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ADRIÁN ASTORGANO
Tractores que van solos, una tablet para los cerdos: el campo de los abuelos en versión 5.0.

Tractores que van solos, una tablet para los cerdos: el campo de los abuelos en versión 5.0.

Así trabajan hoy agricultores y ganaderos, un sector que ejemplifica la 'armonía' entre tradición y tecnología

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Sábado, 15 de mayo 2021, 00:08

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Cuando cumplió los 12 a Marcos no le regalaron una bicicleta. Le montaron en un tractor de 100 caballos ¡Y él, encantado!. «Mi madre me cuenta que de pequeñito ya hacía la maniobra marcha atrás con un tractor de pedales. Y si miras las fotos de aquellos primeros años se me ve subido en la cosechadora». Marcos Garcés, 34 años, natural de Bañón (Teruel) es el mayor de tres hermanos y el continuador de la saga de agricultores que inició no sabe ni cuándo algún antepasado. «De niño me sentaba con mi abuelo en una fuente a ver a mi padre labrar. Si tardaba, el abuelo me decía: 'Ala, sube al tractor que nos vamos'. Luego nos echaban la bronca a los dos, a él porque ya era mayor y a mí porque era muy pequeño». Se sorprende un poco por la entrevista, ya que los profesionales del mundo agrícola no suelen ocupar muchos titulares (cuando lo hacen suelen ser malas noticias). Y eso que no son pocos: el sector emplea a 750.000 personas en España y las explotaciones agrarias suman el millón, según datos facilitados por la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG).

No sería de extrañar que dentro de unos pocos años fueran más. Será la pandemia o que todo es cíclico, pero estamos experimentando una suerte de regreso físico y emocional al campo. Todo el mundo ansía su pedacito de terreno. En el pueblo, en el jardín de casa o en la terraza pequeña pero soleada de un séptimo. Para plantar tomates y cebollas o flores y albahaca. ¡Si hasta se ven gallinas por la ciudad!

Hoy, 15 de mayo, se celebra San Isidro, patrón de los agricultores, así que es una buena ocasión para dar un titular a la gente del campo. Nos da varios Marcos. Él, que sabe si la tierra está para sembrar «solo con tocarla», que lleva más de dos décadas agachando el lomo –«con 12 años ya ayudaba el fin de semana a mi padre»–, que nació viendo criar cerdos y sembrar cereal –hoy es él quien los cría y tiene 270 hectáreas de cultivo– habla de un campo que no es el de su abuelo, ni siquiera el de su padre. Un campo 5.0. «Se ha pasado de labrar con bueyes, como hacía mi abuelo, al tractor. Pero a un tractor que va solo por el campo, que lleva aire acondicionado y calefacción y se detiene si te levantas, aunque si le pones una piedra en el asiento sigue la marcha. Un tractor que va conectado a la máquina que lleva detrás: la sembradora, la pulverizadora... y va recogiendo datos. Así que tienes la parcela metida en el ordenador y sabes qué trozo se encharca o cuál necesita más abono, por ejemplo», explica Garcés, que ocupa el cargo de coordinador de Juventudes Agrarias de COAG.

22 hectáreas es el tamaño medio de las explotaciones agrarias en España. La producción media de cada explotación son 42.000 euros anuales.

el tamaño

Pero este campo «del big data y el internet de las cosas» que hoy apenas reconocerían si regresasen esos agricultores que emigraron a las ciudades en los años 60 es el mismo que el de la azada y el rastrillo que conocieron. «El mundo de la agricultura es el mejor ejemplo de mezcla entre tradición y nuevas tecnologías», asegura Marcos. Con ayuda de la 'tablet' cría casi 30.000 cerdos al año –«nos los traen con 18 kilos y se los llevan cuatro meses después con 120 o 130»– y cultiva trigo, cebada, avena, espelta, trigo sarraceno... Dice que hace años tenían que exportar casi todo lo ecológico a Centroeuropa, pero hoy la demanda nacional ha aumentado muchísimo. «El trigo Florencia Aurora, por ejemplo, que es una variedad que tiene mucha fuerza y es bueno para panificación, apenas se vendía. Pero fue cogiendo auge poco a poco y hoy nos lo quitan de las manos. Y lo mismo pasa con los forrajes ecológicos para alimentar al ganado». ¿Cuestión de moda? No solo eso. «Hoy en día tenemos las necesidades básicas de alimentación cubiertas y vamos a una alimentación de calidad».

¿Echo más o menos abono?

Atiende Marcos a la entrevista tranquilamente desde casa, y aún así no descuida un segundo el trabajo. «Todo está informatizado y si la granja coge temperatura se activa el pulverizador para resfrescar el ambiente, las ventanas se abren y se cierran solas. Desde el sofá, con la 'tablet' puedo cambiarles la alimentación a los cerdos...». Y la misma tecnología o más tiene aplicada a sus cultivos. «El agricultor es un sensor de datos pero, como personas que somos, tenemos un sesgo. La tecnología permite analizar cada centímetro de suelo, de manera que podemos saber qué parcelas necesitan más fertilizante, por ejemplo, no como antes, que se echaba el estiércol a ojo. Y eso no es solo más económico, también más sostenible para el medio ambiente. El ordenador te indica el grado de humedad del grano del cereal, los kilos que se van recogiendo, las zonas de mayor producción y menos, de manera que sabes dónde echar más abono o donde no merece la pena porque la tierra es peor».

A todo esto que cuenta Marcos y ve él en su campo a diario asiste fascinando José Manuel Penella, 59 años, agricultor y ganadero en Monegros (Huesca). «Hace treinta años, cuando empezaba la campaña de riego teníamos que estar pendientes a pie de campo casi las veinticuatro horas del día. Hoy iniciamos el riego desde la aplicación móvil. Vas al bar del pueblo a tomar el café y, mientras tanto, sigues las incidencias: avería, zonas en las que no está saliendo el agua necesaria, puntos más encharcados de lo recomendable... El cambio ha sido brutal, menos tiempo y esfuerzo, además de un uso óptimo del agua y, por tanto, un ahorro de costes. Es más cómodo y rentable para el agricultor y más sostenible para el planeta». Comparte la opinión otro veterano, Alberto Duque, 63 años, productor de cereales y patata en Valladolid. «Antes preparábamos la tierra para la siembra de patatas rompiendo terrones casi a mano, pero ahora se hace con el tractor en automático. A esto se le llama 'fresar' y como es una labor lenta –se realiza a 0,5 km/h– puedes ir leyendo un libro o viendo una serie en móvil o la 'tablet' mientras el trabajo se hace solo».

Las máquinas ayudan a sembrar más rápido y mejor, sí, pero el factor humano sigue siendo decisivo, coinciden los profesionales del sector. «Tú puedes tener la última tecnología e ir a sembrar cuando la tierra está excesivamente húmeda, de manera que esa cosecha no saldrá bien. El buen agricultor sabe si el terreno está preparado solo con tocarlo, igual que el ganadero experimentado sabe cuándo un cerdo se va a poner malo». A propósito de esta sabiduría que ha ido transmitiéndose en las familias del campo, rescata Marcos una anécdota: «Un día iba a ir a sembrar avena al pueblo de mi abuela y en la aplicación del tiempo del teléfono móvil anunciaban lluvia. Ella se asomó a la ventana, miró al cielo y me dijo que fuera tranquilo, que no iba a llover. Y no llovió, no...».

Cortar la leña mirando la Luna

Él no es tan bueno como la abuela vaticinando el tiempo, pero también sigue haciendo algunas cosas como se hicieron siempre en su casa, en esos tiempos en los que no había 'tablets'. «La leña, por ejemplo, si es de hoja caduca la hacemos con luna en menguante, y en creciente si el árbol es de hoja perenne. No sabemos el porqué ciéntifico, pero hay mucho conocimiento que viene de la mera observación».

Lo que no está reñido con que se entregue con entusiasmo a los nuevos adelantos tecnológicos. «Hoy vas a pulverizar producto con una mochila a la espalda que tiene un diseño ergonómico y una boquilla que controla la cantidad de líquido que sale y el tipo de gota. Ahora existen sembradoras que se paran y no echan semilla si ya han pasado por ahí, o que llevan dos tipos de semilla y siembran una u otra variedad de maíz en función del tipo de suelo».

Eso es de uso más o menos corriente, pero a Marcos le encanta probar las «virguerías» que van saliendo. «Estamos probando un apero para agricultura ecológica para quitar las malas hierbas. Es un sistema de púas que va pasando por encima del cereal rascando pero sin dañarlo. Es una cosa muy sencilla pero muy novedoso y alguno me llama loco».

60 años de media,una cifra «engañosa»

La media de edad de los dueños de explotaciones agrarias es de 60 años, lo que indica un sector envejecido. No lo es. «La cifra es un poco engañosa. El 65% de la producción está en manos de 300.000 profesionales que tienen entre 45 y 50 años. Lo que sube la media de edad es que muchos mayores conservan aún un pequeño terreno de cultivo, pero el porcentaje de la producción total es insignificante», explican desde la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos.

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