El Miércoles Santo amaneció en Cartagena con una avalancha de turistas y de autobuses. Junto a los tres cruceros que amarraron en el muelle de Juan Sebastián Elcano y el de Santa Lucía, se unió una gran caravana de autobuses que convirtió el muelle de Alfonso XII casi en una estación intermodal. Terrazas llenas en las principales calles y mucho, mucho ajetreo en Santa María de Gracia. Junto a los procesionistas que cargaban al lomo sus túnicas por las calles, siguieron llegando mujeres y jóvenes con flores para los tronos, mientras, afuera, las cofradías hacían caja con escapularios, pulseras y demás avalorios cofrades.
Los propios observaban de cerca las esculturas listas para su salida en la noche -algunos de ellos incluso en compañía de sus mascotas- y los extranjeros mientras quedaban ensimismados frente al paso de los tercios de 'judíos', que desfilaban por el casco antiguo infundiendo alegría y marcialidad a la par. Especialmente espectación despertó el momento en el que se preparó la comida sobre el californio trono de la Santa Cena, espectáculo que precedió la representación del Lavatorio de Pilatos a la tarde, frente al Palacio Consistorial.
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