ANSE cumple 50 años con la vista puesta en el Mar Menor

Un águila real tiroteada fue determinante para la creación de la Asociación de Naturalistas del Sureste, que cumple medio siglo de vida con una salud envidiable: importantes proyectos en marcha, casi mil socios –el doble que hace diez años– y el espíritu reivindicativo intacto. Aquella rapaz apareció herida en la pedanía murciana de La Alberca y la falta de medios y de cobertura legal para atenderla animó a un grupo de jóvenes amantes de la naturaleza, agrupados entonces en el Grupo Ornitológico del Sureste (GOSE), a fundar una organización de mayor envergadura que diera respuesta a los problemas ambientales que ya comenzaban a ser evidentes. Así, ANSE nació el 19 de mayo de 1973 en una asamblea celebrada en el salón de actos de la Caja de Ahorros del Sureste, «con el correspondiente permiso gubernativo», a la que asistieron 40 socios fundadores, algunos de ellos aún en activo.

Uno de estos pioneros, el biólogo cartagenero Pedro Antonio Talavera (70 años), recordó en su día en una conversación con LA VERDAD cómo copiaron los primeros estatutos de un póster de Adena –la sección española de WWF– y cómo él mismo dibujó el legendario logotipo que todavía identifica a la organización: el flamenco en reposo que, caprichos del destino, también es el ave que más se asocia con el espacio natural al que más esfuerzo han dedicado y que lleva siete años en 'shock' ecológico. Su querido y maltratado Mar Menor.

Cincuenta años después, la Asociación de Naturalistas del Sureste es mucho más que un grupo de aficionados a la ornitología. Con una potente masa social, un presupuesto anual de 1,5 millones, un importante patrimonio en forma de oficinas de gestión y reservas naturales, y alianzas con Greenpeace, WWF, SEO/BirdLife y otras organizaciones locales, ANSE es ahora un referente nacional en el desarrollo de actuaciones de restauración ambiental y seguimiento científico de flora y fauna en peligro.

Una de sus primeras acciones reivindicativas sirvió para evitar la urbanización del pinar de Coterillo, en San Pedro del Pinatar, y sus proyectos actuales siguen centrados en el Mar Menor y su entorno –Salinas de Marchamalo, arenales de La Manga y Caleta del Estacio–, junto con restauraciones de bosque de ribera en el río Segura y conservación y seguimiento científico de fauna amenazada, como cerceta pardilla, anguila, aves migratorias en isla Grosa, rapaces, murciélagos, canastera, cetáceos, tiburones y rayas, en este último caso a bordo del velero 'Else', que consiguieron hace 25 años a través de una cesión judicial tras ser incautado por narcotráfico.

«Además de los proyectos de conservación y restauración ambiental, seguimos realizando mucho trabajo de denuncia de incumplimiento de leyes. Es la misma evolución que han experimentado otras organizaciones, y la respuesta a un mundo cambiante, a las exigencias de la sociedad, a nuevas oportunidades y a la necesidad de mostrar otra forma de gestionar la naturaleza y de demostrar que también es posible desde la sociedad, y no solo desde las administraciones», reflexiona Pedro García Moreno (Cartagena, 56 años), director de ANSE y cara visible de la organización, a la que llegó en 1986.

Si echa la vista atrás, tiene claro que estas cinco décadas de trabajo han sido útiles para la sociedad: «A pesar del enorme esfuerzo y no pocos sinsabores, estos primeros cincuenta años de ANSE están repletos de muchos más logros positivos para la naturaleza y las personas que aspectos negativos. Sin duda, el trabajo de nuestra asociación, y también de otras, y los cambios políticos y sociales ocurridos en España y Europa han evitado que la destrucción del territorio y de los recursos naturales sean mucho mayores. El trabajo de este medio siglo ha servido también paracambiar mentalidades, educar y sensibilizar a la población y sus representantes para un futuro más sostenible, y aunque ciertos sectores siguen a la contra, ya hay muchos ejemplos positivos de que es posible el cambio».

Entre los «sinsabores» que cita Pedro García, uno de los más dolorosos es sin duda la fallida adquisición de Cabo Cope al 'banco malo' en 2020 por 500.000 euros, que el Gobierno regional impidió ejerciendo su derecho de retracto: «Lo de fallido depende de cómo se mire. Cabo Cope fue adquirido por la Fundación ANSE a la Sareb para evitar que llegase de nuevo a una empresa inmobiliaria, después de que la Comunidad Autónoma y el Ayuntamiento de Águilas rechazaran nuestra petición de compra».

Esta operación frustrada terminó causando pérdidas económicas a ANSE, aunque al menos «la Comunidad termina siendo propietaria, como le había pedido ANSE, si bien no se compromete a aprobar la normativa de protección. En cualquier caso, la forma en que ha terminado llegando a la administración obliga a que el uso de Cabo Cope sea exclusivamente para la conservación y protección de la naturaleza, pues de lo contrario ANSE podría reclamar de nuevo la propiedad», advierte.

«Hemos aprendido de lo que no ha salido como hubiéramos querido y conocemos mejor a algunas personas, entidades, sectores económicos y sociales, pero pensamos que esto no debe hacernoscambiar en nuestra forma de trabajar y entender la conservación de la naturaleza. Creemos que el análisis de lo ocurrido deja a cada cual en su sitio», concluye.

– ¿Cómo cree que se les ve desde fuera?

– Creo que, cada vez más, como una entidad que trabaja mucho y de forma responsable para mejorar el mundo y la tierra que hemos recibido y que llegue en mejores condiciones a los que vendrán después de nosotros, y al resto de los seres vivos, sin olvidar el patrimonio. Y también, como una organización que busca el diálogo y el acuerdo con diferentes sectores sociales y administraciones, con respeto a las personas y a las instituciones, pero velando por el cumplimiento de las leyes y denunciando cuando debe hacerlo, en la medida de lo posible manejando la mejor información administrativa, científica y técnicadisponible.

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