La lucha contra reloj por la vida de Vincenzo Antenucci, fisio de El Palmar, que necesita un trasplante de corazón
El joven italiano, de apenas 28 años y trabajador del equipo de Tercera Federación, espera con urgencia tras serle detectada una enfermedad hereditaria
El tiempo se agota. Una vida se apaga. Las agujas del reloj giran en contra de Vincenzo Antenucci, fisioterapeuta de apenas 28 años recién cumplidos que se encuentra ingresado en la Unidad de Cuidados Intensivos de La Arrixaca a la espera de un trasplante de corazón que le permita seguir disfrutando de su vida, esa que comenzó a pararse la pasada Navidad. Hace menos de un mes le detectaron una enfermedad hereditaria en uno de los órganos más importantes del cuerpo. Los ventrículos izquierdo y derecho de su corazón apenas funcionan y necesita ayuda. Está conectado a una máquina que le mantiene vivo.
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Natural de Campobasso, una pequeña región del interior de Italia, este fisio que aterrizó en Murcia hace menos de una década trabaja para El Palmar, equipo del Grupo XIII de Tercera Federación. También lo hizo para Los Garres, conjunto que ahora milita en la Preferente murciana. Ha dedicado sus últimos años a formarse para cuidar de los músculos de futbolistas y de todos aquellos que solicitaban sus manos para sentirse mejor. Ahora, él está al otro lado de la historia. Depende de que alguien le preste su corazón para que siga bombeando su vida.
Todo comenzó dos días antes de Nochebuena. Vincenzo le pide a Manuel, jefe de comunicación de El Palmar, que le lleve a casa después del encuentro que el equipo jugó contra el Muleño porque se encontraba «muy mal, muy cansado». Solo seis días después va al médico con un fuerte resfriado y los pulmones algo tocados. «Pensaban que era la gripe que tanto ha afectado a mucha gente en este invierno», confiesan desde su entorno.
«Vincenzo es puro alegría y de ello inunda el vestuario. Entrar a la sala de fisios y no verlo es algo inexplicable. Cada vez que nos suena el móvil se nos ponen los pelos de punta»
Calata
Entrenador de El Palmar
Nada hacía presagiar la pesadilla que se avecinaba tras Navidad. A la semana de salir de La Arrixaca, acude al hospital Morales Meseguer porque «me cuesta mucho respirar», decía el propio Vincenzo. Ahí es donde comienza a venirse todo abajo. Le comunican que tiene un grave problema cardiovascular y cada día que transcurre va empeorando. Pasan las horas y la vida de Vincenzo empieza a peligrar.
Una historia familiar
En su familia no lo pueden creer. «Vivimos este momento con enorme tristeza pero con serenidad», explicó el padre del joven, Ottavio Antenucci. La historia se repite, pero dejando aún más dolor si cabe, una angustia inaguantable. El abuelo de Vincenzo murió un año antes por culpa de un infarto. El padre de la familia sufrió otro ataque al corazón hace apenas 7 meses. Ahora es un joven fisioterapeuta de 28 años el que se debate entre vivir o morir.
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Hace siete días le detectaron una infección en el hígado y entre un tratamiento de diálisis y un cóctel de medicinas parece que se recupera favorablemente. Pero Vincenzo sigue en código cero. Su situación es extremadamente grave. La familia está sumergida en un dolor indescifrable. En un miedo aterrador. Viven entre las cuatro paredes de un hospital con la esperanza inagotable, de momento, de que suene el teléfono. Una llamada que suponga un rayo de luz entre tanta tormenta. Un aviso de que hay un nuevo corazón para Vincenzo.
«No podemos ponernos en contacto con él porque cualquier acelerón de las pulsaciones puede ser fatal. Nos ha ayudado tanto que nuestra mayor impotencia es no poder hacer nada por él nosotros ahora»
Antonio Escribano
Jugador de El Palmar
Un golpe donde más duele
En el vestuario de El Palmar, el fútbol ha quedado en un segundo plano. Existe un vacío imposible de llenar. El técnico del equipo, Calata, se enteró dos días antes del partido que enfrentaba a su equipo contra el Caravaca que el corazón de Vincenzo no funcionaba. El entrenador decidió guardar la noticia hasta después del encuentro. Al comunicarlo, los jugadores no aguantaron el dolor que suponía el sufrimiento de un amigo. «Hubo muchos que no aguantaron las lágrimas. Fue un palo tremendo. No nos los creemos ninguno. Hace un mes estábamos celebrando mi 50 cumpleaños y fue de los que más disfrutó. El fútbol es un hobby con el que disfrutamos y él solo nos transmite alegría y ahora es imposible pasarlo bien jugando a este deporte», confiesa Calata.
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«Vincenzo es pura alegría y de ello inunda el vestuario. Entrar a la sala de fisios y no verlo... no puedo ni explicar lo que siento. Cada vez que nos llaman o nos suena el móvil se nos ponen los pelos de punta», añade un entrenador que intenta levantar a un vestuario en mitad de unos de los peores momentos que ha vivido en su carrera.
Hay futbolistas de la plantilla que comparten más que horas de camilla y trabajo físico con Vincenzo. Para algunos es como de la familia. Es el caso de Antonio Escribano, jugador de El Palmar, que pudo disfrutar de su compañía horas antes de ser ingresado. «Parecía que estaba mejor de la neumonía y luego le detectan lo del corazón. Se me cayó el mundo al suelo. Compartimos muchas horas de coche porque vamos y volvemos juntos de los entrenamientos, comemos en nuestros días libres... es parte de mi familia».
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El dolor se hace más insoportable todavía al jugar a escasos metros de la habitación en la que está ingresado y no poder verlo ni siquiera a través de un cristal; ni un simple mensaje por Whatsapp. «No podemos ponernos en contacto con él porque cualquier acelerón de las pulsaciones puede ser fatal. Me tiro de los pelos de pensar que lo tengo tan cerca y no puedo hacer nada. Es una persona que ha ayudado y trabajado tanto por la gente que nuestra mayor impotencia es no poder hacer nada por él nosotros ahora», señala Escribano.
Amigos, familiares y compañeros de equipo inundan las redes con mensajes en busca de un trasplante que convierta esta pesadilla en un susto.«Es nuestro fisio, nuestro amigo, parte de nuestra familia. Es una persona increíble, trabajadora, humilde y que da todo por los demás. Tiene un corazón gigante, aunque precisamente sea este el que está dejando de funcionar. Necesita urgentemente uno nuevo. No priorizamos la vida de nadie, pero pedimos que si conoces a alguien que se encuentre en la lamentable situación de despedir a un familiar y no es donante que piense en la vida que puede salvar», indicó El Palmar y compañeros de profesión en sus redes sociales.
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