A la caza de antibióticos en el mar
Dos investigaciones del grupo de Resistencia Antimicrobiana en Sanidad Animal de la UMU se han centrado en detectar la cada vez más preocupante presencia de residuos farmacéuticos en aguas costeras
Los antibióticos, que tantas vidas han salvado combatiendo peligrosas bacterias en humanos, y también en animales, venían en realidad empleándose de forma natural mucho ... antes de que Alexander Fleming descubriera la penicilina, en 1928. En la antigua Grecia, por ejemplo, ya se conocían las propiedades bactericidas de los mohos para tratar infecciones. El uso de esta sustancia capaz de matar o impedir que crezcan ciertos microorganismos en el último siglo ha sido tal, sin embargo, que han comenzado a aflorar sus contraindicaciones. Además de tratar enfermedades, los antibióticos se han empleado para prevenirlas e incluso para estimular el crecimiento animal, lo que ya no se ve con buenos ojos y ha derivado en prohibiciones. En general, la utilización masiva de antibióticos ha terminado por convertirlos en contaminantes. El aforismo morir de éxito podría acabar encajando como un guante en esta historia.
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La ciencia ha confirmado la llegada de medicamentos, sobre todo antibióticos, al medio ambiente a través de aguas residuales, ríos y suelos agrícolas
La catedrática de Farmacología de la Universidad de Murcia (UMU) Elisa Escudero Pastor trabaja para localizar la presencia de estos residuos en un entorno en principio tan poco probable para un profano en la materia como son las aguas litorales. «En los últimos años, la comunidad científica ha confirmado que numerosos medicamentos, especialmente los antibióticos, están llegando al medio ambiente a través de las aguas residuales, los ríos y los suelos agrícolas», explica. Se trata, en general, de concentraciones muy bajas, pero su presencia es constante y ya se ha documentado en más de 70 países, «incluso en lugares remotos como la Antártida, donde la densidad de población es mínima», denuncia la catedrática. El motivo es «que las plantas de tratamiento de aguas no están preparadas para eliminar completamente estos compuestos, y tanto el uso humano como el veterinario contribuyen a su acumulación».
Doble impacto
El grupo de investigación Resistencia Antimicrobiana en Sanidad Animal, al que pertenece Escudero Pastor, ha participado, y liderado en uno de los casos, un par de proyectos centrados en la detección de residuos farmacéuticos en aguas costeras. La doctora Escudero advierte de que el impacto de estos contaminantes no se limita al medio ambiente. «También supone un riesgo para la salud pública, ya que la presencia continua de antibióticos puede favorecer la aparición de bacterias resistentes, dificultando el tratamiento de infecciones». Este es un punto clave, que explica también por qué el sistema sanitario es cada vez más reticente a la prescripción de estas medicinas.
Las concentraciones detectadas en el ecosistema son muy bajas, pero se han documentado en más de 70 países
Sin embargo, las alarmas no se han encendido en todo el mundo por igual. Escudero precisa que, al tiempo que todavía no se han desarrollado tecnologías avanzadas capaces de detectar estas sustancias, «su aplicación y regulación varían entre países». De ahí que los expertos insisten en la necesidad de reforzar la vigilancia, mejorar los sistemas de depuración y establecer normas internacionales para frenar la propagación de estos «contaminantes emergentes».
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Las plantas de tratamiento de aguas no están preparadas para eliminar completamente estos compuestos
La creciente preocupación por estos agentes nocivos, incide la experta, «ha impulsado nuevas políticas internacionales de protección ambiental», y cita las medidas adoptadas por la UE, «mediante la Directiva Marco del Agua (2000/60/CE) y el programa 'Contaminación Cero'», que «ha incluido diversos fármacos en sus listas de vigilancia (DE 2022/1307)». En España, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, «refuerza el control en zonas especialmente sensibles, como el Puerto de Cartagena, ubicado dentro de la Red Natura 2000», señala.
Centinelas ambientales
El primero de los dos proyectos en los que ha trabajado el grupo de investigación de la catedrática de Farmacología, denominado Marfarisk y desarrollado en colaboración con los grupos de investigación Oceanosphera e Interlab-UMU, se centró en estudiar la presencia de residuos farmacéuticos en superdepredadores marinos. «Estos animales actúan como centinelas ambientales, ya que su posición en la cadena trófica y su longevidad permiten detectar contaminantes acumulados a lo largo del tiempo», señala la doctora.
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La presencia continua de antibióticos es un riesgo para la salud pública, ya que genera bacterias resistentes, dificultando el tratamiento de infecciones
«En cetáceos varados en la costa de la Región se detectaron niveles medibles de antibióticos macrólidos (como azitromicina, claritromicina y eritromicina) y antiinflamatorios (como ibuprofeno y diclofenaco)», detalla. Con estos resultados se pudo confirmar «que los fármacos llegan al mar y, en el caso de los antibióticos, pueden favorecer la aparición de bacterias resistentes, con el consiguiente riesgo para la salud de animales y personas y del medio ambiente».
Los expertos insisten en reforzar la vigilancia, mejorar la depuración y establecer normas internacionales frente a estos «contaminantes emergentes»
El otro proyecto, en su caso financiado por la Cátedra Interuniversitaria de Medioambiente Autoridad Portuaria de Cartagena-Campus Mare Nostrum, abordó igualmente la detección de contaminantes emergentes, en esta ocasión en aguas portuarias. Se da la circunstancia de que apenas existen estudios de que aborden lo que ocurre sobre el asunto en este tipo de infraestructuras, aunque se les considera puntos críticos por su intensa actividad y ser múltiples fuentes de vertido, lo que confiere de mayor importancia a este trabajo. En él, se realizaron sendas campañas los pasados meses de diciembre y febrero, en las que se analizaron en total 15 fármacos, incluidos antibióticos, antiinflamatorios, antifúngicos, antidepresivos y antidiabéticos.
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Se han detectado distintos fármacos, especialmente en zonas como Cala Cortina y en los valles submarinos del Escarpe de Mazarrón
«Se detectaron con mayor frecuencia compuestos como diclofenaco, eritromicina, azitromicina, clindamicina y trimetoprim, especialmente en zonas como Cala Cortina, el muelle pesquero de Santa Lucía y la Zona Especial de Conservación (ZEC) ES6200048», correspondiente a los valles submarinos del Escarpe de Mazarrón, concluye la doctora.
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Llamamiento a la población para que use los puntos Sigre
Las posibles vías de entrada de residuos farmacéuticos en aguas costeras, sobre las que ha estado investigando la actual decana de la Facultad de Veterinaria de la UMU, Elisa Escudero Pastor, incluyen escorrentías urbanas, vertidos de aguas pluviales o residuales tratadas y la actividad portuaria, «que ejerce una presión continua sobre el entorno». Los resultados de los estudios que la investigadora ha desarrollado con el grupo de especialistas de la UMU Resistencia Antimicrobiana en Sanidad Animal evidencian que estos fármacos están presentes «en concentraciones significativas». Esto, concluye, «subraya la necesidad de una monitorización ambiental continua y de medidas de gestión más estrictas». Además, advierte, «dada la naturaleza pseudopersistente de estos fármacos y sus efectos sobre diversos niveles tróficos (desde microalgas hasta aves), es urgente implementar medidas de vigilancia y gestión ambiental más rigurosas».
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Y en este estado de cosas, igualmente, «debe garantizarse el tratamiento adecuado de las aguas residuales o vertidos y desarrollar políticas tanto a nivel nacional como internacional, para evitar que estos compuestos alcancen los ecosistemas acuáticos, protegiendo así la biodiversidad y la salud de todos».
Escudero considera también «fundamental concienciar a la población sobre la correcta eliminación de los medicamentos, depositándolos siempre en los puntos Sigre de las farmacias», habilitados específicamente como contenedores para recoger los envases vacíos y los restos de medicamentos que no utilizamos.
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