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Enrique Martínez, kafkiano y 'chumillano'
El actor protagoniza 'Meta Morfosis', la próxima película del cineasta Juan Manuel Chumilla-Carbajosa que elige el Valle de Ricote como escenario para su personal homenaje al autor checo, con cameo del escritor Manuel Moyano
«Que sea orgánico, natural», le pide el cineasta Juan Manuel Chumilla-Carbajosa (Cartagena, 1961) a un inesperado actor. Y es que, entre las ramas de un limonero en un rincón de Ojós, en pleno Valle de Ricote, aparece, vestido como un fumigador huertano, el escritor Manuel Moyano, que aceptó la petición del realizador para interpretar un pequeño papel en 'Meta Morfosis'.
«Cuando hice 'Nana y estrella', necesitábamos la voz de un experto en coronavirus y le dije a Manuel: 'Tienes voz de médico'. Así que grabamos algo», comenta el director cartagenero sobre la primera vez que pensó en Moyano para un proyecto. «Tengo la teoría de que hay personas que no son actores que, para determinados personajes funcionan mejor que un actor, por varios motivos. Esa es mi escuela, que viene del neorrealismo», explica Chumilla durante el rodaje de esta película, su propia versión del 'La metamorfosis' de Kafka que pretende terminar y estrenar antes de que acabe 2024, año en el que se está conmemorando el centenario del fallecimiento del distinguido autor checo.
«Me doy cuenta de que el cine es esperar», reflexiona el escritor cordobés afincado en Molina de Segura, que con 'El amigo de Kafka' (2001) obtuvo el Premio Tigre Juan a la mejor primera obra narrativa publicada en España, durante una sesión de rodaje a la que asistió LA VERDAD y que continuó en Ulea, un entorno elegido por el cineasta por las palmeras que caracterizan su paisaje.
Enrique Martínez: «Cuando leí el guion de la película, lo que más me transmitió fue tranquilidad»
Moyano cuenta con un experimentado compañero de escena para su estreno en la gran pantalla: Enrique Martínez. El actor de Alcantarilla es el protagonista de esta película. El intérprete se mete en el papel de Goyo, cartero de un pueblo mediterráneo que una mañana, tras un sueño agitado, se despierta transformado en picudo rojo, el escarabajo que destruye las palmeras. Una cinta de género fantástico, un 'thriller' psicológico ambientado en un distópico mundo rural en el que la plaga de picudo parece mutar hacia los seres humanos en cuya dieta abundan los insectos, el mundo onírico invade la realidad y el protagonista se encuentra atrapado.
«Yo no pensaba que diera el papel y [Chumilla-Carbajosa] estuvo bastante tiempo detrás de mí para que lo hiciera hasta que me convenció», comenta Martínez sobre una película que también cuenta con Clara Sanchís y Magüi Mira en su reparto. Para su protagonista, esta propuesta es «una transformación» del relato original en la que se interpreta de otra forma al monstruoso insecto en el que se convierte Gregorio Samsa y con la que se pretende «mostrar la sombra que tiene cada persona, hablando desde un punto de vista simbólico. Esa sombra que puede arrastrar un personaje, su vida, su mundo» algo que no trata «solamente de un efecto especial, sino «de hacer algo que tenga humanidad».
Improvisar
«Cuando leí el guion de la película, lo que más me transmitió, sorprendentemente, fue tranquilidad», indica el actor sobre «un argumento raro y absolutamente monstruoso» pero «escrito con esa forma serena de que tiene de escribir Chumilla-Carbajosa, todo lo contrario a lo que hace cuando rueda, donde improvisa y tú muchas veces no sabes lo que tiene en su mente». El actor de series como 'Los hombres de Paco' y 'Centro médico' y una veintena de películas, dice prepararse para los rodajes «siempre con ruido», porque «la primera vez que estuve en un rodaje me bloqueé por completo. Fue en 'La caja 507', con Enrique Urbizu. Empecé bien pero después, con todo el mundo hablando y dando órdenes, colapsé y pensé que nunca más me volverían a llamar. Pero Urbizu me tranquilizó: 'Solo es falta de oficio'.
El cartagenero ratifica las palabras de Enrique Martínez en cuanto a su forma de rodar: «Me gusta mucho improvisar e intento siempre evadirme de los convencionalismos. En cualquier producción, cada uno tiene que saber exactamente dónde se rueda, cómo se rueda y cuántos planos hay que hacer. Esto a veces hace que pierdas la espontaneidad. Entonces, cuando crees en un cine con los llamados divinos accidentes, tienes que estar en una situación donde esos divinos accidentes puedan ocurrir. Si lo tienes todo atado no darás pie a las cosas azarosas», explica el director y guionista, que considera que hacer una película «es un viaje» y que «un guion, como su nombre indica, no es más que una guía». Apoya la improvisación por su aporte de «adrenalina», donde se esconde «la esencia del cine en contraste con la literatura o la pintura», pues aquí «se trabaja con materia que está viva».
Ya «en el ecuador del rodaje», y a pocos meses de finalizar, según sus previsiones, el cineasta muestra sus ganas de pasar a la postproducción: «Una parte muy interesante del trabajo, casi la que más me divierte, porque no tienes el agobio de estar siempre con la incertidumbre de lo que pasará cuando estás rodando».
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