Tres hermanas, ocho tazas y un mismo destino
María Rodríguez, directora y dramaturga, presenta todos los miércoles de abril su versión del clásico de Chejov en la sala pequeña del Teatro Circo Murcia
Josemi Vázquez
Martes, 16 de abril 2024, 00:37
Arthur Miller decía que «el teatro no puede desaparecer porque es el único arte donde la humanidad se enfrenta a sí misma». Razón, desde luego, no le falta. Un claro de esa lucha contra la propia existencia del ser humano –así como la de dedicarse al teatro– es 'Las tres hermanas' (1900) de Anton Chéjov. Una obra que, aunque carece de acción física, posee una gran carga psicológica, una hecatombe de emociones y reflexiones que llevará a sus personajes a replantearse el sentido de la vida. Pero, ¿qué ocurriría si se adaptara dicha dramaturgia al siglo XXI? Marcos Montagud (Irina), Mario Salas de Rueda (Masha/Tusenbach) y José Ortuño (Olga/Vershinin), bajo la batuta de María Rodríguez –directora de Elpreciodelpeine, galardonada con el Premio a la Mejor Interpretación en la Mostra Teatre Denia 2022, y primer premio a las Artes Escénicas Creamurcia 2022 con el espectáculo 'Mi hermana acaba de tener un hijo– presentan su propia versión de 'Las tres hermanas' en el escenario del Pequeño Gran Teatro del Teatro Circo Murcia todos los miércoles, a las 20.00 horas, hasta el 1 de mayo (entradas a 10 euros).
Masha, Olga e Irina son tres hermanas que viven junto a su hermano Andréi en una casa rural en Rusia. Fallecida la madre y transcurrido un año desde su muerte, la familia confía en el inicio de una nueva vida en Moscú, donde transcurrió su infancia. «Yo sabía que había algo de Chéjov que conectaba conmigo, pero no iba a meterme en un Chéjov realista. Descubrí a Chéjov por 'Tío Vania', pero no quería hacer algo que ya había visto. Quería hacer algo que conectase conmigo», confiesa María Rodriguez, directora de esta versión contemporánea del dramaturgo ruso.
Detrás del telón
El origen de su elenco es cosa del destino. A Mario lo conoce durante sus estudios en Madrid. Ambos trabajaron en proyectos mutuos, lo que los llevó a desarrollar esa química que ahora bien se plasma en su trabajo. Con Marcos, fue una conquista a primera vista. La directora le vió actuar en un par de obras y dijo :«Yo le necesito en mi obra». Ortuño fue el último en llegar. «Me llamó a las diez de la noche, yo estaba en Santa Eulalia (Murcia) de cervezas. Ella me contó su propuesta y le dije que sí», admite José Ortuño.
«Me siento parte de esas tres hermanas. Sin Jorge [Fullana] y mi hermana, no sé si hubiera podido llevar esto adelante»
Si algo hace característica esta obra es la sólida conexión que existe entre los actores. 'Empezamos siendo casi desconocidos, y terminamos siendo casi una familia', comparte Ortuño mientras da su primer sorbo al café, y añade: «La dirección nos ha permitido experimentar. Todo ha sido muy entre todos».
La obra cuenta con un total de 13 personajes, pero en esta nueva versión, solo se verá en escena a tres hermanas. El resto del elenco será representado por tazas que hablan por sí mismas, una idea que dota al montaje de gran humor, pero sin renunciar al drama que acontece. «Mi sobrino estaba jugando con tacitas de té y en la obra hay una fiesta. Cogí su juego de tazas y fuimos probando propuestas. Cuando Jorge Fullana, técnico de iluminación, espacio escénico y ayudante de dirección, nos vió jugando con las tazas, apostó por aquella idea», recuerda la dramaturga. La gama de colores de los personajes masculinos baila sobre los tonos fríos, mientras que los femeninos lo hace sobre los cálidos. Las hermanas –y Andrei–son asignadas con tazas blancas.
El código de esta obra se define en el simple pero curioso hecho de cómo un personaje coge una taza y, según la manera y el color de la taza, es un personaje u otro. Pero no solo prima todo lo que se ve sobre el escenario, a veces, el sonido o la iluminación, tienta a observar más allá de la realidad, sugiriendo nuevos espacios o emociones. Un juego de los cinco sentidos muy logrado que desde el primer momento atrapa al espectador llevándolo al 'ahí' que ansía la directora.
Sobre el escenario
La obra arranca con un monólogo interpretado por Marcos (Irina) que reflexiona sobre si abandonar el teatro o no; un dilema que toda persona que ha pertenecido a dicho mundo –o pertenece– se ha llegado a cuestionar. De entre todas las frases, hay una que deja atónito al público: «Amo el teatro porque Chéjov, a más de 4.000 kilómetros de distancia, sin conocernos, nos retrata».
Para María Rodríguez, esta obra va más allá de lo que cuenta. Recoge, en gran parte, misceláneas de su vida con las que se siente identificada. «Esto que a mí me pasa, de creerme que lo que yo quiero es lo que va a llegar, y nunca es lo que es, y siempre que llega es otra cosa que va a llegar y siempre está ahí. Eso es lo que me ha enseñado Chéjov y por eso quiero compartirlo, porque quiero compartir mi visión de la obra».
Durante el transcurso de los actos, los personajes se ilusionarán, se decepcionarán, cogerán fuerzas, tendrán ganas de vivir, de morir. Pero si hay algo que muchos directores, dramaturgos o entendidos del teatro han pasado por alto en cualquiera de sus análisis sobre el subtexto de esta pieza, es que son tres hermanas: tres hermanas que se apoyan la una sobre la otra. «Yo me siento parte de esas tres hermanas. Sin Jorge y sin mi hermana, no sé si hubiera podido llevar esto para adelante».
Reconciliación
Además de un texto adaptado al lenguaje del siglo XXI o un juego de luces hipnótico, esta versión de 'Las tres hermanas' apuesta por el folclore español, a través de coplas que irán diseccionando esa vorágine de emociones que tiñe el corazón de cada personaje. El proceso de adaptar una obra de 1900 al 2024 no es fácil. El texto empezó a tratarse en verano de 2023, en diciembre ya se conocía esa primera versión de la obra, y los ensayos no llegaron hasta hace poco más de un mes. «No sabemos de dónde han salido las cosas. Ha sido un mes muy intenso de ensayos, en donde uno de los actores era de Madrid y a la hora de cuadrar era complicado», confiesa María Rodríguez. Esta versión contemporánea de las tres hermanas y las ocho tazas –que se podrá ver todos los miércoles del mes de abril– es, sin duda, una de las maneras más pintorescas y creativas de «desempolvar» la obra del dramaturgo ruso y que hará reconciliarse al espectador tanto consigo mismo como con el teatro.
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