Carmen Gallego Martínez (Murcia, 1954). VICENTE VICÉNS / AGM

'Sin lechos de certidumbre': versos para pelear en el ágora

El libro de la semana de ababol ·

En el constante combate del pensamiento y de las ideas la poeta murciana Carmen Gallego ha terminado desistiendo de la victoria final, acaso, porque el premio solo ha consistido en persistir en el camino, en la lucha hasta el fin, en la voluntad de seguir adelante y no dejarse convencer por medias verdades o por ideologías a la moda

Sábado, 19 de noviembre 2022, 08:11

El último poemario de la escritora Carmen Gallego, 'Sin lechos de certidumbre' (MurciaLibro, 2022), sorprende al lector por una adscripción ineludible a la belleza del ... pensamiento, a la búsqueda insobornable de una salida limpia en su pugna, ya clásica, entre la verdad del individuo, su insobornable independencia que defiende desde su atalaya única y la voracidad de la masa, de la convención política, de ese demonio social que tira de ella y la obliga a decir sus palabras, a veces hirientes, siempre duras: «Todos no vivimos lo mismo. / Ni de la misma forma. / El afán igualitario de esta época, / tan poco propicia a aceptar la individualidad, / tan poco dispuesta a tratar la diferencia con respeto, / tan poco despierta al ansia que busca esencia en la diversidad».

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Mantiene la lucha de la escritora consciente, de la ciudadana responsable y cívica que conoce sus límites y sus derechos y ejerce su deber de proclamar al mundo los defectos de una época, los errores de unos años: «Esta civilización, preparadora de ciudadanos / sin tiempo, avariciosos de información, de palabra, de acontecimiento; / consumidores de cultura, de diversión, de espacio, de amistad; codiciosos / de éxito, vergonzosos de fracaso, incapaces de desprenderse /de la marca de poder provocadora de horrores sin bautizar. Este siglo /que ha nacido envejecido; cansado de la herencia de los anteriores». También es profundamente poético el universo del conocimiento, la pugna de la palabra y el combate de la idea. Así que el talante de estos versos se parece mucho al talante de la poeta y en ellos podemos reconocerla sin duda, y esta sería la primera definición del estilo, el reconocimiento del hombre o de la mujer que han creado las palabras de la obra y han puesto en ellas su sangre y su pensamiento. Que un libro se parezca a su autor es como decir que sus palabras son reconocibles porque en ellas están su sello y su estilo. Esto es lo primero que descubrimos en la lectura del este poemario, siempre que hayamos conocido antes a su creadora, una mujer, en efecto, que batalla con las armas de la inteligencia, pero desde su insobornable y honrada posición femenina.

«(...) No puedo más. / No quiero. No más palabras bombas, / ni guerras por sorpresa o de guerrillas. / Me retiro. Te cedo el campo de batalla, / las armas, los ejércitos, las victorias. / Abdico. Abdico de tener razón», dice la poeta

Desazón

Lo que vamos a encontrar en estos versos es una lucha constante, una suerte de agonía unamuniana, si no fuera porque en este libro no se plantea la fe en un Dios convencional, sino más bien la fe en el hombre y en las ideas del hombre, que la autora no cesa de poner en entredicho: «Algo que no sé definir, que sobra o falta, / provoca desazón en la alberca de mi nombre, / y aunque ya no me pronuncio, / olvidé las palabras que me amaban». Hasta es posible que encontremos en estas palabras la manera unamuniana de buscar la idea y la verdad. Hay en este libro, como no podía ser menos, una búsqueda interior, que pretende poner en claro una vida entera, una biografía en camino a cualquier parte, un redoble de conciencia y de alguna manera también un ajuste de cuentas: «El pasado no colma el hueco de esta soledad / de más de sesenta y cinco años, que nunca he vivido. / El futuro envía borrosos destellos, / que no sé si son para mí». La duda sobrevuela estas páginas y nos perturba también a nosotros sus lectores, porque llegan directamente del pensamiento encarnado en el valor de una mujer que se mantiene en pie y desde su altura combate con el mundo.

La autora desliza siempre una sombra de duda que es a menudo un principio de incertidumbre, porque en la duda reside casi siempre el principio de una crisis y la esperanza de una salida airosa, y el destello de la inteligencia y la sabiduría. Ella sabe asimismo que la duda es el origen de la verdad, porque no ha cesado en toda su vida de ejercer tal disciplina, con un ahínco y una pasión extraordinarias.

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Luchar parece haber merecido la pena y, en cualquier caso, la autora no concibe la existencia sin la pugna diaria: «Me duele el pelear continuo que suscita / esta forma de mirar la vida. No puedo más. / No quiero. No más palabras bombas,/ni guerras por sorpresa o de guerrillas. / Me retiro. Te cedo el campo de batalla, / las armas, los ejércitos, las victorias. / Abdico. Abdico de tener razón».

Decencia

En el constante combate del pensamiento y d e las ideas la autora ha terminado desistiendo de la victoria final, acaso, porque el premio solo ha consistido en persistir en el camino, en la lucha hasta el fin, en la voluntad de seguir adelante y no dejarse convencer por medias verdades o por ideologías a la moda. No es necesario añadir el carácter indomable de una mujer que no ceja en la defensa de su razón, en el combate constante, que es una manera de vivir con la decencia y la pureza de los antiguos pensadores clásicos. Un ejemplo no muy frecuente en la actualidad porque en ocasiones supone colocarse en el lado opuesto del corazón, hacer de abogado del diablo, ir contra tus principios y albergar cierta dosis de amargura por un estado de cosas que rara vez se ajusta a lo deseable. Carmen lo sabe y no le duelen prendas por estar muchas veces en el lado incómodo, en el lugar molesto e inconveniente, su pensamiento es libre, rebelde e inquebrantable porque su única aspiración es ser fiel y honesta consigo misma. Tal vez hoy en día resulta una posición delicada esa actitud, no por tibieza sino porque matizar, colocarse en el sitio justo hace tiempo que no es la mejor manera de estar en el mundo.

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Interrogantes

Es posible que a veces este libro duela o que no nos guste todo lo que plantea porque no ha sido concebido para el placer de nadie ni para el acuerdo, por eso mismo nos suscitará seguro cierta disensión, como, por otra parte, debe despertarnos siempre un libro que nos propone interrogantes e incertidumbres, pues solo así conseguiremos llegar a alguna parte con luz. De ahí que nos escamotee desde el mismo título los lechos de certidumbre que la literatura más acomodaticia regala a manos llenas.

Y a pesar de todo no se lo pierdan. Merece la pena.

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