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Miguel Espinosa (1926-1982) fuma un pitillo durante el encuentro con García Martínez. TOMÁS

40 años sin Miguel Espinosa

LA VERDAD recupera algunas perlas de la entrevista que realizó en 1978 el periodista José García Martínez al autor de 'Escuela de mandarines'

Viernes, 1 de abril 2022, 02:21

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Este 1 de abril hace 40 años que falleció uno de los autores más originales de la literatura española contemporánea: Miguel Espinosa (Caravaca de la Cruz, 1926-Murcia, 1982). Cuarenta años tras la estela del genio, reconstruyendo sus pasos, desandando sus caminos. Una efeméride que la profesora María del Carmen Carrión Pujante, doctora en literatura, editora (El Eremita, que publica su obra en versión digital, abierta a todos lectores) y verdadera impulsora de la figura de Espinosa, con el apoyo entusiasta de la familia del autor de 'La fea burguesía', 'Escuela de mandarines', 'Tríbada' o 'Asklepios: el último griego', celebra hoy desde su web, https://www.miguelespinosagirones.es/, poniendo a disposición del público material inédito. Entrevistas, fotografías, correspondencia, documentos audiovisuales y sonoros, textos desconocidos... un mundo sumamente interesante. A continuación ofrecemos, para sumarnos al homenaje, algunas perlas de la grabación magnetofónica de la entrevista que el periodista José Garía Martínez publicó en LA VERDAD el 30 de julio de 1978, en la sección '¿Quiénes son?', bajo este titular: «Mi felicidad es ser un marginado». Una entrevista fundamental para conocer al hombre de su tiempo («un mundo extraño»), al escritor sin ansias de mitificación, al ciudadano con disciplina filosófica, al padre de familia, al soñador que acabaría rompiendo los moldes.

La entrevista apareció publicada en LA VERDAD el 30 de julio de 1978.
Imagen principal - La entrevista apareció publicada en LA VERDAD el 30 de julio de 1978.
Imagen secundaria 1 - La entrevista apareció publicada en LA VERDAD el 30 de julio de 1978.
Imagen secundaria 2 - La entrevista apareció publicada en LA VERDAD el 30 de julio de 1978.

ORÍGENES

Miguel Espinosa: «Aunque soy de Caravaca, me desarrollé en Murcia, pues me vine aquí a los seis o siete años. (...) mi adolescencia transcurrió en la posguerra, en los Maristas… A los Maristas íbamos por entonces dos clases de alumnos: los que tenían un apellido local, un linaje local, dijéramos, y los que no tenían un linaje local. En aquellos tiempos, ambos comían lo mismo, o sea, un huevo frito. A lo mejor, a los del linaje local les echaban un pimiento más, y ya está (ríe). Sin embargo, aquellos presumían de tatarabuelos concejales y de bisabuelos que habían sido alcaldes, y de algunas pequeñas fincas por ahí; eran hijos de abogados de secano y casados con gente que estaba colocada en la Diputación».

UNIVERSIDAD DE MANDARINES

Miguel Espinosa: «(...) A mi curso íbamos unos treinta, en primero de Derecho, y de los treinta, veinte eran conocidos por los profesores, porque eran hijos de don Mengano, de don Fulano, y de don Zutano, y tal, y los otros diez no eran conocidos. Allí estaba Isidoro Martín, y estaba Reverte, y estaba el famoso Batlle... Y era una Universidad amanosa, muy local, era de otra cultura, casi como si dijéramos hoy. Nos poníamos de pie cuando pasaba el Rector y le decíamos «don Manuel», y le teníamos un miedo respetuoso».

Vídeo.

UN HOMBRE INSÓLITO, UN HOMBRE SIN PORVENIR

Miguel Espinosa: «Yo, por mi mentalidad, que hoy, a posteriori, y de una manera pedantesca, digo que era de artista, aquello que todo el mundo veía como cotidiano, el mundo aquel, yo lo veía como extraño; que creo que es la característica del artista, de no ver lo actual como cotidiano. Porque, por ejemplo, la gente que en año 1943 veía el noticiario NO-DO, veía a Hitler y a Mussolini, y los veían tan normales (coño, Hitler y Mussolini). Pero hoy, la gente del 78 que ve ese mismo NO-DO, se echa a reír. La gente es la misma, por así decirlo; y ¿por qué se echa a reír la gente? Porque el tiempo ha convertido a Hitler y a Mussolini en personas ridículas. Entonces, puede haber un tipo de hombre que ya en su tiempo vea ridículo lo que es actual, y ese hombre ya está, como si dijéramos, fuera de su tiempo. La visión de esta Universidad es lo que me inspiró a mí, desde que llegué a ella, 'Escuela de mandarines', el análisis de todo aquello. Porque yo veía cómo se ponían la muceta, el birrete, cómo se reunían ahí, en las inauguraciones de curso; veía al becario temblar, y al becario estudiar por las noches, preparándose ya su porvenir, ya desde los 17 años pensando en la notaría; veía la sumisión, el gesto de los catedráticos; que te acercabas a ellos a hablarles, y no se paraban, seguían andando; y tú ibas detrás, y si tú ibas a hablarles al oído derecho, ellos miraban a la izquierda (no te miraban siquiera). Esto, que parecía normal a la gente de aquel tiempo, a mí me parecía inaudito, bueno, mejor, insólito».

La cinta magnetofónica original de la entrevista de García Martínez.
Imagen - La cinta magnetofónica original de la entrevista de García Martínez.
Intelectual por horas

«Aunque tenga que trabajar con japoneses o hacer importaciones, o vender, como he vendido, canicas traídas de China (ríe), es un mundo que me quita horas, pero no daña mi interioridad intelectual»

LA PALABRA Y LOS OFICIOS

Miguel Espinosa: «Yo tenía unas circunstancias especiales que no tenían los demás, y es que, con 17 años, me hice cargo de la casa de mi madre, porque se murió mi padre, y él tenía unas representaciones de azúcares, que yo las heredé. Y eso que por un lado me hizo bien, por otro lado, me hizo mal. Me hizo bien porque me dio cierta independencia, de poder tener algún dinero, y de ser padre de familia demasiado pronto, y de liberarme de ser muchacho y becario. Pero, por otro lado, me hizo el mal de que no me hice un hombre de porvenir. Yo vivía de pequeñas cosas, de vender vagones de azúcares, aquí, a Barceló, a comerciantes de Murcia.

Continué así, como si dijéramos, de buscavidas, de pequeñas cosas en pequeñas cosas, llevando una vida relativamente bohemia, porque no soy un profesional. No soy un profesional en ningún sentido. Ni tengo una profesión, ni ejerzo un comercio ni nada, sino que estoy un poco a lo que salta. He estado en cien mil cosas, he tenido cien mil oficios: he sido empleado y representante de japoneses, he importado cosas de China y Japón, he dejado de importarles, he hecho escritos, escritos jurídicos, no como abogado que ejerce ante los tribunales, sino como abogado. Por ejemplo, hacer una cooperativa, o hacer cosas de esas. Es siempre una vida sin profesión. Soy absolutamente el hombre sin profesión».

La entrevista apareció publicada en LA VERDAD el 30 de julio de 1978.
Imagen principal - La entrevista apareció publicada en LA VERDAD el 30 de julio de 1978.
Imagen secundaria 1 - La entrevista apareció publicada en LA VERDAD el 30 de julio de 1978.
Imagen secundaria 2 - La entrevista apareció publicada en LA VERDAD el 30 de julio de 1978.

García Martínez: Y digo yo, ¿eso no es muy prosaico, con tu manera de ser, cuando hoy, al llegar aquí, a tu casa, te encuentro leyendo una Historia de la Filosofía, en la parte dedicada a Aristóteles? ¿Cómo compaginas tú esta faceta tuya intelectual y luego estas cosas, como son la peste porcina, la satsuma...?

Miguel Espinosa: «Las compagino. La faceta pura intelectual sólo la podría ejercer siendo como Montaigne, pongamos por caso, teniendo un castillo, ¿entiendes?, y siendo rico; o bien sumándome al séquito. De dos maneras, ¿me entiendes bien? Siendo rico, por mi cuenta, teniendo rentas, me dedicaría solo a ser intelectual. Me queda el otro camino: sumarme al séquito del Estado, como intelectual, entrar en la Universidad, o en la Diputación. Sumarme al séquito para mí sería terrible, porque es repetir eso, convertirme en un personaje mandarinesco. Eso me destruye, mi pureza intelectual me la destruye. Entonces, aunque no me pueda dedicar a lo intelectual plenamente y tenga que hacer esto, trabajar con japoneses o hacer importaciones, o vender, como he vendido, canicas traídas de China (ríe), es un mundo que me quita horas, pero no daña mi interioridad intelectual. Si me quedan después nada más que tres horas, soy un hombre absolutamente puro e intelectual, es un tiempo puro. Mientras que si me hubiera metido en la Universidad o quisiera vivir como intelectual, habría caído en la impureza, en una impureza terrible».

Vida antiburguesa

«El prestigio que da la sociedad en que vivo, a mí no me interesa»

Miguel Espinosa de niño. | Maravillas Gironés y Juan Espinosa, padres de Miguel Espinosa. | Juan Espinosa Dato, padre de Miguel Espinosa

MARAVILLAS GIRONÉS

Miguel Espinosa: «Mi madre era una persona de una inteligencia natural asombrosa, inculta, una inteligencia asombrosa. De una prudencia extraordinaria, de una sensatez y un equilibrio fabulosos. Yo diría que era un ser absolutamente antimundano, vivía feliz, o sea que no fue tentada por el mundo, en el sentido de las vanidades».

LA INSULSEZ, O FALTA DE SUSTANCIA, DE LO POLÍTICO

García Martínez: Y tus ideas políticas, ¿cuáles son?

Miguel Espinosa: «Pues mis ideas políticas no son de ninguna clase, puesto que yo no quiero jugar al juego de la burguesía, y como sé que toda actitud política actual es jugar al juego de la burguesía, pues yo no quiero jugar. O sea, que vuelvo a ser el chiflado, el marginado y no me interesa en absoluto, ahora mismo, la situación política en España. Me interesó hasta la muerte misma de Franco. De todas maneras, a mí me sucede que he interiorizado el franquismo de tal manera (esto te lo cuento como cosa curiosa), y me he dedicado tantos años a estudiarlo que es una segunda naturaleza mía. Yo deseaba que desapareciera el franquismo con un deseo inmenso. No dormía cuando Franco estaba enfermo; siempre oyendo la radio. Pero una vez que él ha muerto tengo como nostalgia de un mundo que era como más pintoresco, en el que yo me he desarrollado y ya soy también, en cierta manera, y paradójicamente, igual que López Rodó, un cadáver del mundo de Franco (ríe), en el papel de enemigo, pero también pertenezco a ese mundo. En aquella farsa había amigos y enemigos; y entonces, al morirse él, nos hemos muerto todos, los amigos y los enemigos. Y el mundo actual es ya un mundo extraño para nosotros (ríe)».

Miguel Espinosa, trabajando en Madrid.

EL MODELO DE SOCIEDAD IDEAL

García Martínez: ¿Podrías darme una imagen práctica de ese modelo de sociedad?

Miguel Espinosa: Sería un ejemplo la sociedad donde los valores actuales habrían desaparecido y habría otros. Y lo que nosotros creemos hoy que son cosas naturales (como que el vecino te ponga un coche, un Cadillac, pongamos por caso, que es un coche bueno, o un Mercedes enfrente como símbolo de su triunfo), eso habría desaparecido; pero no porque el vecino se hubiera vuelto bueno y ya no quisiera ponerte el Cadillac, sino porque eso ya no sería un valor. Hoy no es un valor tener un caballo blanco. Entonces los valores serían de tipo ciudadano y de tipo intelectual. Es decir, que el médico mejor destacaría porque es el mejor médico, no porque tiene dos ni tres barcos, ni porque gana más, como ahora destaca. Sería una sociedad, como si dijéramos, para decirlo así, con los valores que puede haber en un convento, entre gente igual, y, sin embargo, unos conventuales destacan de otros, porque estudian más o porque han hecho estas obras o las otras dentro de la sociedad conventual».

Sobre Franco

«Al morirse él, nos hemos muerto todos, los amigos y los enemigos»

García Martínez: ¿Aparte de la inteligencia y el saber, podría ser la ética alguno de esos valores?

Miguel Espinosa: «Claro. Cambiaría por completo la ética actual, la cambiaría por completo. Es que, además, la sociedad actual se caracteriza porque no tiene ética. No es que sea inmoral, sino que no tiene capacidad ética. Tú le preguntas a un pequeño burgués sobre el pecado, pongamos por caso, o sobre el mal, y no sabe contestarte. Te dirá simplemente que no mata y no roba. Entonces, una sociedad es más compleja cuando hay menos actos neutrales. Cuando todo es ético, entonces la sociedad es más rica y más compleja».

Miguel Espinosa.

EL HACER COTIDIANO

Miguel Espinosa: «Mi forma de vida es, por necesidad, antiburguesa. Está exenta de actualidad, y defino actualidad como el conjunto de valores y bienes que ofrece la sociedad en un determinado momento. Como yo no aspiro a esos valores (tener muchos aparatos, llevar a los hijos a un buen colegio, un coche, una casa en la playa y que te digan don Fulano), mi vida es absolutamente antiburguesa. El prestigio que da la sociedad en que vivo, a mí no me interesa. Pues... me levanto siempre tarde, a las diez o las once. Resuelvo las pequeñas cosas de mi trabajo, si es que lo tengo. Y ya me dedico por completo a la vida contemplativa, a leer o a observar a los burgueses para asombrarme de su mundo, y me someto a ellos sin protestar. No, yo no voy al cine. No me interesan las películas, ni los actos que se celebran en mi pequeña comunidad. Incluso a veces me da rubor si me saluda algún amigo mío, porque es presidente de la Diputación. Me da vergüenza hablarle en público, porque parece que su abrazo me mete dentro de esta actualidad. Es un pudor que no puedo remediar, porque mi felicidad consiste en estar marginado. Yo me margino porque obtengo felicidad. No, de verdad, no es por afán de significarme, es que siento como un pudor. Yo soy como un espía. Como muy poco. Hago una sola comida al día, a las cinco de la tarde: una carne asada con unos huevos, y después me tomo un vaso de leche. No me atraen los espectáculos. Jamás he ido al teatro, ni a un concierto... Al cine, dos veces al año, y nunca solo. El teatro me gusta más leerlo, porque es palabra; el montaje no me interesa. Las conferencias tampoco, pues en Murcia son espectáculos sociales. Van el notario y su esposa, que ya tienen reglamentada así su vida. Los burgueses tienen la semana distribuida: el lunes, una conferencia; el martes, un concierto; el miércoles, cenamos con los menganitos; el jueves, vamos a la presentación de este libro... Café, sí, bebo en grandes cantidades. Y fumo mucho. Me acuesto tarde, porque mis horas altas son por la noche. Como tengo la tensión baja... Yo empiezo a vivir a las ocho de la tarde y me suelo dormir a las tres o las cuatro de la madrugada. Tengo dos o tres amigos íntimos. Y creo que no debo de tener enemigos, pues como no he tenido nunca ninguna actuación, ni he hecho nada... No he competido nunca... Tengo dos hijos, una chica de 23 años y un chico de 25. Ella está casada. ¡Ah, ellos están muy contentos con mi manera de ser! Y practican de algún modo esta forma de vida, pues ya de pequeños les hablaba con sorna del mundo burgués. Claro, es una educación muy lenta, muy íntima, que se va fraguando a través de los años. En mi casa nunca se habla de que Fulano tiene dinero y yo tengo menos. Aquí jamás ha venido nadie a cenar. No, nunca veo la televisión. Miento, he visto en televisión la muerte de los Papas, la muerte de Kennedy, la muerte de Franco, la clausura del Concilio... vamos, actos universales. Y cuando llegó el hombre a la Luna. No es que no la vea por prejuicios éticos, sino porque me causa un malestar inmenso, igual que el cine. ¿La gente con la que yo trato? Sólo tengo trato con gente de 35 a 45 años. No, no he bailado jamás. ¿Mi noviazgo? Pues nos entreteníamos charlando en el bar Santos, que era el único bar al que iban entonces las mujeres».

García Martínez: -¿Y cantar? ¿Cantas alguna vez?

Miguel Espinosa: -«Sí, cuando me afeito. Canto generalmente himnos, la Marsellesa, el nacional, el Cara al Sol, indiscriminadamente. O recito a San Juan de la Cruz o a Jorge Manrique. Otros cantos no sé. Estoy triste, generalmente. Tengo depresiones. Debe de ser por la edad. Yo antes tenía un concepto muy vivo y muy pagano de la vida. La alegría de vivir, las mujeres. Soy mujeriego, pero, bueno, eso habría que matizarlo mucho. Soy monógamo. No puedo vivir sin tener relaciones con una mujer, pero tienen que ser unas relaciones muy constantes, muy largas y muy lentas. O sea, que la mujer es el otro que me oye y al que yo voy analizando, investigando. Para mí, la conquista de una mujer es un proceso de conocimiento. Necesito a lo mejor tres meses y ya entonces quiero tener con ella relaciones eternas. Por eso busco siempre una mujer única, para poder hablar con ella y marginarla también».

Casco antiguo de Caravaca.
Imagen - Casco antiguo de Caravaca.

EL SER DE ESPINOSA COMO POSE

García Martínez: -¿Y no has llegado a pensar que esta actitud tuya ante la vida puede entenderse como pose?

Miguel Espinosa:-«Creo que es muy trivial que me digan eso. Soy un hombre que vive en una pequeña ciudad de provincia, un hombre pobre y de vida oscura y gris. Decir que ese hombre tiene pose, me parece un juicio completamente absurdo, porque la pose sería para proyectarla al exterior y tal. Volviendo al Evangelio, la pasión de Cristo comienza el domingo de Ramos precisamente, que es cuando debió de sufrir más, al ver que lo aclamaban [Ver Tríbada, IV, 24]. Yo no deseo destacar. No resistiría ser aclamado. Por eso me parece demoníaco querer ser aclamado constantemente. Por eso veo a los políticos como tipos extrañísimos y malvados... y me parecen paranoicos. No sé qué satisfacción puede sentir un tipo, asomándose al balcón para ser aclamado».

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