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Sergio Mur, Belén Rueda y Luisa Martín, representando 'Salomé' en el Auditorio Parque Almansa de San Javier. Foto: Pepe H | Galería: Nacho García / AGM
Crítica

La gran Belén Rueda, una disparatada 'Salomé' y lo bien que vendrían unas copas

El texto y la dirección de Magüi Mira naufragan en un montaje en el que se agradece la presencia de Luisa Martín

Sábado, 26 de agosto 2023, 00:36

Claro está que el principal atractivo de esta 'Salomé' destinada al olvido, que se estrenó hacía días en el Teatro Romano de Mérida y que ... cerró, en la noche del jueves, con todo vendido, ambiente de fiesta y castillo de fuegos artificiales incluido, una notable 53 edición del Festival Internacional de Teatro, Música y Danza de San Javier, era ver en el escenario a Belén Rueda, máxime cuando lamentablemente se prodiga tan poco en ellos. Lógico: cuesta trabajo apartar la mirada de ella porque, observándola, todo se te pasa por la cabeza. Sigue siendo un misterio... Actriz que goza de popularidad y prestigio a partes iguales, Alicia en el país de las maravillas no se le parece absolutamente nada. Porque Belén Rueda, tras pelear y romper tópicos para demostrar su gran valía como actriz, conoce bien los sinsabores y el alto precio que se cobra el desamor, y arrastrar como una herida eternamente abierta la muerte de María, su hija fallecida antes de cumplir un año de vida. Es una actriz que tiene los pies en tierra y los ojos bien abiertos observando este mundo, hermoso y cruel, y cuya presencia encontramos en algunas de las películas del cine español que son ya historia, como 'Mar adentro' (2004) y 'El orfanato (2007).

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Pero resulta que en esta 'Salomé', escrita y dirigida por la también excelente actriz Magüi Mira, su interpretación, pese a que deja claras sus virtudes interpretativas y su poder para el encantamiento, no deja huella a causa de lo mal que está dirigida. No ha habido suerte este año con la propuesta de Magüi Mira, que se ha hecho un lío con su texto y con este montaje, que mejor sería verlo con unas copas –¡gratis!– y durante cuya representación ni siquiera extrañaría que apareciese Georgie Dann cantando 'La barbacoa'.

Ni pies ni cabeza, ni verdadero y emotivo dramatismo, ni tampoco algún puerto al que por fin llegar. Hay momentos de musical, a cargo de un solvente Pablo Puyol, fuera de lugar; y de revista, de opereta, de melodrama exagerado, incluso casi de falla a punto de arder, de chirigota, fanfarria, de no se sabe qué. El vestuario va por un lado, la música por otro; la excelente y, aquí en plan gamberro, Luisa Martín (madre de Salomé) va a su aire, a su bola, venga alegría, y el caso es que se agradece; y la llamada guardia real, formada por cuatro actores desaforados, no solo no aporta nada sino que, dada tanta ridiculez, a lo que se añade la vestimenta a modo de hiyab que lucen, incluso molesta por la infantilización de una realidad muy grave que golpea a millones de mujeres.

Así fue

  • Obra Salomé

  • Texto y dirección Magüi Mira

  • La representación Jueves 24 de agosto de 2023, Auditorio Parque Almansa de San Javier. Clasura del 53 Festival Internacional de Teatro, Música y Danza de San Javier

  • Calificación Floja

¿Y la escenografía? Una mesa de madera, eso sí, imponente y que cruza el escenario cubierta por un derroche barroco de alimentos de plástico, recuerda a la más sofisticada y ya utilizada hace años por la excelente firma NUMEN, habitual en montajes de Tomaz Pandur como el de 'La caída de los dioses', donde se utilizaba y cuyo reparto, precisamente, interpretaba Rueda. Aquí, esta mesa diseñada por Estudio deDos AAEE se suma también a la acumulación de confusiones.

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¿Una historia brutal?

Razón tiene Magüi Mira cuando dice, hablando de Salomé, que estamos ante una «historia brutal», pero tampoco lo parece tanto dada la atmósfera de frivolidad que lo envuelve todo en su montaje, con pretensiones poco consistentes de himno a favor de la igualdad sexual, por ejemplo. Bien, la princesa Salomé, a la que este montaje se empeña, sin éxito alguno porque las contradicciones se caen por su propio peso, convertir en una especie de heroína precursora del feminismo, hace cortar la cabeza a Juan el Bautista, precisamente un profeta que proclama la llegada de un tiempo nuevo, donde en vez de dilapidar a las adúlteras, y condenar a esas putas que en esta función son nombradas de modo persistente, se pone el foco en la falta de piedad y la doble moral de una sociedad en su conjunto bastante despistada. Y cruel.

Salomé, enloquecida de deseo por Juan el Bautista, que la rechaza, dice Mira que se convierte en «una mujer sangrante, expresión del poder sensual absoluto», Ah, vaya, es una forma de verlo, no sé lo que pensará el Bautista. Cierto que para pedir a su padrastro el rey que se cometa este crimen cuenta con el deseo en la misma dirección de su madre, la Reina Herodías, «una mujer usada y abusada por el poder. Una mujer con necesidad de libertad», apunta Mira de un personaje violento y absurdo, quien ya de paso convierte el baile de Salomé, el famoso de los siete velos con el que se garantiza la tan deseada cabeza del hombre íntegro que tuvo la mala fortuna de toparse con ella, de una explosiva Kim Basinger en una ya excesivamente copiada 'Nueve semanas y media'.

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El reparto, junto a Belén Rueda, Luisa Martín y Pablo Puyol, lo integran también Sergio Mur -dando vida con naturalidad y un despliegue de delicadeza y sensualidad a Sirio-, el veterano Juan Fernández, Antonio Sansano, Jorge Mayor, José Fernández y José de la Torre. En Mérida se incluyó un coro compuesto por diez figurantes.

Mucho más atinada estuvo Mira cuando llegó a San Javier en 2018, también para clausurar el Festival, con 'La amazonas', una versión libre también de su autoría de 'Pentesilea'. Interpreta por Silvia Abascal y por una estupenda Loles León, su dirección fue valiosa. Lo que resultaba evidente es que sus amazonas no eran ajenas a las contradicciones de todos los mortales, y si bien se habían llegado a amputar voluntariamente un pecho en su deseo de marcar nuevas formas de relación con el sexo masculino, lo que todavía no habían hecho es arrancarse de cuajo el corazón, siempre dispuesto a estrellarse.

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