Dionisia García. MARTÍNEZ BUESO

El tiempo de Dionisia García

CRÍTICA LITERARIA ·

'Teoría (tiempo inmóvil)' quizás sea el poema más enigmático, metafísico y ensayístico de su último libro, 'Mientras dure la luz', que presenta hoy

JOSÉ LUIS MARTÍNEZ VALERO

Miércoles, 26 de mayo 2021, 01:21

Dionisia García, que ha pensado y ha escrito mucho, acaba de publicar 'Mientras dure la luz' (Renacimiento, Sevilla, 2021). Es un libro que no tiene ... edad, en él se ha detenido el tiempo.

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La autora se ha asomado al mundo y ha dicho: yo estuve aquí, estas escenas me pertenecen, en muchas soy una niña; fue en una romería donde lo conocí. Aquí están mi hermano y mi padre. Las mañanas, las tardes y las noches suceden con la lentitud de la infancia. En el Alendero de mi abuela predomina el acuerdo con el mundo, cuando la existencia era una expectativa constante. Casi todos son cuadros familiares gozosos, claro que a veces aparece la rigidez de los tiempos: el dolor, la pérdida y la separación. No es una confesión, no hay arrepentimiento, es un diálogo.

El tiempo podría ser su protagonista, aunque como se verá, Dionisia lo concibe de una manera personal; frente al fluir de Heráclito, para ella será algo estático, inmóvil.

En su serenidad prefiere a Horacio, en su fe a Fray Luis. Recordemos aquel: «Decíamos ayer»; porque el tiempo se interrumpe, pero no se corta, permanece ahí, tal como ella dice: parado. Con palabras de su maestro y amigo Jorge Guillén en 'Cántico': ni el mundo está bien hecho ni está mal. El mundo es, y, como tal, hemos de aceptarlo.

Voy a tratar el poema que titula 'Teoría (tiempo inmóvil)', dedicado a Milagros Laín, viuda de José Luis Alemán, amigo de Miguel Espinosa y Salvador Montesinos. Es fundamental para entender esa serenidad con que muestra la vida, su compromiso moral, el tiempo nunca es una argucia, una excusa. Quizá éste sea el poema más enigmático, metafísico y ensayístico del libro.

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'Mientras dure la luz'

  • Autora: Dionisia García

  • Género: Poesía

  • Editorial: Renacimiento

Lectura lenta

Precisa este poema una lectura lenta, palabra a palabra, como si las partes se hubiesen soldado de tal modo que, semejante al hielo, viésemos su interior, pero sin que lo distingamos claramente.

El poema está dividido en tres estrofas, más el último verso que equivale a un epifonema que emocionalmente resume todo lo anterior: «Tu inmanente quietud produce escalofrío».

La primera estrofa comienza: «Todo pasa por ti, no es entelequia». Donde califica al tiempo de lugar de paso. Nada hay de ficción. A continuación va a ir agregando sus peculiaridades: es solitario y quieto, sujeto marginal, no interviene: «ni esperas ni diriges,/ sencillamente estás...».

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Dionisia conoce su existencia, sin él no habría mundo tal como lo concebimos, el mismo tiempo se convierte en atalaya que permite contemplar la Historia, se trata de una visión abstracta, no pertenece al recuerdo, algo así como si viésemos a través de la Divina Comedia. Observatorio desde el que enumerar lo que hemos visto, nuestra memoria conserva esos cuadros. Allí vemos a los sabios, a los perezosos y atareados, a los combatientes, a los que no pudieron asistir. El pasado se reduce a: «cuerpos muy tensos de todas las edades».

La segunda estrofa es más compleja, de implicaciones morales, Llega a plantearse la posibilidad de que sea solo una invención. El texto vinculado a la existencia del poema, a su necesidad: «Quizá tan sólo seas invención y palabra/ vagabunda y tenaz, con el decir manchado».

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Dionisia define la palabra como vagabunda y tenaz. Términos aparentemente contradictorios. El vagabundo no tiene un destino definido, mientras que el tenaz se esfuerza por encontrar una solución, por llegar a la meta. Ambos son comparables a la definición de poesía como hija de Poros y Penia, abundancia y escasez. La distancia que existe entre lo que nos proponemos y la obra, el poema definitivo.

A menudo se ha dicho que la voz del poeta es fundamental para entender sus poemas, puedo asegurar que toda lectura de Dionisia es una interpretación que ilumina sus escritos.

Ella sabe que en la palabra reposa el tiempo. Por eso las suyas son originales, ajenas a la actualidad, aunque siempre hablan desde el presente.

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La sintaxis está vinculada al tiempo, si modifico la estructura lógica: sujeto-verbo-complementos, y coloco el verbo al final, nuestra percepción se altera. Las palabras se convierten en objetos extraños, tal como en una construcción los pilares desnudos muestran los huecos donde irán las distintas estancias. El texto adquiere, sin duda, otra intensidad, recupera un ser que permanecía dormido. Hay en sus versos ecos de hipérbatos de Góngora y conceptos de Quevedo.

Apariencias

Recordemos el cuento de Monterroso: «Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí». El tiempo pertenece al mundo aparencial.

Puede que al entenderlo como inquieto, arenas movedizas en las que perdemos pie, nos consideremos náufragos, de ahí esa angustia con que contemplamos los años. El tiempo no lo vemos pasar, lo percibimos por el hueco que deja, su vacío, ahí reside nuestra zozobra.

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Pensamos que vivir es la prisa, las campanadas, las luces del día, los trabajos que marcan las horas, fragmentos que quizá nos confunden y derivan en caos. Decimos que el espacio es otra cosa, seguridad frente a inconsistencia, pasan los años y los montes permanecen cerrando el horizonte o erguidos como gigantes parece que luchan con nubes y vientos.

¿Y si el tiempo fuese tan quieto como el espacio? Quiero decir tan estático como si lo pensásemos, con la misma quietud que concebimos los objetos.

Entonces, tiempo y espacio, serían dos nombres para la misma entidad. El origen de nuestro error tendría su fundamento en aquel tópico barroco del engaño de los ojos.

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Por tanto, quizá llegásemos a la conclusión de que la palabra es tiempo inmóvil. Si es así, quien escribe o lee, se sirve de éstas para componer el poema y para su interpretación.

Existe el tiempo, porque existe el hombre. Pero, hombres y mujeres, que constituyen esa humanidad, se saben caídos.

Si toda caída nos traslada a un espacio moral, estos versos nos sitúan en el mismo hecho del decir: su curso, la estructura de la frase, la composición, su sintaxis.

El tiempo ha sido definido como lugar parado en el poema: «Eres lugar parado», observatorio desde el que contemplar «una humanidad caída, con el decir manchado».

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«Manchado» es lo impuro. La poesía entonces, ¿sería un deseo superior a la obra?

Veamos la tercera estrofa:

«Alguien dice que inmersos en ti somos,/ en tu agua, que es hielo, y oculta nuestras lágrimas».

Con variantes, se vuelve a mostrar la misma paradoja. No es que repita, sino que aclara y resuelve. Si el tiempo es agua, si somos ese río que está destinado a la mar, que es el morir, el tiempo sería movimiento, pero, Dionisia, advierte que el agua es hielo. El poeta no trabaja solo con ideas, sino con palabras, y en ellas quieto permanece su significado. El verso es el lugar donde recobran la vida, vuelven a ser fluidas, dicen. ¿Qué hace el hielo? Se dice que oculta nuestras lágrimas. Sin duda se refiere a la emoción. Las palabras en el poema contienen sentido y sonido, esto es ritmo, significado y emociones.

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Finalmente en el epifonema:

«Tu inmanente quietud produce escalofrío».

Diríamos que el poeta, habiendo logrado el poema, siente el escalofrío de este encuentro, porque la palabra supera sus propias expectativas. El verso tiene a veces ese estado de gracia. El poema cuando se logra, se convierte en un misterio.

LOS JARDINES

Tiempo en profundidad: está en jardines.

Mira cómo se posa. Ya se ahonda.

Ya es tuyo su interior. ¡Qué trasparencia

De muchas tardes, para siempre juntas!

Sí, tu niñez, ya fábula de fuentes.

(Jorge Guillén, Cántico)

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