Urbanismo táctico
MESA PARA CINCO ·
Hablamos de la utilización del diseño urbano para provocar, mediante la acción a corto plazo, cambios a largo plazo, modificaciones en la forma de vivir el lugarEl pasado 27 de abril se celebraron en el Cuartel de Artillería de Murcia las V jornadas del foro Futuro en Español bajo el título ' ... Ciudades sostenibles'. En esta ocasión los ponentes apuntaron líneas de acción muy interesantes, y es precisamente una de las herramientas que allí se señalaron, el urbanismo táctico, la que traigo hoy aquí para intentar cimentar un concepto que, por mediático, puede correr el riesgo de ser banalizado.
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Lo primero es exponer su definición precisa; como indica Mike Lydon, autor del libro 'Urbanismo táctico' (2013), estamos hablando de la utilización del diseño urbano para provocar, mediante la acción a corto plazo, cambios a largo plazo. Es decir, que las actuaciones tácticas buscan la modificación en la forma de vivir el lugar, con una clara vocación de avanzadilla de algo más perfeccionado y consolidado, en el caso de que los cambios producidos se demuestren positivos y valiosos. Se trata por tanto de plantear transformaciones rápidas, económicas y desmontables como oportunidad para provocar y testear mutaciones positivas en el uso de la ciudad.
En este sentido, el urbanista y exalcalde de Curitiva Jaime Lerner ya decía que la idea de que las acciones solo deben emprenderse después que se han encontrado todas las respuestas y todos los recursos, es una receta segura para la parálisis. Pues bien, uno de los argumentos a favor del urbanismo táctico es precisamente que permite analizar propuestas antes de gastar recursos en hacerlas estables y duraderas.
Estas intervenciones se pueden abordar con las partidas habituales de los recursos destinados a mantenimiento, movilidad o parques y jardines
Pero esta metodología tiene algo más de profundidad.
Por un lado, el hecho de ser una herramienta para instigar el cambio significa que no es banal, sino que nace de la detección de un problema o una oportunidad de mejora y se concreta en operaciones puntuales de pequeña escala que pueden lograr cumplir con su objetivo sanador a nivel local, o concatenarse con otras acciones para acabar provocando cambios globales en la forma y el uso del espacio público. Esto es lo que Lerner llamaba acupuntura urbana allá por los inicios del siglo XXI.
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Por otro lado, estas intervenciones se diseñan bajo la premisa: riesgo bajo y alto potencial de recompensa; es decir, el urbanismo táctico no necesita grandes inversiones para llevarlo a la práctica. Generalmente se puede abordar con las partidas propias y habituales de los recursos destinados a mantenimiento de infraestructuras, movilidad o parques y jardines. Lo que sí exige es un seguimiento para analizar y extraer conclusiones sobre su funcionamiento de cara a las actuaciones que hagan perdurables las transformaciones perpetradas.
También está claro que el urbanismo táctico es interactivo más que participativo, pero si incorpora la participación ciudadana en el diagnóstico o se tiene en cuenta y se da voz a la ciudadanía en alguna de las fases del proceso creativo, permite reforzar los sentimientos de comunidad, además de facilitar la aceptación y la interacción.
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En definitiva, hablamos de detonar cambios en la vida urbana por medio de intervenciones temporales atractivas y estimulantes.
Pero, también es cierto que no es la panacea y sobrevuelan algunas dudas sobre su potencial transformador, sobre todo si se reduce a actuaciones superficiales que, a la postre, molestan más que facilitan. Además, por su propia naturaleza, bajo coste y en ocasiones espontaneidad, puede provocar rechazo al percibirse como simples experimentos que se degradan rápidamente.
Y, por supuesto, existe el riesgo de su instrumentalización malintencionada cuando se emplea en lugares fáciles de visualizar, pero no verdaderamente necesitados. Hablamos entonces de un dispositivo de marketing urbano disfrazado de mecanismo para mejorar la ciudad.
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Tal vez todas las críticas que se hacen a las intervenciones basadas en el urbanismo táctico no estén exentas de parte de razón, pero, aun admitiéndolo, no se puede desdeñar su indudable capacidad para influir positivamente en la ciudad, aunque sea a pequeña escala. Como siempre, todo depende de la ética y el rigor con los que se afronte su utilización y de comprender que su función no es otra que la de abrir el camino de la transformación urbana hacia un futuro mejor.
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