Sergio Porlán: «Ahora, más que una momia, me gustaría ser una polilla y salir al atardecer aleteando alegremente»
Presenta su instalación 'Larva', una exploración de otras formas de vida en la que no faltan el sudor, las lágrimas y alpacas de setas, en el Cuartel de Artillería
Dice: «Todos somos un poco una larva que está en tránsito de convertirse en otra cosa y que va horadando un cuerpo en descomposición que ... es el mundo». Es Sergio Porlán –«si me pierdo entre la maleza, creo que podría encontrar la salida. Sé buscarme la vida»–, nacido en Lorca en 1983, artista multidisciplinar y coordinador del Centro Párraga, en Murcia, responsabilidad a la que llegó por decisión del otrora 'todopoderoso' consejero de Cultura (del PP), Pedro Alberto Cruz. Porlán, rastreador de amuletos invisibles contra esa marea interior que corroe las almas, muestra hasta el 17 de febrero, en el Pabellón 1 del Cuartel de Artillería, la instalación 'Larva', una experiencia que mezcla creación contemporánea y el fruto de millones de años de vida sobre la Tierra. Cultivador de ecos desterrados, el artista de la galería Artnueve, que dirige Mariángeles Sánchez Rigal, que ha llegado incluso a utilizar para sus obras veneno de serpiente, se sirve en esta ocasión de lágrimas y sudor humano para alimentar el corazón de una instalación... viva... comisariada por Isabel Durante, experta en su obra. Una instalación que se construye también con luz, vapor de agua, alpacas de setas 'Pleurotus ostreatus', conchas de almejas y ostras, cobre, látex...
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–Vayamos a la raíz de 'Larva'.
–Su origen: intentar plantear a través del arte una serie de imágenes y contextos que nos hagan pensar sobre lo íntimamente relacionados que estamos con lo que nos rodea, con otros seres vivos de la forma en que nos demostró la pandemia; visibilizar a través del arte esas relaciones simbióticas que están en la base de nuestra manera de estar en el mundo. Y otra cosa, no somos tan importantes. Mire las setas lo imponentes que se enseñorean, son pura vitalidad, exceso de vida.
«No somos tan importantes. Mire las setas lo imponentes que se enseñorean, son pura vitalidad, exceso de vida»
–¿Qué sentimientos han convivido con usted durante este tiempo extraño de creación?
–Ha sido un tiempo de reflexión en el que he ralentizado todo en mi día a día, intentando dar explicaciones a las cosas, a veces torpemente. Soy tendente a la melancolía, así que no me puedo despistar en los humores negros. He intentado llevar un ritmo 'Allegro ma non troppo' por la vida.
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Decadencia
Sergio Porlán, también creador de esculturas de luz que parecen pensadas para iluminar viajes a los conocimientos y las emociones que encierra el pasado, que ha ido dejando sus huellas en sedimentos, objetos, costumbres y destellos de misterio, se distancia en 'Larva' de sus máscaras de mármol, que parecen proteger contra los tornados capaces de demoler nuestra psique.
–¿Qué le ofrece al espectador y qué le propone?
–Un espacio en el que se puede sumergir sensorialmente para pensar acerca de nuestra relación con las cosas, con la naturaleza, con el propio cuerpo y con la ecología. El arte es un lugar de excepción en el mundo productivo y aquí se viene a desconectar un rato.
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«Un espacio en el que se puede sumergir sensorialmente para pensar acerca de nuestra relación con las cosas, con la naturaleza, con el propio cuerpo y con la ecología»
–¿A qué alude el título?
–Alude a la belleza escatológica y barroca de la decadencia.
«Sergio Porlán teje en 'Larva' la trama de dos relatos de ficción para ofrecernos una nueva visión sobre nuestro planeta», indica Johanna Caplliure, comisaria de exposiciones y crítica de arte. Acerquémonos al primero: «Construye una identificación del 'humus' como el suelo no solo humano en el que sembrar una nueva vida sobre el mundo». Así, «en el interior de la sala observamos cómo se eleva un muro de alpacas que albergan materia viva inoculada con 'Pleurotus ostreatus', un tipo de hongo con sombrero en forma de ostra. Según la terolingüística, la ciencia que interpreta la escritura de los animales, las plantas y los minerales, podríamos hablar de una lírica liquen que nos apremia a pensar en ciertas ideas escatológicas en sentido cosmológico. Es decir, en el final de un mundo y en el nacimiento de otro». Y, en este sentido, incide Caplliure, «la red de micelio residente en los fardos se enreda a otros cuerpos vivos e inertes componiendo una sinfonía apocalíptica en la más oscura interioridad de la pieza. Mientras, en la superficie brotan multiplicados, en su exuberante riqueza, como una plaga que cubre la dermis plástica de los cubos seriados, la vida en comunidad de los 'Pleurotus ostreatus'». «Estos hongos», precisa, «nacen del fin, de lo perecedero, de lo precario e inestable y se manifiestan bajo una belleza desbordante, una multiplicidad invasiva y una inusitada esperanza de nueva vida».
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«Supero los miedos con una ironía huertana y escandalosa que disipa todas las oscuridades de un plumazo»
«Su alimento procede de su gusto saprótrofo, a saber, derivado del detritus; de una existencia parasitaria y simbiótica» y, de hecho, «este fúngico simbionte, una criatura que vive junto o dependiente de otra, además, se nutre de los anhelos, miedos y frustraciones de humanos. Pues el agua destilada por los vaporizadores contiene extractos de lágrimas y sudor que generan una fuente nutricia para el hongo y una interacción química simbiótica entre microorganismos diversos». En cuanto al segundo relato, «el espectador contemplará unas esculturas en forma de exoesqueleto inspiradas en ciertos animales –con la incorporación de conchas de ostras y almejas–, que se conforman como prótesis para seres ciborgescos».
Radicalización
–¿Demasiados miedos?
–Tengo el pack de los miedos de cualquiera: el miedo al abandono, a la muerte de un ser querido, a la ausencia de futuro, y además, sumo algunos TOCs y unas cuantas manías, miedos que supero con una ironía huertana y escandalosa que disipa todas las oscuridades de un plumazo. Y con la compañía, ¡con la compañía!, los miedos se espantan.
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–En contra.
–La radicalización e infantilización del pensamiento crítico. Hemos desplazado la argumentación por lo tendencioso y lo naif en lugares de opinión como son las redes sociales. También me inquieta la idea de instalarnos en el no pasa nada cuando se está produciendo una transformación ecológica y un agotamiento del modelo socioeconómico que han asfixiado a unos cuerpos que siguen la fiesta capitalista sin saber muy bien qué canción bailar.
–¿Y esperanzador?
–Ahí tenemos el avance científico, la inteligencia artificial y las maneras cibernéticas en las que ya nos hemos convertido en máquina; y también ciertas ideas filosóficas que buscan volver a pensar sobre valores universales y en cómo ser más solidarios con otras especies; de hecho, en este sentido hemos avanzado.
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