Por varias razones, estos días están siendo propicios para pensar en Ibn Razin al-Tuyibi. Cuando el autor murciano del siglo XIII del recetario andalusí ' ... Fāḍilat al-Jiwān fī ṭayyibāt al-ṭaʿām wa-l-alwān', el libro de gastronomía más antiguo de España, traducido como 'La excelencia de las delicias sobre los buenos manjares y los colores', se refiere al «relieve de las mesas», está evocando una imagen refinada de la presentación culinaria, propia del arte de comer en al-Ándalus. Esta expresión puede entenderse en varios niveles: atendiendo a una descripción visual y decorativa, el «relieve» hace alusión al «aspecto ornamental de los platos servidos», donde la comida no solo debía ser sabrosa, sino también atractiva visualmente, casi escultórica; atendiendo a platos abombados o dispuestos en formas geométricas (pirámides de arroz, montículos de carne guisada, frutas apiladas) o atendiendo a una decoración con frutos secos, hierbas o salsas de colores, que creaban contrastes visuales. O, incluso al empleo de moldes para dar forma a dulces o masas, algo muy común en la repostería andalusí. En la cultura culinaria refinada de al-Ándalus, la estética de la mesa era tan importante como el sabor. Un plato bien presentado debía recordar a la geometría, al arte floral o incluso al paraíso prometido.
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Pero puede tener la referencia al relieve una dimensión simbólica y poética, ya que en el lenguaje cortesano andalusí, y particularmente en la prosa adab (de conocimiento y comportamiento, hoy podría ser urbanidad), y la literatura gastronómica, el término «relieve» puede tener un sentido metafórico, asociado al arte del equilibrio y la abundancia sin exceso, a la elevación espiritual mediante la armonía sensorial, incluso a la riqueza visual como reflejo del orden cósmico. Así, una mesa con «relieves» evocaba la «elevación de los sentidos» y de la inteligencia a través del gusto, como un espejo del universo.
Se le puede vislumbrar una influencia del estilo bagdadí y persa, porque la expresión puede también reflejar la influencia del modelo oriental refinado, especialmente el persa y bagdadí, donde la mesa de los banquetes era «una obra de arte efímera», cuidadosamente diseñada en capas, formas y colores. Estos relieves recordaban a miniaturas arquitectónicas comestibles y, en todo caso representaban un simbolismo del jardín celestial, que debía reflejarse en la disposición de los manjares.
Aunque no siempre usa esa palabra de forma literal, en el recetario Ibn Razin insiste frecuentemente en el esplendor de los colores, la noble disposición de las piezas, y la proporción en el orden de los platos, lo que equivale a decir: la mesa debía tener «relieve», es decir, «volumen, variedad y armonía visual».
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En suma, «el relieve de las mesas» en Ibn Razin aluden a la presentación tridimensional y cuidada de los platos, al uso de formas y colores para exaltar los sentidos y a una aspiración a una mesa armoniosa, artística y elevada, reflejo del conocimiento y del refinamiento andalusí.
Para Ibn Razīn, la mesa no era solo una superficie, sino un espacio de comunión sensorial, espiritual y artística. El relieve de la mesa se convierte en metáfora del esplendor perdido de al-Andalus.
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