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José Frimán y otros empleados manejando un motor de avión, en los talleres de San Javier (década 1950). Antonio J. Zapata
José Frimán, un guineano al servicio de la Aviación española
Ababol

José Frimán, un guineano al servicio de la Aviación española

El panteón militar de la Academia General del Aire en el cementerio de San Javier cobija los restos de este guineano que tuvo una azarosa vida en España tras ser reclutado con solo 13 años por los hidroaviones de la Patrulla Atlántida al mando del comandante Rafael Llorente. El director del Archivo Regional, Javier Castillo, recoge en Ababol algunos hitos de su biografía

Javier Castillo Fernández

Sábado, 15 de marzo 2025, 07:29

Cuando a las 14.15 horas del día de Navidad de 1926 los tres hidroaviones Dornier Wal de la 'Patrulla Atlántida' amerizaron en el puerto de Santa Isabel (actual Malabo), capital de la colonia española de Guinea, la expectación de los numerosos nativos y españoles que los esperaban no podía ser más grande. Culminaba con éxito la etapa de ida de este arriesgado raid aéreo, realizado por un puñado de militares de la Aviación española al mando del comandante Rafael Llorente. La patrulla surcaba por vez primera por el aire la costa occidental de África, recorriendo los 6.829 km que separan Melilla y la actual Guinea Ecuatorial en dos semanas de vuelo de cabotaje.

La mayoría de los espectadores veían por primera vez un avión que, además y sorprendentemente, podía flotar. Así lo relataría poco después el capitán Niceto Rubio, uno de los pilotos de la misión: «El asombro de los negros al vernos llegar a Fernando Poo fue enorme… Habían estado preparando un campo de aterrizaje al lado de Santa Isabel… Cuando se divulgó la noticia… de que llegábamos, acudieron presurosos a ver lo nunca visto… [y ocuparon el] campo de aterrizaje. Naturalmente, los hidros de la Patrulla Atlántida prefirieron tomar agua en el puerto, y entonces creyeron los negros en la catástrofe, y gritando «¡Kikiribu!» (ya se perdió todo) corrieron a los muelles. Su asombro no tenía límites al ver que aquellos barcos que vuelan no se habían hundido».

El hidro 'Valencia' de la Patrulla Atlántida es remolcado a su llegada a la Santa Isabel, Guinea española (1926). Archivo Histórico del Ejército del Aire y del Espacio (AHEAE)

Entre aquellos admirados guineanos posiblemente se contaran dos adolescentes, José Epita Mbomo, de quince años, y José Frimán Mata, de trece, cuyas vidas iban a dar un giro sorprendente al marchar ambos a España de regreso con los heroicos aviadores de la Atlántida. La increíble historia de Epita, exiliado en 1939, miembro de la Resistencia francesa y superviviente de los campos de concentración nazi, fue dada a conocer en 2021 por la periodista Tereixa Constenla en 'El País'. Pero la azarosa vida de su compañero Frimán, que ahora mostramos, no le fue a la zaga.

José Frimán Mata, hijo de Alejandro Frimán Gaizan y María Mata, había nacido en Santa Isabel el 19 de noviembre de 1913. Su primer apellido, derivado claramente del término inglés Freeman ('Hombre libre'), apunta a que su padre pudo ser un «fernandino» (por Fernando Poo, actual isla de Bioko): apelativo dado a los descendientes de inmigrantes venidos desde algunas colonias británicas, como Sierra Leona o Nigeria, a trabajar en las plantaciones de cacao de aquella isla a finales del s. XIX y que hablaban una mezcla de español e inglés conocido como 'Pichinglis'.

Grupo de obreros de la base de Los Alcázares. En el centro, a izquierda y derecha del oficial, José Frimán y José Epita, respectivamente (hacia 1928). Paquita Meroño y Jesús Galindo

El joven Frimán debió de contar con la autorización paterna (se sabe que su progenitor aún vivía en 1943) o de otro familiar (como en el caso de Epita), para cumplir su deseo de viajar a España. Lo cierto es que ambos jóvenes constituyeron uno de los variados y exóticos souvenirs con los que los aviadores españoles regresaron a casa. Así se recogió en la prensa nacional en las diversas entrevistas al comandante Llorente tras su exitoso regreso a España, en unos términos mezcla de paternalismo colonial y de superioridad racial que no dejan lugar a duda:

«- ¿Traen ustedes notas o cosas curiosas de allí?

- Sí, aparte de objetos como collares, amuletos, pulseras de diente de elefante, y muchas curiosidades exóticas, he traído dos negros de unos doce años. Uno de estos [se trataba de Frimán] lo he dejado, como criado [al servicio de los oficiales] en la base de Hidros de Mar Chica [Melilla], y el otro lo he regalado a la madrina del 'Valencia' [nombre de uno de los tres hidroaviones del raid]» ('El Día Gráfico', 18 de marzo de 1927).

Equipo de fútbol de Los Alcázares. Indicado con el 9, Frimán (hacia 1930). Paquita Meroño y Jesús Galindo

En otras entrevistas afirmaba: «A la hija del infortunado Salgado [capitán de aviación muerto en la guerra de Marruecos], niña de tres años y madrina de la escuadrilla, la (sic) traigo un morenito que se llama Pepito [Epita], y viene en barco. Para mí traigo otro. Van a estar muy salados de botones» ('El Debate', misma fecha); «-¿Recuerdos curiosos? -Algunos. Los más interesantes, dos magníficos ejemplares de negros. Uno ha quedado como criado nuestro, en la base de «hidros» de Mar Chica. El otro lo he regalado, como recuerdo del viaje, a la madrina de mi aparato» ('Ejercito y Armada: diario defensor de sus clases activas y pasivas', misma fecha).

Los chicos, que llegaron a Melilla a bordo del 'Cabo Falcón', buque de apoyo de la misión, finalmente no cumplirían el que parecía ser su destino como exóticos criados, sino que al poco tiempo fueron enviados a la base aérea de Los Alcázares para formarse como aprendices de mecánicos, posiblemente por decisión de Llorente, que acababa de ser nombrado jefe del aeródromo, entonces uno de los más importantes de la Aeronáutica militar española. José Frimán comenzó a trabajar allí hacia marzo de 1928, con algo menos de quince años, especializándose como ayudante de mecánico de motores de aviación.

Al poco tiempo ambos jóvenes se hicieron muy populares en esta población del Mar Menor, además de por su color y su simpatía, por sus dotes futbolísticas, especialmente Frimán, que se reveló como un excelente interior derecho, que tanto distribuía juego y daba certeros pases a los delanteros como chutaba a gol con gran pericia. Tal fue su fama que al final de la temporada de 1932 fue fichado por el Cartagena Club de Fútbol y al año siguiente militó en el Gimnástica Abad, equipo del cartagenero barrio de San Antón.

Frimán junto al resto de compañeros del equipo C. D. Alcázares (hacia 1930). Paquita Meroño y Jesús Galindo

Todo ello sin dejar el Club Deportivo Los Alcázares, donde coincidió con Epita, y de jugar ocasionalmente en el Aviación Fútbol Club, integrado por personal de la base. Una crónica deportiva recoge su magnífica actuación en la victoria del equipo aeronáutico ante el Club Deportivo Dolores por un contundente siete a uno: «El negro Frimán, del CD Alcázares, demostró una vez más su gran juego, logrando en lucidas combinaciones y soberbios 'chuts' colocar seis veces la pelota dentro de la puerta murciana (…). El público salió satisfechísimo del encuentro y Frimán fue paseado en hombros por los aficionados entusiastas» ('El Liberal', 13 de abril de 1933). En general, las noticias deportivas se deshacían en elogios por la habilidad y el juego del ya conocido como 'Pepito el Negro'.

El advenimiento de la República había traído ilusiones y esperanzas a todo el país, y una mayor implicación política y social de la ciudadanía. Gran parte de la oficialidad de la base de los Alcázares, sede de la Escuela de Tiro y Bombardeo Aéreos, y la mayoría de su personal civil, era activamente partidaria del nuevo régimen democrático. En su seno se creó la Sociedad de Obreros de Aviación, afecta a la UGT, en la que Frimán, con el carné número 8, sería uno de sus primeros afiliados. El aciago año 1936 comenzaría con la sonada boda de su compañero José Epita con la cartagenera Cristina Sáez, que causó sensación en la ciudad departamental y a nivel nacional por lo inusual entonces de una boda interracial, y continuó con el estallido de la Guerra Civil. La noche del 19 de julio una columna dirigida por el comandante Juan Ortiz, jefe de la base de Los Alcázares -que se había mantenido leal a la República- y compuesta por tropas y por obreros de sus talleres, tomaron la rebelde base aeronaval de San Javier, ayudando significativamente a que el golpe militar fracasara en la provincia de Murcia. Debió ser por entonces, si no antes, cuando los dos mecánicos guineanos ingresaron en el Partido Comunista de España, en el que José Frimán tuvo el carné número 48.876.

Los chicos, que llegaron a Melilla a bordo del 'Cabo Falcón', buque de apoyo de la misión, finalmente no cumplirían el que parecía ser su destino como exóticos criados

El nombre de ambos figura, junto a otros muchos compañeros de los talleres de la base de Los Alcázares, en una colecta realizada en septiembre de 1936 a favor de las familias de los milicianos caídos en defensa de la República. Por entonces la base hervía de actividad en el montaje y mantenimiento de los recién llegados aviones soviéticos. En junio de 1937 Frimán se afiliaría al Socorro Rojo Internacional de Los Alcázares y poco después sería trasladado, al igual que Epita, a Cataluña, sirviendo en el aeródromo de El Prat (Barcelona). En octubre de 1938, como mecánico ayudante de primera, fue asimilado a sargento de la Maestranza de Aviación republicana, con un sueldo anual de 4.650 ptas.

Campos de internamiento

La caída de Cataluña en poder del ejército franquista, en febrero de 1939, precipitó la huida a Francia de casi 400.000 personas, civiles y militares, en un impresionante éxodo que se conoció como 'La Retirada'. Entre ellos figuraban los dos compañeros guineanos, que pasarían por distintos campos de internamiento: Saint-Cyprien, Argelès y Gurs (conocido como el «campo de los aviadores» españoles), recinto al que llegarían a mediados de abril. Las autoridades francesas presionaban a los refugiados españoles para que se alistaran en la Legión extranjera o regresaran a España. En ese momento crucial, sin esperanzas a corto plazo, los dos amigos tomaron caminos distintos: Epita prefirió quedarse en Francia mientras que Frimán decidió regresar a España, cruzando la frontera en mayo de ese año. Nunca volverían a encontrarse.

Las vidas de José Epita Mbomo, de quince años, y José Frimán Mata, de trece, iban a dar un giro sorprendente al marchar a España de regreso con los heroicos aviadores de la Patrulla Atlántida

Todo indica que Frimán -quizás avalado por el comandante Llorente, que había pasado la guerra preso en Madrid al considerársele desafecto a la República- se reincorporó sin mucha dificultad a su empleo de mecánico motorista en Los Alcázares, donde incluso volvió a jugar en el equipo de la base. En julio de 1940, meses después de crearse el Ejército del Aire, fue trasladado al aeródromo militar de Alcantarilla, donde se acababa de inaugurar la Escuela de Pilotos Nº. 1, y en octubre de 1941 a la nueva Maestranza de Aviación de Albacete, en la base de Los Llanos, donde fueron a parar la mayor parte del personal y material de la de Los Alcázares, que se dice fue «castigada» y desmantelada por su lealtad republicana. Frimán, que seguía con su mismo empleo de ayudante motorista, se instaló en la pensión Marín, situada en el número 37 de la calle San Agustín. Poco después, en 1943, residía en la calle Blasco Ibáñez, nº 7. En la capital manchega retomó su afición por el fútbol, fichando por el Albacete Balompié, en el que volvería a dejar prueba de su excelente calidad como uno de sus principales goleadores. Al parecer, por esos años el «morenito» Frimán también participó en algunas veladas de boxeo en la plaza de toros albacetense.

Alienación del Gimnástica Abad, de Cartagena, que perdió 5-1 en La Condomina ante el Murcia F.C. Arriba, tercero por la izquierda, Frimán. Murcia Deportiva (9 octubre 1933). Pedro García y J. A. Garre

Cerco de Leningrado

Y, de nuevo, la vida del guineano dio un sorprendente giro. Quizás para tratar de «limpiar» su antiguo pasado izquierdista, José decidió en marzo de 1943, con casi treinta años, enrolarse en la tercera gran remesa de voluntarios reclutada para servir en la División Azul en contra de la Unión Soviética. Debió de ser uno de los pocos, si no el único, soldado de raza negra en la unidad y, por ende, en el racista ejército alemán (aunque es sabido que algunas tropas coloniales del gobierno francés de Vichy estuvieron integradas en el Afrika Korps y que una docena de ellos combatieron en el frente ruso).

En su ficha de alistamiento «olvidó» -o no se le exigió- consignar su actuación durante la pasada Guerra Civil. La División Española de Voluntarios, o 250ª División de Infantería de la Wehrmacht, compuesta inicial y mayoritariamente por voluntarios falangistas de clase media, estaba combatiendo desde el verano de 1941 en el infructuoso y brutal cerco de Leningrado (actual San Petersburgo).

Tras sufrir numerosas bajas y con el signo de la guerra ya claramente en contra de Alemania, las sucesivas levas de voluntarios no contaron con el empuje inicial, por lo que para cubrir las bajas y relevos se recurrió a buscar nuevos efectivos en los cuarteles, incluso en ocasiones recurriendo a la recluta forzosa o como castigo disciplinario. Sea como fuere, Frimán formó parte del 23 Batallón de Marcha de la División, que llegó al cuartel general de la unidad en Rusia a mediados de mayo de 1943. Se le asignó el número de chapa 20.668 y fue adscrito como soldado al Grupo de Automóviles. Pero su aventura rusa resultó realmente efímera.

Ficha de voluntario (i) en la División Azul (1943) y la ficha y foto (d) de José Frimán en su expediente personal en la Maestranza de Aviación de Albacete (hacia 1941). AHEAE / Archivo General Militar de Ávila
Imagen secundaria 1 - Ficha de voluntario (i) en la División Azul (1943) y la ficha y foto (d) de José Frimán en su expediente personal en la Maestranza de Aviación de Albacete (hacia 1941).
Imagen secundaria 2 - Ficha de voluntario (i) en la División Azul (1943) y la ficha y foto (d) de José Frimán en su expediente personal en la Maestranza de Aviación de Albacete (hacia 1941).

Quizás por motivos raciales o por descubrirse su pasado comunista, el 26 de ese mismo mes el jefe del Estado Mayor de la División, el teniente coronel Díaz de Villegas -que por entonces se quejaba de la «mala mercancía» que estaba llegando entre los nuevos reclutas-, ordenó «que el soldado… José Frimán Mata pase destinado al Batallón de Depósito núm. 250, donde quedará pendiente de repatriación con la primera expedición que se organice». En efecto, el 2 de junio fue concentrado en dicho batallón, el 5 dado de baja en la División y el 9 repatriado, «acompañando a la expedición de indeseables de esa fecha». Finalmente, el grueso de la División Azul regresaría a España de forma discreta en octubre de ese año.

Afición al fútbol

De nuevo en Albacete, Frimán continuó trabajando en los talleres de Los Llanos y con su afición al fútbol, ahora en equipos de menor categoría, como el Gimnástica albacetense, La Peña Montañesa de Educación y Descanso y el de la propia Maestranza. En 1950 fue destinado a los talleres móviles de la base de San Javier, que había recibido un nuevo impulso en 1943 al establecerse allí la Academia General del Aire (AGA). Por entonces residía en la calle San José, nº 24, de Santiago de La Ribera, en el barrio colindante con la Academia. Y en ese contexto, un nuevo sobresalto sacudió su azarosa y solitaria vida. En febrero de 1955 la Delegación Nacional de Servicios Documentales, organismo encargado de rastrear antecedentes republicanos en los documentos requisados durante la pasada guerra (cuyos fondos darían lugar al actual Centro Documental de la Memoria Histórica, en Salamanca) comunicó los antecedentes comunistas de Frimán al siniestro Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo, que en septiembre de ese año le incoó el sumario nº 340-C-55. Desafortunadamente no se conserva este proceso, por lo que se desconoce el resultado del mismo, pero lo rápido que se dio por cerrado (enero de 1956) indicaría que posiblemente Frimán pudo salir indemne, aunque el miedo y la inquietud volverían a rondarle de nuevo.

Interior de unos de los talleres de la base de San Javier (arriba), con aviones de entrenamiento North-American T-6 (década 1960). | Vista general del recinto y panteón de la AGA en el cementerio de San Javier (i). Se aprecia, a la derecha de la cruz y exento, el nicho de Frimán. | Lápida de José Frimán en el panteón de la AGA (d). Cementerio de San Javier. Luis Lluch
Imagen principal - Interior de unos de los talleres de la base de San Javier (arriba), con aviones de entrenamiento North-American T-6 (década 1960). | Vista general del recinto y panteón de la AGA en el cementerio de San Javier (i). Se aprecia, a la derecha de la cruz y exento, el nicho de Frimán. | Lápida de José Frimán en el panteón de la AGA (d). Cementerio de San Javier.
Imagen secundaria 1 - Interior de unos de los talleres de la base de San Javier (arriba), con aviones de entrenamiento North-American T-6 (década 1960). | Vista general del recinto y panteón de la AGA en el cementerio de San Javier (i). Se aprecia, a la derecha de la cruz y exento, el nicho de Frimán. | Lápida de José Frimán en el panteón de la AGA (d). Cementerio de San Javier.
Imagen secundaria 2 - Interior de unos de los talleres de la base de San Javier (arriba), con aviones de entrenamiento North-American T-6 (década 1960). | Vista general del recinto y panteón de la AGA en el cementerio de San Javier (i). Se aprecia, a la derecha de la cruz y exento, el nicho de Frimán. | Lápida de José Frimán en el panteón de la AGA (d). Cementerio de San Javier.

Según el censo de 1962, José residía por entonces en la propia AGA, aunque según testimonios de quienes lo conocieron era más habitual por entonces su presencia en Los Alcázares. Sin embargo, el popular y simpático 'Pepito el Negro', que a diferencia de Epita permaneció soltero toda su vida, entró en la espiral de la bebida y pasó a convertirse en una especie de «juguete roto» local, objeto de comentarios jocosos de chicos y grandes. Es posible que su adicción al alcohol le costara el puesto de trabajo. A pesar de que sus amigos y antiguos compañeros de la época del fútbol, como Ginés Meroño, procuraban recogerlo y llevarlo a casa para adecentarlo y darle de comer, a comienzos de la década de los sesenta era habitual verlo por Los Alcázares, casi a diario, trasegando «desde la bodega de los Peones a la de Paco».

Con cincuenta años recién cumplidos, falleció el 6 de marzo de 1964. Al parecer sus compañeros del taller móvil de San Javier realizaron una colecta para pagar su entierro y un oficial, o la propia Academia, cedió uno de los nichos del panteón militar que la AGA tiene en el cementerio de San Javier, donde actualmente reposan los restos de aquel joven guineano que soñó con venir a España.

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