Vidrieras de Carpe en el edificio del Banco Exterior de Murcia. ROS CAVAL

El primer edificio de la Gran Vía con vidriera de Carpe

Arte. Maravilloso es que un artista de Espinardo realizase la fantasía en vidrio del Banco Exterior en Murcia

ANTONIO MARTÍNEZ CEREZO

Lunes, 8 de noviembre 2021, 21:09

21 de enero de 1955. Viernes. Festividad de Santa Inés, virgen y mártir, patrona de las mozas casaderas. El obispo, don Ramón Sanahuja y ... Marcé, bendice el solar donde, Dios mediante, se alzará el primer edificio de la Gran Vía Central o Gran Vía de José Antonio, fundador de la Falange. De riguroso pontifical y a hisopazo limpio, Monseñor oficia la ceremonia a la que asiste una legión de invitados, lo más significado de la ciudad. El obispo es 'un besamanos andante'. Va a todas partes (sobre todo, al Malecón) con la mano extendida, para que los viandantes le besen el anillo pastoral, que limpian con un pañuelico bordado con sus iniciales los dos seminaristas que le acompañan, guardándole los pasos. A bombo y platillo, la prensa local advierte que sobre el bendecido solar se alzará un edificio de ocho plantas, en noble piedra española, moderno de toda modernidad, tanto que será envidia del mundo. Se concreta que será la sede en Murcia del Banco Exterior de España, que tendrá siete plantas, sótano y áticos, y que, por voluntad del cielo, se alzará sobre las ruinas de una antigua propiedad de los marqueses de Espinardo, en la calle de Santa Teresa. El marquesado de Espinardo, lo ostenta María del Pilar Díez de Rivera y Escrivá de Romaní Casares y Sentmenat, casada con Pedro de Alcántara de Churruca y de la Plaza. Tan aristocrática familia tiene más propiedades que apellidos. Y apellidos tiene un rato. El ruinoso solar de la calle de Santa Catalina, piedra sobre piedra, es una presea inmobiliaria de poco valor para ellos. En Espinardo, poseen un palacio que causa general admiración. Como corresponde al feneciente mes en curso, las horas menguan, la noche cae, la luna asoma y se acaba el día. Todo en plan muy cervantino.

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27 de mayo de 1955. Viernes. El arquitecto Mariano Garrigues Díaz-Cañabate, natural de Totana y residente en Madrid, firma y deposita la memoria de obra para la construcción del edificio del Banco Exterior de España en Murcia, llamado a ser uno de los más emblemáticos de la emergente Gran Vía Central, nombrada por la autoridad nacionalcatolicista Gran Vía de José Antonio, por el martirizado fundador de la Falange. Presente.

28 de octubre de 1959. Miércoles. Vísperas de 'Tosantos'; que es como, por aquí, se nombra la festividad de Todos los Santos. En la plaza de las Flores, la de Santa Catalina y la de San Pedro no cabe un tenderete más de flores. Envueltos en papel de periódico, se venden ramos decrisantemos principalmente, por ser la flor más accesible a todas las economías. Y, por rumbosa cortesía del florista, esparraguera para adornar las marmóreas cruces de las tumbas. Por la escalinata de San Pedro, se ofrece arrope y calabazate en ollicas de barro selladas con cal. Y la prensa a lo suyo, anunciando el acto venidero: «Mañana, jueves, será inaugurado el edificio del Banco Exterior de España». A Romero, el de 'la Covachuela', se le acaban los papeles. Sobre el dintel de su establecimiento en Platería, un mayúsculo lápiz anuncia lo que se expende. El nieto, Ismael Galiana Romero, periodista al alza, madura ya en la cabeza cómo contar con estilo la inauguración del edificio situado a apenas unos pasos del negocio del yayo.

«Nueve rectángulos verticales con vidrios embutidos entre dos cristales lisos, sin emplomar. ¡Lo nunca visto!»

29 de octubre de 1959. Jueves. Mercado semanal. Huele a recoba y'Tosantos', a gallina para caldo y a moco de pavo, la flor que más se parece a la enseña nacional, roja y gualda. A las seis y media en punto de la tarde, se inaugura el edificio del Banco Exterior de España. El obispo bendice con reluciente hisopo todo en derredor. Asiste el gobernador civil, Alfín y Delgado, y el alcalde, Gómez Jiménez de Cisneros, flanqueados por autoridades, altos cargos financieros, y demás figuras y figurones. Ferro, director general de la entidad convocante lanza un discurso que los presentes siguen con la vista puesta en el vino español que se impacienta en las bandejas de los camareros. Cierra el acto, un generoso refrigerio. Regalo del paladar vedado a los colones, los que no contamos con invitación.

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No importa. Sobre los papos hinchados, destaca, por su esencial entonación burdeos y floral composición geométrica, la vidriera de Carpe. Maravilla es que un artista de Espinardo haya realizado la fantasía en vidrio del edificio erigido sobre un antiguo solar de los marqueses de Espinardo. Qué casualidad.

En el lateral norte del edificio, calle Santa Catalina, la vidriera se resuelve en nueve rectángulos verticales con vidrios milimétricamente recortados y embutidos entre dos cristales lisos, sin emplomar. ¡Lo nunca visto! ¡Originalidad suma! Nueve cristaleras de seis metros de alto por uno de ancho cada una; total 54 m2. Arquitecto: Mariano Garrigues Díaz-Cañabate; arquitecto auxiliar: Eugenio Bañón; aparejador Manuel Rokiski; aparejador auxiliar: Antonio Saura. Vitralista: Antonio Hernández Carpe. Sirva de aviso.

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Abandono el lugar, ya de noche, y me alejo tratando de asimilar el impacto emocional de la vidriera de Carpe. Con la que voy a dormir, si logro pegar el ojo.

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