Garum | La crítica

Café Bar Gran Vía, solera segureña

A mí me gusta apoyar el codo. En una punta, tres jubilados se han hecho fuertes y las conversaciones van entrelazándose con las cañas, las risas y las marineras. «No te 'enfollones' que te vienes arriba y pagas la cuenta», le advierte el más joven al más alto. Al otro lado, una pareja espera con una copa de vino blanco una lata de berberechos. Tras la barra se pueden contar hasta nueve camareros que van de un lado a otro ofreciendo hueva de mújol con almendras marconas, berberechos, navajas o mejillones en escabeche; ensaladilla de marisco y rusa; marineras, marineros, bicicletas, matrimonios y algo de marisco como quisquilla cocida, almejas o cigalitas pequeñas. Y poco más.

Pero es que a este bar no le hace falta nada más. Quizá, un poco más de espacio, aunque no recuerdo ni una sola vez que haya tenido que irme desesperado por no recibir mi caña a tiempo, aunque me la haya tenido que comer en la contrabarra del local que sirve de apoyo para la segunda fila de clientes o incluso fuera del bar. Pero el servicio siempre es rápido.

Algunos creen que la clave de hacer una de las mejores marineras de la Región se debe a la circulación de género, lo que propicia que ni la ensaladilla, ni la anchoa, ni la rosquilla se pongan malas. Otros, a la calidad de la ensaladilla, muy sabrosa y equilibrada y, la mayoría, al hecho de que una buena anchoa cortada hasta en cuatro veces solo es el colofón a un conjunto de ingredientes que forman la experiencia perfecta.

«A mí pídeme la ensaladilla en plato que siempre se me rompe la rosquilla», dice un vecino de barra a su acompañante. Mientras, otra fuente de ensaladilla rusa sale de la cocina dispuesta a seguir haciendo felices a todos los murcianos que nos acercamos con amigos de fuera o sin ellos. Es posible que la marinera se haya inventado en Cartagena pero, sin duda alguna, una de sus embajadas más importantes se sitúa en el Café Bar Gran Vía.