Ofendiositos

Espejismos ·

Ojalá decir burradas costara credibilidad, o puestos de salida en las listas, o bochorno

No os vais a acordar, pero para eso está San Google: Cartel Feria Murcia 2006. Un señor, con niño en brazos para más marianidad, te ... mira con la noria detrás, a modo de nimbo o aureola. No os vais a acordar, porque aquello era más soso que el arroz blanco. Y porque nadie fue tan tonto como para salir a quejarse. Y porque no había una catástrofe ecológica que tratar de ocultar con chorradas. Y porque el gobierno municipal estaba en manos pías, que el vil metal no mancillaba. Y porque la derecha aún no se había partido en dos, con la belicosidad doméstica que eso entraña, y la necesidad permanente de munición.

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Por todas estas razones, y puede que más, en Murcia hemos vuelto estos días, para nuestro bochorno, a portada de medios nacionales: el partido de las tres letritas exige retirar el cartel de la Feria de la capital y vetar a la humorista y escritora Raquel Sastre por su presencia en uno de ellos. No había pasado ni un mes desde que salieran con el mismo tole tole a cuenta de una imagen promocional de la artista Zahara, esta vez consiguiendo su retirada. ¡Cristianofobia! ¡Ofensa a los sentimientos religiosos! ¡Decadencia de Occidente! Como descubran el emoticono número 12 nos tumban WhatsApp.

Coincide este celo cristiano por parte de Vox con unas declaraciones de su faro y guía, Santiago Abascal, exigiendo que Europa no acoja a ningún refugiado afgano, que es probablemente una de las propuestas más anticristianas que uno puede oír. El eurodiputado verdoso Hermann Tertsch, que ha estado estos días mandando al carajo (sic) al Papa Bergoglio, tampoco ha hecho muchos catolipuntos recientemente. Lo normal para un partido que llama mafias a ONG católicas por ayudar a migrantes. O que reivindica desmantelar los servicios públicos y el sistema de pensiones. Su religiosidad –como su patriotismo– es solo un disfraz para ir liándola donde huelan rédito, abochornando por el camino a los creyentes, politizando y ensuciando la imagen de la Iglesia.

Con todo, yo me quería detener hoy en el clamoroso silencio, ante esta ofensiva declarada contra la libertad de expresión, de nuestros ejércitos de librepensadores y paladines de la incorrección política. Gente capaz de montar una campaña de apoyo a Izal o a Plácido Domingo por no sé qué linchamientos virtuales gira la cabeza 180º cuando tiene delante a un partido ultra con 52 diputados retirando carteles o vetando a humoristas. El 'pack' de superhéroe de la libertad viene con marcadas querencias, un poco como cuando brindamos por la paz en el mundo pero hay países –muchos países– que nos la repanflinflan. Lo peor del mundo, para ellos, son los ofendiditos. Pero que nadie toque –por Dios– a sus ofendiditos. Que se ofenden.

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A veces me gustaría que existiera en algún artículo de nuestro Código Penal el delito de ofensa a los sentimientos laicos, un poco como el 525, que es el que defiende los religiosos. Pero enseguida se me pasa. Probablemente uno de los sentimientos laicos más arraigados es que no nos gusta que nadie se vea procesado por tocarnos las narices. Algo así como lo que le ha pasado hace poco a Elisa M., condenada por la Audiencia Provincial de Málaga por sacar en procesión una imagen del Santo Chumino Rebelde, pero al revés. Que te llegue una citación por decir disparates antidemocráticos, anticientíficos, negacionistas o retrógrados. Mira, no. Pero déjame que fantasee un rato. La cara de la inefable Mabel Campuzano, la consejera ultránsfuga de Educación y Cultura, explicándole al juez por qué va contando por ahí que no se quiere vacunar. El señor Mendoza pagando una multa por lo del 'chis' y las fuerzas del mal. Arévalo alegando enajenación mental transitoria, etc.

Ojalá, sin embargo, esta ofensa continua a los sentimientos laicos no aportase votos. Ojalá decir burradas costara credibilidad, o puestos de salida en las listas, o bochorno. Que diera cosica, por lo menos. Lo que sea, vergüenza torera mismo, algo que disuadiese a nuestros políticos y mandantes de entrar en competiciones de salvajismo verbal por un puñado de electores. Que no hubiese venido estos días el señor Iván Espinosa de los Monteros y de Simón, a la sazón portavoz nacional de Vox, a pedir la ampliación de la agroindustria en torno al Mar Menor. Que no hubiese habido que soltar a continuación a Antonio Luengo a subir la apuesta por el nitrato. Que el señor Fulgencio Perona, director nada menos que de Medio Natural de nuestro Gobierno regional, se lo hubiese pensado dos veces antes de ofenderse tanto, pero tanto, con el cartel de la Feria del que hablábamos al principio, que considerase buena idea decir en Twitter que «por menos volaron la sede de una revista francesa» (sick). No, ofenderse con los ofendiositos no es el camino. Habrá que probar con votar otra cosa.

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