Fenicios, de la púrpura de Tiro a Carthago Nova
La Asociación de Profesores de Lenguas Clásicas (Amuprolag) nos descubre la vida y aspiraciones de un pueblo mítico que fundó colonias a lo largo y ancho del Mediterráneo
PEDRO HUERTAS
Miércoles, 20 de noviembre 2019, 18:10
El mar Mediterráneo ha sido el nexo de unión del sur de Europa, Norte de África y Oriente Próximo durante miles de años. Todavía recuerdo la lectura, aun siendo estudiante, de los libros de la Dra. Aubet sobre el mundo fenicio y el uso que estos hicieron de nuestro mar para fines comerciales. Cronológicamente para nuestra península, los primeros colonizadores en llegar a las costas fueron estos, aunque sabemos de colonización griega focense en la actual Cataluña en torno a los siglos VIII-VII a.C.
Nos encontramos en un mundo en el que los navegantes de todas las culturas mediterráneas se guiaban a través de las estrellas y diosas como Tanit o Isis, deidades a las que dedicaron templos por todas las costas que pisaron. Debemos entender lo arriesgado del viaje por mar que suponía salir en marzo de Tiro para llegar a la península tras varios meses de navegación, todo ello mirando al cielo y pensando en la protección de aquellas deidades.
Los fenicios trajeron con ellos una serie de innovaciones que los pobladores autóctonos enseguida aceptaron para sí. Estos pueblos, que interiormente debatían aun entre el final de la Edad del Bronce y el inicio de la del Hierro, conocieron a través de nuestros amigos una manera de comunicarse basada en la escritura: el alfabeto. Además, productos como el vino o el aceite fueron introducidos, o por lo menos la población autóctona les sacó el rendimiento que todos conocemos ahora. Debido al comercio del que hacían gala los fenicios, llegaron a las costas de la Península objetos procedentes de todo el Mediterráneo. Muestra de ello encontramos cuando nos acercamos a alguna de las factorías que a modo de colonia fundaron los fenicios. Los ejemplos más importantes son Cádiz e Ibiza, pero hoy nos centraremos en otros sitios.
¿Qué queda de la presencia fenicia -o de su paso- en las costas de la Región de Murcia? Siendo objetivos, deberíamos empezar por la provincia de Alicante. El Cabezo Pequeño del Estaño y La Fonteta, ambos en Guardamar del Segura, son yacimientos que nos hablan de esa relación comercial de los fenicios con los habitantes de la costa levantina. Ya en territorio regional debemos pararnos en el magnífico pecio del Bajo de la Campana, barco hundido con todo su cargamento allá por el siglo VII a.C. ¿Dónde? muy cerca de la isla Grosa frente a las costas de La Manga. Piezas de ese pecio podemos ver cuando visitamos la excelente colección del museo ARQUA en Cartagena: vajilla, elementos metálicos o defensas de elefante -algunas incluso con inscripciones en fenicio- formaban parte de los productos del barco que encontró su fin mercantil frente a nuestras costas. De hecho durante los próximos meses, dentro de la gran exposición organizada sobre los púnicos en el Coliseo, en Roma, esas defensas de elefante forman parte de la misma, dentro del apartado dedicado al origen de los cartagineses.
Asentamientos
Caso parecido al del Bajo de la Campana presentan los barcos hundidos frente al Puerto de Mazarrón, aunque estos servirían de enlace entre la costa y un barco nodriza. En las mismas playas de Mazarrón nos topamos con el yacimiento de Punta de Gavilanes. Aquí no hay barcos hundidos, sino un punto comercial que a su vez reutilizaba el mismo espacio que un día tuvo la zona en la Edad del Bronce, y que más tarde se convertiría en una factoría metalúrgica. Como vemos, los fenicios, al igual que en todo el Mediterráneo elegían asentamientos costeros atendiendo siempre a la geografía: pequeños salientes de tierra o incluso pequeñas o grandes islas, como en el caso de Cádiz, cuyo origen se puede encontrar en el yacimiento musealizado de Gadir 1.0, bajo el teatro de Títeres de la tía Norica (siglo IX a.C.).
El mar fue su elemento natural durante varios cientos de años, fundando colonias allá donde clavaban sus anclas. Su influencia se notó en la cultura ibera, sobre todo en el mundo funerario y mitológico. Comerciaron con egipcios, griegos o etruscos, dejando muestras de su paso en todas estas culturas. Sus descendientes, los púnicos, salieron de la famosa ciudad de Carthago, también por mar, para continuar su labor una vez que los fenicios, sus ascendentes, cayeron estrepitosamente al ser absorbidos por la órbita de Babilonia. Les reemplazaron y siguieron su estela hasta que el gran Aníbal mordió el polvo en Zama ante la mirada del romano Escipión. Con esa derrota caía toda una amalgama de sentimientos y tradiciones que habían nacido en un momento indefinido casi mil años atrás, en un pequeño asentamiento del levante Mediterráneo.
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