Saint Joseph 2020, un reducto de felicidad

Desear una cosa no hace que puedas tenerla. El problema del vino, es que todos, de vez en cuando, bebemos, o hemos bebido un poquito. Y algunos pensamos, ilusoriamente, que quizá con algo de tiempo, algo de paz, algo de dinero en el banco y logrando hacerse un hueco...: «pues yo también puedo ser sumiller».

Quizá sea como ese amor en el que la persona no correspondida es la intensa, quién sabe. Aceptamos la genialidad en el deporte como algo que no podemos alcanzar. Pero no es más probable llegar a ser sumiller que, no sé, tenista. Porque lo que hay que ser antes de intentar coger una raqueta es precisamente eso, tenista.

Yo no soy sumiller. Para serlo, debería hacer un pacto y reconocer ser un mediocre en una profesión que murió intelectualmente en el momento que internet se hizo con el mundo. Con las bodegas pasa igual. Existe la creencia de que es un negocio fácil, que con plantar cuatro viñas e ir un par de veces al año a la finca todos somos capaces de hacer vino. Y no se puede estar más equivocado. Ser bodeguero es un arte, no digo ya solamente ser enólogo. Me refiero a ser bodeguero, con todo lo que eso conlleva. Es un modo de vida, no una profesión. Y cuando conoces a uno de verdad, lo sabes.

Los hermanos Gonon son, sin duda, el epítome del bodeguero francés. Trabajadores, humildes, comprometidos y en gran parte geniales. Herederos del mito Raymond Trollat, del que no solo reciben su estilo, quizás representen -junto con Gripa y Jean-Louis Chave- el último reducto del tradicionalismo 'rodaniano'. En 2004 adquieren su mítica viña Aubert, plantada en 1915 y de la que se obtiene el 50% de la Syrah que hoy en día compone su Saint Joseph.

Es quizás ese estilo casi olvidado el que me atrae tanto, mezclando parcelas para darle complejidad a su vino, fermentando en abierto, con dos remontados diarios y con esos espectaculares fudres de 600 litros que apenas guardan el vino un año dentro. Es la viña de Trollat la que aporta la estructura que conocemos, la que le da el carácter elegante, con esa licorosidad característica de violeta.

El otro 50% de la uva empleada en este tinto proviene de sus viñedos familiares en St-Jean-de-Muzols, en el centro de la denominación. Esto es lo que le aporta la mineralidad y la frescura, haciéndolo un vino tremendamente longevo a la vez que mantiene la inmediatez necesaria en los tiempos de impaciencia en los que vive el mundo del vino hoy en día. Una combinación ganadora.

La pureza y el carácter distintivo de sus vinos, logrados a través de grandes 'terroirs', y un compromiso absoluto con los métodos de sus antepasados, han otorgado a Pierre y Jean un amplio reconocimiento como la 'Segunda Venida' del clásico Saint Joseph. Larga vida a Trollat y a los Gonon.

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