El Salvador, pidieron pan y respondieron con balas
El sacerdote Joaquín Sánchez asiste a la beatificación de cuatro personas asesinadas en El Mozote durante la guerra civil de este país centroamericano y recupera la historia personal de estas víctimas
La beatificación, el 22 de enero en la capital San Salvador, de Rutilio Grande, Cosme Spessotto, Nelson Rutilio Lemus y Manuel Solórzano ha supuesto una inmensa alegría. No solo para el pueblo salvadoreño, sino también para tantos pueblos hermanos que han sufrido la violencia de los militares, policías y escuadrones de la muerte que estaban al servicio de una oligarquía política y económica. Fue una celebración multitudinaria, con representación de muchos países y allí estuvimos también los comités Oscar Romero de España.
El 12 de marzo de 1977 se celebraba la novena en honor a San José en El Paisnal. El padre jesuita Rutilio fue invitado a presidir una de estas eucaristías. Lo acompañaban Manuel Solórzano y el niño Nelson Rutilio Lemus. A las seis menos cuarto de esa tarde fueron asesinados a la altura del cantón (aldea) Los Mangos. El padre franciscano Spessotto fue acribillado mientras rezaba ante el tabernáculo del altar mayor de la iglesia parroquial, poco antes de la celebración de la eucaristía a las siete de la tarde del 14 de junio de 1980. La beatificación de estos mártires se une la de otros muchos y se une a ese pueblo que, por la terrible represión, es también martirial
¿Por qué lucharon y por qué murieron esos mártires? Por la fidelidad al evangelio, por ser fieles a esa misión de ser buena noticia para los empobrecidos y empobrecidas; por ayudar a despertar conciencias para cambiar un sistema explotador y represivo, lleno de crueldad y brutalidad; por pedir un trabajo digno y que se pagaran los salarios de jornadas agotadoras e interminables; por señalar a los causantes de tanto dolor y pedirles la conversión de su corazón.
No había odio. Se pedía un trato humano a ese pueblo campesino, que dejaran de considerarlos y tratarlos como animales.
Vivieron las injusticias que sufría su pueblo y vieron cómo parte de este se levantó en armas para luchar contra tanta impunidad e inmunidad. Vivieron cómo ese pueblo, cuando terminaba su jornada laboral, pedía su salario, su pan, y le respondían con balas, con una represión despiadada.
Estos seguidores de Jesús de Nazaret no huyeron. Acompañaron a su gente, compartiendo la vida y el destino, asumiendo que podían derramar su sangre, como así ocurrió. Tenían fe en el Dios de la vida, en el Dios con nosotros, sabiendo que podrían participar de la cruz, pero que, después de la cruz, viene la resurrección. El amor al pueblo desde la Fe y la Iglesia era tan grande, que el miedo a ser detenidos, torturados o asesinados quedaba vencido por esa ternura y ese amor a la gente campesina que era masacrada.
Fueron muchos asesinatos, muchas torturas, muchas desapariciones, muchas masacres despiadadas. Quiero recoger una de tantas y que ha pasado a la historia con el nombre de 'Las Luciérnagas en el Mozote'.
Su amor al pueblo desde la Fe era tan grande que el miedo a ser detenidos, torturados y asesinados quedaba vencido
La población civil de El Mozote pasaba un hambre terrible y fue convocada a la plaza del pueblo porque iban a repartir comida la Cruz Roja. Pero fue una trampa de los militares para congregar a toda la población en un punto. Una vez concentrada toda la población con el engaño, fue rodeada por los militares. Separaron a los hombres, las mujeres y los niños, llevándolos a tres lugares distintos.
Nos dijeron que las madres eran capaces de identificar los gritos de sus hijos e hijas ante su desesperación. Asesinaron a los hombres, asesinaron a las mujeres, violaron a niñas y después las mataron. Y asesinaron a los niños, incluidos bebés de pocos meses.
Cuentan que, en la noche, por encima de los cadáveres de los niños había lucecitas. Eran luciérnagas; para ellos, las almas de esas criaturas que subían al cielo.
Masacraban poblaciones porque los consideraban semillero de guerrilleros, incluidos los niños. Si había algún soldado que se negara a matar a un niño, era fusilado por cobarde y traidor. ¿Cuánto odio habría para disparar a un bebé de tres meses?
Al hilo de lo anterior, quiero recoger la historia de un capitán que comandaba un batallón y tenía que arrasar una aldea porque había guerrilleros en ella. Cuando llegó no los encontró, vio niños y niñas famélicos, mujeres y hombres hambrientos, personas mayores al borde del desfallecimiento. Se negó a disparar. Y eso le condenó a morir. Pudo huir y se unió a la guerrilla.
Todas esa masacres y asesinatos se basaba en considerar comunistas a quien no estuviera apoyando a la oligarquía y a sus políticos. Había que eliminarlos sin miramiento alguno y aplicando estrategias de tierra arrasada. Muchos catequistas fueron asesinados por llevar la Biblia, por anunciar el amor y la paz; con lo cual eran considerados comunistas. Por todo esto muchas poblaciones huyeron, buscando refugiado en Honduras y en otras zonas. En en esas huidas eran bombardeadas, acabando con muchas vidas.
Conocer para perdonar
Han pasado muchos años desde los acuerdos de paz y no se han cumplido. Se quiso construir la paz desde el desarrollo de todo el pueblo y no ha sido así. La idolatría del dinero y su lógica siguieron marcando la historia. A partir de ahí se ha intentado olvidar todo lo anterior. Pasar página. ¿Cómo se puede mirar al futuro dejando sin esclarecer miles de asesinatos y desapariciones? Hay miles de expedientes que recogen la vida y la muerte de personas y que exigen la verdad, la memoria y la reparación. Y no lo piden desde el odio, sino desde la justicia y el perdón, pero quieren saber a quién tienen que perdonar las víctimas.
Es la memoria martirial que no solo mira al pasado, sino que es un interpelación para afrontar los nuevos problemas sociales, como son la violencia, la corrupción política, la pobreza, un trabajo informal del 70% de la población, la violencia machista, la falta de pensiones, la deriva hacia el autoritarismo de gobiernos -en este caso, del presidente salvadoreño Bukele-, la criminalización de los defensores del medio ambiente, de la sociedad organizada, de ONG, de jueces y juezas…
Las luciérnagas sobre los cadáveres de los niños representaban las almas de esas criaturas que subían al cielo
Es la memoria martirial que nos dice que hay que entrar en conflicto con las grandes multinacionales que utilizan el extractivismo, que destruyen ríos y zonas boscosas.
Es la memoria martirial que lleva a activistas sociales a la cárcel. O son asesinados por oponerse a los planes de los poderosos.
Es la memoria martirial que nos dice que tenemos que caminar junto a las personas refugiadas y migrantes, a esas caravanas que huyen del hambre y de la violencia.
En definitiva, es la memoria martirial que nos dice que tenemos que estar al lado de las víctimas, de los desposeídos, construyendo un mundo desde el amor, el perdón, la libertad y los derechos humanos.