Noelia Ibáñez: «Algo gratificante de trabajar en El Prado es, por ejemplo, enseñar el museo a Ancelotti»
La historiadora del arte murciana es una de las responsables de que la institución tenga 26 millones de euros de ingresos al año
Noelia Ibáñez Pérez (Beniel, 1975) lleva 23 años en Madrid, donde trabaja como jefa de Atención al Visitante en el Museo Nacional del Prado. Estudió Historia del Arte en la Universidad de Murcia y es un año mayor que la otra 'Noelia' de la institución, Noelia García Pérez, profesora titular de Historia del Arte de la UMU y comisaria del proyecto 'El Prado en femenino', que ha implicado a todos los departamentos. «Soy muy de la tierra, pero hice la carrera en Murcia, acabé el doctorado y me habilité como guía oficial de Turismo. Hice la oposición de la Comunidad Autónoma y trabajaba superbién en Murcia». Esto lo cuenta mientras dejamos atrás las 'Pinturas negras' de Francisco de Goya y caminamos hacia la sala 8 A del edificio Villanueva, donde puede contemplarse desde el 28 de mayo y, durante nueve meses, la obra 'Ecce Homo', pintada por el gran artista italiano Caravaggio hacia 1605-09 [formó parte de la colección privada de Felipe IV de España]. Pero Ibáñez pensó en dar un giro a su vida, dio con la información de unas becas de museología que convocaba el Ministerio y solicitó una, «sin esperanza de nada; sinceramente, pensé que se presentaría mucha gente. Di el teléfono fijo de mi casa, porque entonces casi no teníamos ni correo electrónico, y un día sonó y mi madre me dice: 'Te llaman del Ministerio de Cultura'. Me dieron la beca y aquello fue el trampolín para poder entrar aquí».
Aquel año hubo 3.000 solicitudes para esa beca y eran 14 los beneficiarios, entre ellos, Noelia Ibáñez. Su primer año de beca estuvo destinada en el Teatro Real de Madrid, porque había cursado música y solfeo en otros momentos de su vida. Y el segundo año se quedó en los servicios centrales, en la plaza del Rey. A partir de ese momento, fue contratada con asistencias técnicas por proyectos «y fue una etapa maravillosa, estuve unos 6 o 7 años, y aquello me curtió porque fue un momento muy bueno en España. Había dinero, mucho interés por la museología y los museos, se hizo la museografía nueva de Altamira, el Museo Nacional de Arqueología Subacuática (ARQVA) de Cartagena, el Museo de Arte Romano de Mérida, el Museo Sorolla, el Museo Arqueológico de Madrid... Hay una serie de museos de titularidad estatal y otros transferidos a las comunidades autónomas, entre ellos, el Museo de Bellas Artes de Murcia (Mubam) y el Museo Arqueológico de Murcia. Al final, hubo una oposición en el Museo del Prado, me presenté en 2008 y ya he hecho 16 años en este espacio». Hizo la oposición como jefa de servicio de Atención al Visitante. En 2019, el Patronato del Museo Nacional del Prado, a propuesta del director, la nombró jefa de área. La historiadora del arte benielense es la responsable máxima de lo que tenga que ver con el público.
15.000 visitantes algunos días
-Podríamos pensar que El Prado es un museo como cualquier otro.
-Pensamos en El Prado como el referente cultural, absolutamente extraordinario por su colección, pero no deja de ser un museo. Aquí, en vez de recibir a 500 recibimos a 15.000 personas algunos días. Es complicado encajar muchas piezas, pero el público ahora tiene mucho protagonismo y, al final, es la razón de ser. Cuando la pandemia, hicimos reencuentro y, primero, no venía nadie y, después, venían 100, 200, 400, 900... era una tristeza brutal. Te das cuenta de que si tienes colección y no tienes público, en realidad lo que tienes es un almacén. El público tiene mucha presencia y es el vehículo de sostenibilidad.
-¿Cuál es la principal fuente de ingresos del Museo del Prado?
-La venta de entradas. Eso está dentro de mi responsabilidad también. El año pasado ingresamos 26 millones de euros. De ellos, 23 son por entradas y el resto, hasta los 26 millones, tienen que ver con otros recursos que ofrecemos, como audioguías, visitas guiadas, reservas... Son cifras que luego tienen esa otra parte de responsabilidad institucional y servicio público. Porque todas las operaciones están intervenidas y todo tiene que estar bien hecho. La intervención delegada vive aquí, solemos decir. Todo lo que pasa a España y, fundamentalmente a Madrid, tiene repercusión en el Museo del Prado. Lo notamos, por ejemplo, cuando actúa Taylor Swift o cuando juega el Real Madrid, porque somos un referente turístico. Hemos tenido a los Obama, a los Rolling Stone... pasan muchas cosas por aquí.
-A usted le encanta el fútbol.
-Sí, soy muy friki del fútbol. De repente, un día me llama una persona de mi equipo y me pregunta: ¿Noelia, tienes mucho lío? Y yo siempre tengo mucho lío. Me lo decía por si a la una y media estaba libre porque venía Carlo Ancelotti [el entrenador más veces ganador de la Liga de Campeones]. Fue muy divertido, le acompañamos, y son esas cosas que suceden. De repente, te visita el último premio Nobel de Literatura... Una de las cosas que más me gusta de trabajar aquí es la posibilidad que ofrece el Museo de conocer gente y de hablar con otras personas, de mundos tan dispares. Y también la posibilidad de viajar fuera a otros museos que son referentes como nosotros y aprender y ver cómo funcionan.
-¿Qué tipo de información intercambian entre esos museos?
-Estamos, en lo que a mí compete (la gestión de la visita y del público), en una red de museos que incluyen, por ejemplo, el MoMA y el MET de Nueva York, la National Gallery de Washington, el British Museum o la Tate de Londres, el Louvre de París... que se reúne en Australia cada dos años y nos vemos con otras personas que no tienen los mismos problemas que nosotros, pero muchas veces manifestamos nuestros intereses.
-Los datos que ofrecen los estudios de público son relevantes.
-Sí, desde el punto de vista del perfil sociodemográfico, las procedencias, los hábitos de visita... y teníamos, de hecho, una duda sobre lo que experimenta la persona cuando viene a un emplazamiento como El Prado, quizás desde la óptica del sentimiento, del confort... esto lo hemos incorporado a estos estudios. Cuando hicimos el reencuentro con el público tras la pandemia salió esta onda de que El Prado cura el alma, y, en efecto, El Prado es un lugar muy inspirador. Aunque no entiendas de pintura. Cuando paseas por el Retiro tal vez no conozcas los nombres de cada árbol, pero te agrada, pasas un rato feliz y contento, y esto te llena, y en El Prado sucede lo mismo. Para el visitante es calma y bienestar. Lo bueno que tiene es que cada sala parece un museo distinto. Hay que saber dónde estamos y quiénes somos.
«Aquí pasan muchas cosas»
-Está claro que es una persona apasionada de este gran museo.
-Por supuesto. Y, además, a la gente le encanta saber lo que hay detrás. La última vez que fui con Noelia García Pérez [comisaria de 'El Prado en femenino', también murciana] a la Universidad de Murcia, dentro del máster de especialización, me sentí de nuevo en casa y superfeliz al comprobar el interés del alumnado. Es verdad que aquí pasan muchas cosas. La gente quería saber, por ejemplo, cómo gente tan joven había llegado a El Prado, porque puede parecer imposible. Pero es que yo soy una chica normal, de una familia normal de Beniel, que nací allí, hice mi carrera en La Merced y acabé aquí, y estas cosas son muy alentadoras para gente que hoy anda muy perdida. Es verdad que hay mucha competitividad, pero aquel que es constante, profesional, riguroso... acaba encontrando su sitio.
-Eso lo dicen los mayores...
-Pero es que yo ya he cumplido los cuarenta y tantos, y será que estoy mayor [ríe sin perder el control]. Hace unos días hablaba con la bailarina Cristina Cazorla, que actuó recientemente en el Teatro Romea de Murcia en la Gala de Estrellas de la Danza Española, y me decía que, al final, cuando tú trabajas en un sitio que acaba siendo inspiración, donde trabajas al fin y al cabo con belleza, haces también un poco 'coaching'.
-Usted es miembro también del Consejo del Patronato Municipal del Museo Ramón Gaya de Murcia. Una figura también devota del Museo del Prado en sus obras pictóricas y también en sus escritos.
-Ramón Gaya es un gran artista español, necesitamos un poco de empuje para que la estación del AVE de Murcia lleve el nombre de Murcia del Carmen-Ramón Gaya [tal y como se aprobó en noviembre de 2022 por unanimidad del Pleno del Ayuntamiento de Murcia y como se ha solicitado al Ministerio]. Más allá del nombre de la estación, queremos poner a Gaya en el lugar que merece. Situarle, al menos. Todos los sitios defienden y enarbolan la bandera de sus grandes paisanos, y creo que Murcia tiene una gran figura, alguien que forma parte de las Misiones Pedagógicas y de tantos momentos importantes de la historia. De hecho, en El Prado se ha hablado mucho de Ramón Gaya, con un simposium y en la exposición del bicentenario del museo se usaron las palabras que escribió desde el exilio en México en 'Roca española'. Gaya fue copista de El Prado, de hecho.
-La exposición del 'Ecce Homo' de Caravaggio está siendo una de las mejores sorpresas del año.
-Sí, estamos que lo tiramos con el 'Ecce Homo' de Caravaggio. Y la verdad es que el Museo del Prado siempre ofrece grandes momentos. Somos un museo con un altavoz brutal y ha sucedido de todo aquí [en 2022 activistas de la organización Futuro Vegetal se pegaron a los marcos de los cuadros de las majas de Goya y un año antes seis víctimas de la colza desplegaron una pancarta en la sala 12, ante el cuadro de 'Las Meninas', de Velázquez, reclamando una reunión con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez]. Pero es verdad que estamos muy custodiados, tenemos asignada una comisaría y hay efectivos fuera y dentro del museo. ¡Y claro que suceden cosas dentro!
-Su pueblo, Beniel, tiene menos habitantes (unos 12.000) que El Prado ciertos días de la semana.
-Es lo que digo a veces que mi pueblo entero de Beniel, de unos 12.000 habitantes, está todo el día aquí. De hecho, tenemos médicos y muchos otros servicios básicos. Tenemos una media de 10.000 visitantes cada día este año, el año pasado acabamos en 9.000 y pico. Hay días de 13.000 y 15.000 visitantes. Nuestro año récord estaba en 2019, que fue el año del bicentenario del Museo del Prado, pero lo batimos el año 2023, un año absolutamente normal, en el que no había un foco especial por algo extraordinario. Este año vamos un 8% por encima de 2023. Estamos ahí con el Museo del Real Madrid del estadio Santiago Bernabéu. Es cierto que convendría dar una vuelta a la ubicación de ciertas obras de la colección, porque intentamos distribuir al público por todas las puertas o sería imposible entrar todos por la misma puerta, pero el público que entra por Los Jerónimos, que entra muy fresco, lo primero que se encuentra es con El Bosco y no es una sala excesivamente grande y la obra de El Bosco es muy minuciosa, con muchos detalles, y la gente permanece mucho rato mirando esos detalles. Resulta complicado manejar esa sala. Y yo he empezado a lanzar ese globo sonda porque todos construimos El Prado y, al final, esto es una cadena y todos los eslabones son importantes.
-¿Las grandes decisiones las toma el Patronato del Prado [con Javier Solana como presidente y Pilar del Castillo como vicepresidenta]?
-A gran escala sí. Pero no. Todo va a Patronato, pero hay dos patronatos al año. Lo que es operativo es la Comisión Permanente del Patronato, compuesta por cinco o seis personas, y todos los meses hay una reunión. El director del Museo, Miguel Falomir Faus, informa a la comisión permanente de sus decisiones, como, por ejemplo, cada vez que se mueve una obra del museo. El director cada día recibe un correo electrónico con el volumen de público del día anterior: sabemos cuánta gente entra, quién ha pagado y cuánto ha pagado, las horas que cada visitante ha estado dentro, y comparado con otros años. Es como una fotografía.
-¿En qué cosas ha visto cambios?
-Yo recuerdo que cuando llegué en 2008 todo estaba en un 'totum revolutum'. Se había ampliado el espacio expositivo con la ampliación de Moneo, habíamos ganado espacio del que El Prado adolecía, como la cafetería y la tienda, espacios para exposiciones temporales, y había que modernizar también al museo, y de ahí surgen la ley de El Prado y convenios únicos. Al final, todo fue de la mano para crear una institución que tuviese mucha cintura y que fuese menos rígida en la contratación como organismo público. Nos transformamos después en organismo autónomo para poder revertir lo que el museo generaba en ingresos. El drama de los museos nacionales es que los ingresos que generan no revierten en ellos mismos, va al Tesoro y el Ministerio, en sus presupuestos, decide qué hacer con ellos. La fortuna que tenemos es que El Prado es el dueño de sus ingresos y con esos ingresos obtenidos por la venta de entradas y recursos para las visitas hace su presupuesto, con independencia de lo que el Estado le da. Intentamos autofinanciarnos y generamos remanente de tesorería.
«Tenemos muchas condiciones de acceso gratuito»
-Los grandes contratos de El Prado se manejan a partir de datos.
-Sí, hemos aprendido con los años a tomar decisiones en virtud de los datos. No improvisamos. Los grandes contratos de El Prado se manejan así. El contrato de Atención al Visitante y de Seguridad es un contrato de 8 millones de euros al año y parte de esos datos. Construimos un tesauro y empezamos a normalizar esa información. Sabemos cuántos menores de 18 años entran, cuántos menores de 12, cuántos mayores de 65, cuánta gente entra con el horario de gratuidad, por qué abrimos los lunes... El Prado abre todos los días y no se concibe el museo cerrado los lunes. Aquello lo conseguimos y el Louvre vino a ver cómo lo hacíamos. La resolución de precios de entrada es muy importante. Pero es casi más importante que subir el precio de la entrada las condiciones de acceso. Aquí entra la mitad de la gente gratis a El Prado porque tenemos muchas condiciones de acceso gratuito. Todo eso lo sabemos gracias a los datos. Imagina lo distinto que es dar servicios un día para 8.000 o para 13.000 visitantes. La suerte que tenemos es que el público nos visita y que nos hemos modernizado para responder a todos los nuevos desafíos. Hoy El Prado es un referente en gestión de datos y organización, y el ejemplo es el proyecto exclusivo con Telefónica que se llama 'Puerta digital'. El año pasado tuvimos unas 400 quejas, un porcentaje mínimo, y hacemos caso y leemos y escuchamos al visitante, queremos saber lo que dicen. La mayoría recurrentes por las 'no fotos', ruido...
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