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Pedro Hernández Caballero, el ángel de los más desfavorecidos
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Pedro Hernández Caballero, el ángel de los más desfavorecidos

El expresidente de la Junta Local de la AECC de Alcantarilla, carpintero de ataúdes, entra en política a los 97 años con el PP

Lunes, 5 de junio 2023, 02:15

Anda despacio, pero con paso firme. Y más recto que una vela. Cuando llega a la plaza del Ayuntamiento de Alcantarilla se para, contempla la fachada de la Casa Consistorial con entusiasmo y se dispone a entrar. Saluda a los funcionarios y sube con calma las escaleras hasta la primera planta. «¡Hombre! ¡Pedro, muy buenos días!», le dice sonriente el alcalde, Joaquín Buendía. «Por cierto, esto no puede seguir así. Me estás quitando protagonismo. Los medios de comunicación te llaman más a ti que a mí», bromea el regidor. «Querido alcalde, usted me pidió que le acompañara en esto. Y, mientras yo esté aquí, tenga claro que le voy a quitar todo el protagonismo. Y también la atención de todas las mujeres, porque van a venir a mí», suelta con gracia Pedro Hernández Caballero, concejal electo del PP en Alcantarilla, expresidente de la Junta Local de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) durante 51 años, forofo del Real Madrid, apasionado de la colombicultura y defensor de los más desfavorecidos. Aparte, y vaya por delante, de convertirse en el edil más longevo de la Región de Murcia a sus 97 años tras las pasadas elecciones municipales.

Hernández nació en el número 93 de la calle Mayor de Alcantarilla, en el seno de una familia humilde. Hijo de carpintero y ama de casa, fue el segundo de cinco hermanos. «Mi padre tuvo un retoño con mi madre cada nueve meses, hasta que se murió; yo tenía cuatro años», cuenta cuando recuerda su infancia. Pasó la mayor parte de aquel tiempo en el colegio de Don Emilio, el único centro escolar que había en el municipio. Pero llevaba la profesión de carpintero corriendo por las venas, y cuando salía de la escuela se iba a la puerta de un taller a ver cómo trabajaban. Un día, aquel niño que miraba y miraba tras el cristal, consiguió lo esperado. El propietario del establecimiento le ofreció enseñarle el oficio. Y Pedro aceptó con tan solo ocho años a pesar de la negativa de su madre.

Así fue como este vecino empezó a labrarse un futuro. Allí en Alcantarilla, con dieciocho años, conoció a la que posteriormente sería su esposa, María López, con quien tuvo siete hijos; cuatro de ellos fallecieron tras el parto.

Su negocio como carpintero fue poco a poco despuntando en Alcantarilla, hasta que las instalaciones que albergaban el taller, ubicadas en el mismo lugar donde su padre trabajaba como carpintero, se quedaron pequeñas, por lo que compró un terreno en Sangonera, en medio de un monte, para instalar su industria de construcción de ataúdes. Pero un día se percató de que había decenas de personas, en su mayoría gitanos, viviendo en cuevas en esta zona. «Ellos no tenían ayuda ninguna, pero él les daba agua, alimentos, medicinas, los llevaba al hospital... era y sigue siendo un ángel», cuentan sus allegados.

Esa labor solidaria fue creciendo. Junto a algunos amigos, como Agustín Navarrete, se creó un grupo a los que empezaron a llamar en el pueblo La Peña de la Miseria por la ayuda que prestaban a los desamparados. Paralelamente, seguía construyendo ataúdes (se metía en ellos cuando estaban terminados para comprobar si el muerto «iba a estar cómodo»). Pero la falta de dos aparatos de radiación para pacientes con cáncer le llevó a ponerse en contacto con la asociación. Finalmente, Pedro Hernández fue impulsor de la Junta Local. «He visto a mucha gente morir por culpa del cigarrillo, por eso no soporto el tabaco y por eso intento convencer a todo el mundo para que deje ese vicio», admite en su círculo más cercano. Estuvo al frente de la organización 51 años.

El pasado agosto fallecieron su hermana y su mujer. Pero un día, Joaquín Buendía decidió llamar a Pedro para que le acompañara en el proyecto del PP de cara a la legislatura que empieza. Y él no se lo pensó dos veces. «Siempre he estado al lado de los más desfavorecidos. Creo que algo, aunque sea poco, puedo aportar en política. Me siento preparado; no pienso morirme hasta dentro de 50 años», se ríe con energía este alcantarillero.

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