Me parecen envidiables la fluidez, el desparpajo y la depurada técnica con que nuestra consejera de Educación, Mabel Campuzano, ha pasado de las opiniones bochornosas ... a las leyes desastrosas y, de ahí, a las gestiones catastróficas. Para sorpresa de absolutamente nadie, el conflicto con las empresas de transporte escolar, que arrastrábamos antes de verano, ha estallado al comienzo del curso escolar dejando sin bus a nueve de cada diez alumnos, según la Federación. Entre ellos, niños y niñas de Educación Especial, con sus problemas añadidos. Pero es solo un episodio más de la serie, más inquietante que un thriller nórdico de esos de Netflix. Se está haciendo ya larga la temporada, a pesar de que Campuzano apenas lleva en el cargo cinco meses.
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Para escribir estas líneas he tenido que revisar los momentos más interesantes (es un decir) del culebrón y qué puedo decir, además de que esto no está pagado: nuestra consejera tomó posesión del cargo de tapadillo (de tapadillo la posesión, no el cargo, aunque también), un sábado de Semana Santa por la tarde, en un intento por parte del Ejecutivo de López Miras de contener la presión mediática contra su nuevo Gobierno. Ya se encargó ella a continuación de desbaratar estos movimientos para apartarla de las candilejas con la difusión de una carta en la que, con una redacción y ortografía cuando menos creativas, exponía su plan para revolucionar la educación regional. Y vuelta a medios nacionales: veto parental, cheque escolar y prioridad para la enseñanza concertada.
La constante en estos meses ha sido un juego continuo entre la Consejería y San Esteban para acaparar titulares y mitigarlos: si Campuzano aseguraba en una entrevista que no se pensaba vacunar, el Gobierno se la devolvía dejando en nada (afortunadamente) su proyecto más ultra, el del veto parental. Si se convocaba una reunión en la avenida de la Fama con familias negacionistas, a algún hombre del presidente le tocaba ponerse a mover hilos para mandar a los friquis a su casa. La señora consejera da trabajo a los Señores Lobo del PP regional (el último encarguito, el de poner a la Croem a mediar entre la Consejería y los transportistas), pero también aporta ventajas: se le puede desacreditar a discreción, sin mayor inconveniente, y es capaz de firmar las medidas más impopulares del plan de desmontaje de la educación pública de la Región.
Al final, el mayor avance tecnológico de la administración Miras es esta nueva figura, este tipo de no políticos: personajes desgajados de los partidos, sin influencia ni apoyo ni por supuesto proyecto, inmunes al descrédito público y con obsolescencia programada, fácilmente manipulables. A cambio de un –eso sí– excelente sueldo público (setenta mil euros largos por Consejería) se limitan a poner la cara, parar con ella la chanza popular o la humillación institucional y firmar abajo. ¿Pero firmar qué? Lo vamos viendo. A Campuzano le ha tocado gestionar (es un decir) el peor inicio de curso académico que se recuerda, el mayor recorte de personal docente de nuestra historia, la consiguiente subida de ratios, y anunciar cierres de líneas públicas al bajar el número de alumnado debido a la menguante natalidad. Sin tocar la concertada, claro.
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A diferencia de aquella Martínez-Cachá, de quien también se decía que había dado más conciertos que Miguel Ríos, a Campuzano todo esto se lo puedes cambiar de un día para otro, según convenga y sin remilgos. A Martínez-Cachá la movía el fundamentalismo de mercado y tal vez alguna medallita de la Federación de Escuelas Católicas, pero no se puede decir de ella que no tuviese una larga carrera política, un proyecto muy claro y un amor propio. Eso sí: entre ambas (sin olvidarnos de Sotoca, Pedro Antonio Sánchez, Sánchez-Mora y Esperanza Moreno) han conseguido que la educación pública murciana sea la única española que no ha revertido aún los recortes de 2012.
Números, números. Cuando hablamos de Educación, parece que solo hablamos de números, olvidando las personas que hay tras ellos. Procuro tenerlas en mente, cuando me siento ante mi cascado teclado a construir estos 'Espejismos'. Pero sin olvidar que también las personas hacemos números. Muchos. Y si eres padre, como el menda, o madre, muchos más. Y si te planteas serlo, aún más. Y que nadie crea que nos pasan desapercibidas todas estas vueltas de tuerca que poco a poco van haciendo cada vez más difícil criar, cada vez más un lujo, un bien de mercado para unos pocos. Probablemente la muestra de hipocresía más intragable de nuestros mandantes: ese recurso continuo a la nostalgia, a los valores de antes y a la familia tradicional mientras se van cargando la escuela pública, botarates y tránsfugas mediante, todos los días.
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