30 años de Parlamento Andaluz en el centro de Murcia
Pepe Rubiales y su hijo José María repasan el pasado, el presente y el futuro de una de las tabernas más emblemáticas de la capital, que celebra sus tres décadas de vida con unas peculiares jornadas gastronómicas y mejor salud que nunca
Pasan unos minutos de las once de la mañana del martes y en el Parlamento Andaluz, la pequeña taberna escondida en el callejón Albudeiteros junto al Teatro Romea, no cabe un alma. En la puerta esperan una decena de trabajadores, embutidos en su mono de la obra, para dar cuenta de la hora del almuerzo. Pero no, lo siento, disculpe, ahora es imposible hacerse un hueco en el reducido espacio de la taberna. Y da igual que sea martes por la mañana que sábado por la tarde. En el Parlamento Andaluz es difícil entrar y pillar un sitio en condiciones, pero se hace mucho más difícil salir de aquí cuando uno coge carrerilla con los quintos bañados en hielo, los mejillones gigantes con patatas, el jamón de Jabugo y el tocino de veta.
Y esto es una sensación que sigue patente en la taberna desde que el establecimiento abrió sus puertas en 1994, hace ahora tres décadas, en el mismo emplazamiento donde hoy sobrevive esta tasca de unos pocos metros cuadrados que ha sufrido diferentes avatares y varias reformas -la última hace dos años, tras un incendio que vino después de la pandemia- pero que sigue teniendo el mismo ADN que hace 30 años. La misma pintura verdiblanca, el mismo sabor a tradición y la misma pasión por agradar al cliente que se trajo el fundador del local, Pepe Rubiales Cortés, cuando llegó a Murcia procedente de Atajate, el pueblo más pequeño de la provincia de Málaga. Don Pepe, faltaba más, siempre tiene sitio en el Parlamento Andaluz. Luce sombrero de ala ancha, chaqueta oscura con clavel rosa «reventón» en la solapa -«recuperado de La Machacanta, de los que se ponían las murcianas en el pelo», se jacta- y ahora, a punto de cumplir los 78 años después de «sortear» un aneurisma y un cáncer, también se acompaña de un bastón que le aporta mayor prestancia, si cabe. Pero lo utiliza poco. Las piernas siguen respondiendo.
Don Pepe ocupa rápido ese sitio privilegiado que solo unos pocos logran disfrutar de vez en cuando -hay que estar muy atentos al quite y armarse de paciencia, incluso si eres un Rubiales-, que es el llamado 'saloncito'. Aquí no caben más de cuatro personas y hay fotos de la Virgen del Rocío vestida de pastora, de pases de toreo de Curro Romero y Manuel Caballero, de Camarón de la Isla y de una bellísima Rocío Jurado con un mensaje manuscrito adjunto: «Hasta la última gota». De la vida, por supuesto.
Este es uno de los pocos rincones del local que no han sufrido cambios en estos últimos 30 años. «Le pedí a mi hijo que no lo tocara», confiesa Pepe, cuya sonrisa no se puede pedir ni forzar por las buenas y mucho menos por las malas. Mejor mencionarle al Betis, su Betis, 'manque' pierda.
Para entender y explicar las tres décadas de vida de esta taberna, orgullo de los andaluces de Murcia y referente para los murcianos enamorados de Andalucía, no hay nada como tomarse un Barbadillo con este caballero andaluz. Que lo mismo recita un fandango de El Cabrero, que te pone el clavel en la nariz, que pide una tapa de morcilla de su pueblo -delicatessen, por cierto-, que recoge unos vasos vacíos de unas mesas -pese a llevar jubilado varios años- que sentencia sin dudar que la hostelería en todo este tiempo ha cambiado mucho, «pero para mal». Hostelero de toda la vida, Pepe Rubiales cree que «ya no se respeta al cliente». En el Parlamento Andaluz, sin embargo, la satisfacción plena de todo aquel que entra por la puerta ha sido siempre el epicentro del negocio. «El cliente es lo primero. Servicio y producto, sí. Pero todo por y para el cliente, que es el que trae el dinero en el bolsillo. Y ahora hay muchos sitios que no respetan al cliente, con camareros que duran cuatro días y a los que les da todo igual».
-¿Pero el cliente siempre tiene la razón?
-Siempre. Y si no la tiene, también se le da. ¿Del Madrid? Del Madrid ¿Del Barsa? Pues del Barsa.
«Estoy muy orgulloso de saber que esto no morirá conmigo», se emociona Pepe Rubiales al observar el trajín en la taberna
Mientras el hijo y actual capitán del barco exprime el portátil atendiendo las tareas propias del negocio, que en estos 30 años se ha expandido con éxito con varios locales y muchos miles de 'parlamentarios' y 'tránsfugas' matando el hambre de miles de murcianos, al patriarca le brillan los ojos observando el trajín propio de la taberna: «Estoy muy orgulloso de saber que esto no morirá conmigo», resume. Un brillo parecido al que deja el hielo resbalando por el vidrio de las cervezas, o el de la grasilla del jamón iberico. Esos jamones de bellota 100% ibérico que penden sobre las cabezas de los clientes. Las espadas de Damocles más deliciosas y deseadas nunca vistas. En este caso, 'espadas' de Sánchez Romero Carvajal.
«Trabajo me costó sacar el 'parlamentario'», recuerda el fundador de la tasca. «Yo quería hacer un bocadillo que no tuviera nadie -con su tocino, su jamón y su chorizo picante- pero era muy difícil encontrar aquí los productos que yo buscaba». Así que Pepe Rubiales se marchaba a Jabugo (Huelva) a comprar el tocino -«a peseta el kilo», puntualiza-. Después a Extremadura, a por el chorizo picante. El 'tránsfuga', el otro bocadillo estrella del establecimiento dentro de una carta trufada de exquisiteces, surgió una Semana Santa en la que los clientes se quejaron de que no podían comerse la carne del 'parlamentario' -«entonces se guardaba mucho la vigilia», recuerda Rubiales-, y hubo que reinvertarse con un emparedado de «caballa -la mejor de España, en Tarifa, de Diego Piñero-, queso fresco y pimiento morrón». ¿Y por qué el nombre de 'tránsfuga'? «Porque es el bocadillo que se sale de la norma», razona el patriarca, que fue camarero durante muchos años antes de coger este local «en ruinas» en 1994.
El que no se ha salido nunca de la norma en estos 30 años ha sido el Parlamento Andaluz: «Si tú cuidas al cliente, nunca fracasas», insiste Pepe Rubiales con la aprobación de su hijo José María, que también saca pecho con el ambiente del local tras la última reforma, cuando la barra dejó paso a una isleta central con quintos y tercios de cerveza bañados en hielo picado que los clientes rodean y pueden ir abiendo a su antojo, sin esperar la atención de unos camareros que no paran quietos ni un segundo. Un lujo asiático. O, mejor dicho, un lujo andaluz en el centro de Murcia.
-Con este nuevo sistema puede que alguna cerveza se pierda por el camino a la hora de hacer la caja, ¿no?
-Bueno, pero nos fiamos mucho de la gente que viene a nuestra casa. Somos muy confiados. Algunos de ellos son hijos y nietos de nuestros primeros clientes.
José María Rubiales subraya la fidelidad de la parroquia del Parlamento Andaluz como uno de los grandes baluartes del local, donde ahora entra «algo más de gente». Cuatro o cinco amigos más, tampoco vamos a ponernos estupendos. Ahora, los camareros ya no tienen barra como tal -a excepción de un pequeño rincón donde se cortan bocadillos a un ritmo frenético- «y se mueven entre los clientes pasando platos, vinos y cervezas». Un nuevo concepto, pero sin perder un ápice del sabor de siempre.
Ocho sabores andaluces
El pasado, el presente y el prometedor futuro del Parlamento Andaluz -con permiso de fuegos y pandemias- se volvió a celebrar en la taberna el pasado 29 de febrero, Día de Andalucía. Pero esta vez con unos clientes ilustres. Algunos de los mejores embajadores de Andalucía en la Región de Murcia, y viceversa. José María Rubiales, que ha crecido entre estos jamones y pancetas y ha hecho el negocio familiar aún más grande -siendo igual de pequeño-, ya venía pergeñando desde hace tiempo una celebración especial con motivo del trigésimo aniversario del establecimiento. Y este cumpleaños especial se materializará a partir de mayo con unas jornadas gastronómicas muy particulares. Porque serán estos ocho andaluces de Murcia -¿o murcianos de Andalucía?- los que aporten «el plato típico de su provincia de origen que más les guste, o que más les transporte a su infancia, que trabajarán en colaboración con el equipo del Parlamento Andaluz para la ocasión».
Ocho andaluces de la Región ofrecerán los mejores platos de sus provincias de origen en las jornadas con las que celebrarán los 30 años de vida del local
Los ocho platos aún están por determinar, así como las ocho fechas en las que se repartirán las jornadas, que comenzarán a partir de mayo. Lo que sí sabemos son los autores, que ya intercambiaron algunas ideas el pasado 29 de febrero. Así, la propuesta de Almería correrá a cargo de María Dolores Acién, responsable de Publicidad de Grupo Cope en Murcia. Por Cádiz, el turno será para el plato de Óscar Girón, cirujano pediátrico del hospital Virgen de la Arrixaca, mientras Rafael García 'Bebe', jugador del Jimbee Cartagena, se encargará de la creación cordobesa. Otro médico, Javier Hidalgo, será el responsable del plato granadino; y el cirujano torácico Andrés Arroyo hará lo propio con los sabores de Sevilla.
Además, el director comercial y de marketing del UCAM CB, José Miguel Garrido, tendrá la responsabilidad de poner sobre la mesa su plato preferido de su Huelva natal, mientras el asesor jurídico de la Comunidad Autónoma Ángel Luis López de la Torre presentará la propuesta originaria de Jaén. Por último, Málaga correrá por cuenta del malagueño más ilustre de todo el parlamento andaluz de la Región de Murcia, al menos en lo que a sabores andaluces se refiere: el propio Pepe Rubiales, que disfruta de los manjares de su tierra mientras sienta cátedra sobre las partes más deliciosas de nuestro querido amigo el cerdo: «El tocino hay que colgarlo, como los jamones, para que se cure debidamente».
Y, entre sorbo y sorbo de manzanilla, vuelve la rima: «Se me agarra a la garganta la nostalgia de mi tierra; soy de Huelva para cantar los fandanguillos valientes. Ay, amigo, cuánto lo siento, tú no has tenido esa suerte». Reconoce además que de Andalucía le gusta «todo, hasta el rabo, desde Huelva hasta Almería». Y llega el momento de marcharse, aunque aún quede vino en la botella y por difícil que parezca levantar el campamento. Porque, igual que no hay mayor pena que la de ser ciego en Granada, la única pena que se siente en el Parlamento Andaluz es la de tener que salir por su puerta.
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