Por fin llegan los meses con R. La sombra de 'coger cualquier cosa mala' por el desove de mejillones y otros mariscos ha desaparecido. Porque ¿ ... a quién no se le hace la boca agua ante una hermosa fuente de mejillones? Su llamativo color naranja destaca en el interior de las conchas, resplandecientes en azules, rosas y morados, como joyas de sirena. Conchas que nuestros remotos antepasados usarían como cucharas, en un alarde de lujo primitivo. Porque sepan ustedes que en esta tierra había mejillones desde el Paleolítico, y nuestros tatarabisabuelos los recolectaban; que ahí están los fósiles que se han encontrado en El Valle, Carrascoy y otras sierras murcianas. Y arpones hechos con huesos de ciervo, que eran mañosas las gentes hace millones de años, y cuando no estaban cazando enormes bichejos, o peleando con sus vecinos, los hacían para pescar y marisquear.
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El mejillón ha estado presente en el alimento de las más viejas culturas, tenían un gran valor nutritivo. Muchas vitaminas: A, B, C, D, E, y K; ácidos Omega-3, zinc, calcio, hierro, muchas proteínas y pocas calorías, buenos para la vista y los huesos, antiinflamatorios... y muy afrodisíacos. Viven en las zonas marinas costeras, y en Galicia son famosas las bateas, unas estructuras flotantes. La primera se fondeó en la ría de Arousa en 1945. El mejillón es un molusco bivalvo, muy sociable, que vive en colonias de rocas a las que se agarran. Se alimentan con plancton a través de la filtración del agua, y otras minúsculas partículas. Se conocen varios tipos: el 'mytilus edulis' o mejillón común, 'mytilus gallo provincialis' o mediterráneo, el mejillón de Chile y el Dorado.
Ocho siglos antes de Cristo, los celtas los recolectaban con la bajamar, en las rocas que bordeaban la costa. Griegos y romanos fueron de los primeros en cultivarlos y consumirlos. Los romanos los recogían y los llevaban a criaderos artificiales, donde los reproducían. Hasta Apicius, el célebre gastrónomo, tenía recetas suculentas. Preparaba una salsa de garum, puerros, vino de pasas, comino, ajedrea, y su poquito de agua, y en ella cocía los mejillones.
Galicia fue pionera en España, en su ría de Arousa, donde pueden llegar hasta 15 centímetros de longitud. Pero su momento estelar llegó en el siglo XVIII, con Francisco Martínez Montiño, escritor, gastrónomo y cocinero mayor de tres Reyes, Felipe II, Felipe III y Felipe IV. En un tiempo en que reinaban las ostras en escabeche, Montiño los metió en el menú real. No eran comida de pobres, que había que llevarlos en barriles, desde el puerto de Aveiro hasta Castilla.
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Sí, están buenos, pero hay que tener cuidado. No tomar más de medio kilo. Se aconseja comerlos para cenar, porque se digieren con facilidad, y al día siguiente lo van a notar, porque se levantaran más ligeros. Con hervirlos 8 minutos es suficiente. Al comerlos pueden sacarlos con un tenedor, o comerlos directamente de la concha. Y si hay confianza... con los dedos. Y regados con un buen vino blanco, muy seco, y fresquito.
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