Alma de líder

Hay rosados que susurran con miedo y otros que vienen a sacudirte la boca. Minami Haru, el rosado de Casa Rojo, es de los segundos. Un vino que no se esconde, que no pide permiso, que aparece con fuerza, con luz propia y con el descaro elegante de quien sabe que tiene algo grande entre manos. Este rosado parcelario nace en el corazón del paraje de La Raja, en el Altiplano murciano, justo en la falda norte del precioso Parque Regional de la Sierra de La Pila. Un rincón donde el sol aprieta fuerte, pero la altura (y el talento) hacen magia. La finca Minami rodea la bodega como un anfiteatro natural, y de esas parcelas nace este vino que es todo precisión y carácter.

Aquí no hay prisas -'chi va piano va lontano', llevo tatuado desde hace años en la piel-. Vendimia manual en pequeñas cajas, selección extrema y un paso por cámara frigorífica durante 24 horas a 1ºC, porque los aromas son sagrados y en Casa Rojo lo saben. Las variedades -monastrell, syrah, garnacha y petit verdot- se vendimian entre finales de agosto y mediados de septiembre, cada una en su punto perfecto, y se elaboran por separado en pequeños depósitos de 3.500 litros.

La técnica utilizada es el sangrado, dejando el mosto en contacto con las pieles durante apenas 2 o 3 horas, lo justo para que el vino robe ese color salmón pálido, precioso, delicado, casi de acuarela, que luego luce como una joya en esa botella estilo borgoña transparente. Manteniendo los mostos a baja temperatura se aseguran una fermentación posterior, con la mezcla de variedades (perfiles muy distintos) ya ensamblada. No hay ni trampa ni cartón: esto es técnica, es selección, es respeto por la fruta. Y se nota.

En nariz, el vino es como una fiesta mediterránea en una casa ibicenca: flores blancas, fruta de hueso, un guiño cítrico y un fondo mineral que recuerda que este rosado tiene terruño, no solo estética. En boca es directo, limpio, con una frescura envolvente y una estructura que no esperas. Nada de rosado plano y olvidable: aquí hay músculo, tensión y mucha mucha clase.

Este Haru se embotelló en febrero de 2025, y ya apunta maneras de convertirse en uno de los grandes rosados del panorama nacional. Porque Minami Haru no juega a ser un rosado más: viene a hacerse un sitio en serio. Olvídate de los clichés: Este rosado de parcela no está aquí para acompañar ensaladas (que podría). Está para reivindicar que el rosado puede ser serio, profundo y vibrante. Que también puede liderar la mesa. Y sí, también puede ser el mejor vino del verano.

Shaman Rosé Grand Cru de Marguet es precisión, carácter y una personalidad que no se disuelve en lo fácil. Elaborado en Ambonnay, uno de los pueblos más míticos de la Champaña, este rosé biodinámico es una mezcla afilada y sensual de pinot noir y chardonnay, con crianza de unos 24 meses que aporta profundidad sin perder frescura.

El color (rosa pálido, casi piel de pomelo) ya te avisa: esto va fino pero va fuerte. En nariz, fruta roja vibrante, toques de cítricos, flores marchitas y una tensión mineral que corta el aire. En boca, afilado, seco, salino, con burbuja firme y final largo como un recuerdo que no quieres soltar. No es un champagne más: es un vino con alma, con origen, y con esa elegancia cruda que se agradece.

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