteas y fachadas «con dispositivos que actualicen energética y funcionalmente los inmuebles». Su idea es la generación de «una red interconectada de espacios lúdicos y productivos en las cubiertas» donde tengan cabida tanto pequeñas granjas y huertos urbanos como lugares de recreo y esparcimiento para el vecindario -«por qué no podemos montar un gimnasio»- si se repite o no la prohibición temporal de pisar la calle.
Los materiales seguirán en esa misma línea 'verde', muy pegados a la naturaleza, pero, además, reutilizables. El máximo aprovechamiento de las materias primas conlleva que deban tener una segunda vida. Por ese motivo, los edificios pospandemia emplearán más sistemas prefabricados y desmontables. Ganan terreno el linóleo para el pavimento, el corcho y la paja; incluso ya se investiga la utilización de algas para el aislamiento de paredes y techos. Menos acero y hormigón: el rey de los elementos constructivos será la madera procedente de explotaciones sostenibles.
Todo apunta, no obstante, a que la principal renovación doméstica de la próxima era tendrá que ver con la flexibilidad, huyendo de las construcciones demasiado rígidas. «Durante el confinamiento, con tantas horas sin poder salir de casa, muchos ciudadanos se dieron cuenta de que no se encontraban a gusto en unos espacios que no estaban adaptados a ellos mismos», apunta Mateo, socio del estudio Martín Lejarraga Oficina de Arquitectura. Es la misma reflexión que hace Patricia Reus (Blancafort-Reus Arquitectura): «Ahora somos más conscientes de que nuestros hogares no son solo cantidades de metros cuadrados sino cualidades. Lo hemos vivido todos cuando nos hemos tenido que quedar encerrados en casa».
Noticia Relacionada
Energía, naturaleza y espacio público
En este sentido, la tendencia será conseguir viviendas adaptables a las necesidades que puedan presentarse en cada momento del día (y de la vida). Menos muros fijos y más tabiques móviles y cortinas que, llegado el caso, permitan ganar espacio a determinadas horas en el comedor o en el dormitorio, por ejemplo, para trabajar más cómodos o para que los niños jueguen a sus anchas sin quitarles la vista de encima. Algunos muebles quedarán ocultos en el suelo y las paredes, y solo saldrán de su 'escondite' cuando el inquilino los quiera utilizar.
Serán casas «personalizables y evolucionables», resume Reus, alejadas del producto tipo de hoy día, con esa configuración tradicional de cocina, comedor, un dormitorio más grande para la pareja, con baño interior, y dos habitaciones más pequeñas para los hijos. «La distribución será menos jerarquizada para que cuando entre el cliente acondicione el espacio como mejor se adapte a su gusto y necesidades», indica Mateo en la misma línea.
Esa versatilidad tiene que ver no solo con los nuevos modelos de familia, sino también con la idea de que la casa debe estar preparada para atender las necesidades de los inquilinos según pasen los años, sin sacrificar el confort.
Por ejemplo, que esa misma residencia en la que crecen los hijos, después, con apenas unas pocas reformas, también resulte cómoda y útil una vez que estos abandonen el regazo familiar. En definitiva, la casa vista como «un contenedor para habitar que el usuario pueda ocuparlo o adaptarlo como quiera», en palabras de la arquitecta y profesora de la UPCT.
Además, Reus cree que la pandemia «nos ha hecho más exigentes a la hora de decidir qué compramos. Ya no solo queremos una vivienda que cumpla todas las normativas. Ya no nos vale que las ventanas tengan las dimensiones que establece la ordenanza, sino que también por ellas entre un aire agradable e incluso, si es posible, que enfoquen a un árbol».
«Flexibles y versátiles»
Da la impresión de que, después de la experiencia de ese inédito encierro obligado, la relación con el exterior se convierte en una prioridad. Así que las viviendas tendrán más huecos acristalados con vistas a la calle y equipados con sistemas de apertura y cierre fáciles de manejar, indica Pepa Díaz, autora de construcciones de diseño tan futurista como la Casa Dos Lenguajes (en Bolnuevo, Mazarrón) y otra defensora de las edificaciones «flexibles y versátiles». La arquitecta admite que su mayor preocupación estos días ha sido «la triste imagen de esos ancianos solos, encerrados en casa, que solo podían pasear por un pasillo lleno de puertas cerradas». De ahí, la importancia de disponer de más ventanas y terrazas grandes que conecten el espacio doméstico con el entorno.
La necesidad de contar con hogares que se adapten a los gustos y necesidades particulares, unida a esa sensación de falta de compañía y de soledad impuesta en los días más duros de la crisis sanitaria, sustentan otro cambio de modelo en expansión. «El 'cohousing' está tomando bastante impulso», adelanta Ana Belén Fuentes (AFuentes Arquitectura), que ya piensa en apuntarse a esa tendencia.
Entre los próximos proyectos de 'vivienda colaborativa' en la Región figura la remodelación de un centenario cuartel de carabineros en Campillo de Adentro (en la costa oeste de Cartagena), para su transformación en uso residencial, con diseño del arquitecto Juan Antonio Sánchez Morales, del estudio Ad-hoc. No solo se trata de una alternativa a la vivienda tradicional sino que detrás también hay un nuevo modo de vida. A diferencia de las cooperativas de siempre, estos son proyectos autogestionados desde los orígenes por los futuros inquilinos, que se convierten en sus propios promotores. Acuerdan desde el diseño hasta los servicios que tendrán, desde enfermería a lavandería. Ese tipo de iniciativas están en pleno auge entre las personas mayores, como alternativa a los geriátricos, pero también entre parejas jóvenes que de esta forma comparten la crianza de los hijos.
Cada 'socio' tiene su vivienda en el conjunto residencial, que cuenta con espacios comunes (zonas verdes, salones de reuniones, comedores, gimnasio...) para uso colectivo de esa pequeña comunidad. «Estamos ante un bien de uso y no ante un producto financiero», resume el arquitecto madrileño Rogelio Ruiz, del estudio eCohousing, especializado en asesorar este tipo de iniciativas residenciales. Su obra más conocida es Trabensol, en Torremocha de Jarama (Madrid). Detrás de las llamadas 'coviviendas' también hay toda una filosofía. La convivencia en estas cooperativas se basa «en las relaciones de buena vecindad y el cuidado mutuo, en resolver problemas colaborando con la comunidad. No estamos hablando de motivos religiosos o políticos, sino en compartir una forma de vivir», explica Ruiz.
Dicha tendencia también la percibe Pedro García Martínez, profesor de la UPCT y último premio regional a la nueva edificación, quien, además, llama la atención sobre el hecho de que «la vivienda como espacio únicamente residencial está desapareciendo para adaptarse al telebrabajo, a la vez que en paralelo cambiarán las oficinas».
Por supuesto, en la vivienda poscoronavirus no faltarán otros detalles importantes. El cuarto de baño ganará protagonismo para ampliar sus funciones y convertirse en un lugar dedicado al cuidado personal. Quedarán separados físicamente el lavabo del inodoro debido a esa necesidad de extremar la limpieza de manos para prevenir contagios -y para no tener que esperar en el caso de que esté ocupado-.
En este blindaje contra los gérmenes, el profesor e investigador Manuel Ródenas ve la posibilidad de que las viviendas pos-Covid cuenten con un acceso privado (además de otro público) que permita evitar todo contacto físico con el resto de vecinos en caso de expansión de la enfermedad. El joven arquitecto José María Mateo pronostica que estas «casas sanas» vendrán equipadas con sistemas pasivos y activos para controlar la calidad del aire y purificarlo. Y otra novedad: al igual que en la cocina el microondas resulta un elemento casi imprescindible, «tendremos otra estancia con una impresora 3D para la producción a pequeña escala de algunos objetos; solo tendremos que comprar antes su diseño», indica Pedro García Martínez.
¿Serán estas viviendas asequibles para todos o solo para los ciudadanos con mayor poder adquisitivo? Mateo apuesta por destinar ayudas a esas edificaciones, como «ya hay para comprarte un vehículo ecológico». «No tienen por qué ser más caras; quizás solo sea cuestión de trasladar gastos de una partida a otra en la factura final», apunta Ródenas. Probablemente tras la pandemia, cuando pase, ya lo sabremos.
La Estrategia de Arquitectura Sostenible apuesta por «naturalizar» las ciudades
Los cambios que se avecinan en las edificaciones, acelerados por la pandemia de la Covid-19, tendrán su reflejo en la planificación de las ciudades, donde el coche perderá espacio (el transporte público y los vehículos de movilidad personal jugarán un papel destacado) y la naturaleza ganará presencia. En la Región, las líneas maestras de ese próximo desarrollo urbano ya empiezan a dibujarse en la Estrategia de Arquitectura y Construcción Sostenible, que prepara la Consejería de Fomento. Pese a que el documento aún está pendiente de seguir recibiendo sugerencias, algunos de los nuevos requisitos ya se están aplicando tras la reciente modificación de 30 artículos de la ley del suelo.
El director general de Territorio y Arquitectura, Jaime Pérez Zulueta, explica a LA VERDAD que «los nuevos desarrollos urbanos deben recoger soluciones basadas en la naturaleza». Cita por ejemplo los parques inundables, los pavimentos permeables y las zanjas drenantes, que ya están previstas en aquellas zonas habitadas que más sufren las embestidas de las inundaciones. También es obligatorio en las nuevas urbanizaciones plantar un árbol por cada cien metros cuadrados de edificabilidad. La idea general es «naturalizar las ciudades, que sean más amables, disfrutables y saludables». Este futuro plan de acción cuenta con 130 propuestas, adelanta Pérez Zulueta.
La otra herramienta en que se basará la estrategia se refiere a la «simplificación normativa», algo que ha levantado críticas y recelos, principalmente, entre los grupos ecologistas. Los ayuntamientos también se lamentan de que carecen de recursos y personal para asumir las nuevas competencias que reciben. Para el director general de Territorio, el objetivo es agilizar los trámites a fin de atajar lo que califica como «una burocracia multiplicada».
Poner fin al «largo y farragoso» papeleo vendría a satisfacer una de las principales demandas de los arquitectos de la Región. Su decana, María José Peñalver, ya planteó la necesidad de un cambio en la normativa «para que sea menos rígida y lenta. Es un freno para el nuevo modelo de ciudad y para la creatividad del urbanista». Pérez Zulueta confía en la llegada de los fondos europeos destinados a la recuperación tras las pandemia para abordar el reto de levantar las ciudades del mañana.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.