Todo irá mejor

Lunes, 31 de diciembre 2018, 08:03

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Hay razones para confiar en que 2019 sea un año mejor que este al que ya despedimos. Qué se podía esperar de un año y de un país en los que las canciones más escuchadas en Spotify fueron 'Sin pijama' y 'Te boté', reguetón puro y duro, según una lista en la que no figura 'Nessun dorma'; un país y un año en los que la extrema derecha entró en las instituciones con propuestas para reconstruir la España carpetovetónica, aprovechándose del empeño de la izquierda en el poder por resucitar a Franco; una región y un año en los que vimos sentarse en el banquillo de los acusados a un expresidente de la Comunidad Autónoma y a exalcaldes de Murcia y San Javier, y en los que toda una sección de la Audiencia Provincial lamentó en su sentencia (la que absolvió a Pedro Antonio Sánchez en el 'caso Pasarelas') «la indolencia» de otros jueces y fiscales que habría llevado a dejar sin juzgar un caso de presunta corrupción urbanística; un año y una región, en fin, que registraron en las carreteras el peor y más trágico de los récords posibles, el que se mide por muertos, heridos y familias destrozadas, si bien tuvo su anverso, una vez más, en la generosidad inagotable de una comunidad que se anotó el mayor número de donaciones de órganos de España, por tercera vez consecutiva.

Definitivamente, 2019 no podrá ser un año peor, y no porque haya elecciones municipales, autonómicas y europeas, y quién sabe si también legislativas, en lo que sería un 'superdomingo' electoral. De las urnas saldrán el 26 de mayo gobernantes y opositores que, de mantenerse el denominador común de las añadas precedentes, mostrarán una talla o dos por debajo de los votantes, excepciones hechas -nobleza obliga- de Pedro Saura y Teodoro García, a quienes las direcciones de sus respectivos partidos encaramaron en el año que agoniza a la secretaría de Estado de Infraestructuras, Transporte y Vivienda, el socialista, y a la secretaría general del PP, a la vera de Pablo Casado, el ciezano. Es razonable suponer que algo cabildearán para sacar tajada de la Administración en favor de su tierra común.

El distanciamiento entre los mandamases y la gente de la calle constituye una característica de esta región, que volvió a ponerse de manifiesto durante 2018; así, el Real Murcia navega sin timonel por los juzgados y los sótanos de la Segunda B, pero los aficionados se rascan el bolsillo y participan entusiasmados -con su dinero- en una ampliación de capital que resultaba para el club de necesidad vital, y metiendo además cada domingo a miles de personas en la Nueva Condomina, pese al mal juego y a la entidad de los rivales; también en 2018, los partidos políticos fueron incapaces de sacar adelante un pacto contra la violencia de género, pero la manifestación feminista del 8 de marzo sacó a las calles en la Región a miles de mujeres que ahora se encaminan hacia el empoderamiento, con paso firme y a pesar de un feminicio rampante que hasta el 20 de diciembre se había llevado por delante a 47 mujeres, una en Murcia. Los éxitos históricos de Alejandro Valverde (campeón mundial) y Ana Carrasco son otra prueba de las grandes individualidades que brotan de vez en vez en una región a la que le falta empuje colectivo suficiente para desatascar sus problemas endémicos, los de siempre. Es verdad que en 2019, sin embargo, algunos de estos verán por fin la luz: a mediados de enero abrirá el aeropuerto internacional de Corvera, a ver con cuántos vuelos y a dónde, y el AVE se acercará un poco más, aunque todavía no llegará a la estación del Carmen porque el Gobierno socialista prefirió soterrar primero las vías y después levantar la bandera de paso.

Hay razones para la esperanza en 2019, sí. Yo soy de los que piensan que la deriva independentista en Cataluña tampoco podrá ir a peor. A la fuerza deberá reconducirse, o España se despeñará. Visto el fracaso de la 'política del ibuprofeno' con la que Borrell quería rebajar la inflamación, confiemos al menos en que prospere la 'conllevancia', el término acuñado por Ortega y Gasset en su discurso sobre el Estatuto catalán ante las Cortes republicanas. «Después de todo, no es cosa tan triste eso de conllevar», dijo, tras dar por irresoluble «el problema catalán» debido al «sentimiento vago» de muchos catalanes, de los que ya entonces observó Ortega que profesaban a Cataluña tanto amor como a España desapego.

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