Tres meses han transcurrido desde el último episodio de la catástrofe medioambiental en el Mar Menor. El tema, para sorpresa de nadie, va abandonando las ... portadas de los informativos, primero los nacionales, pero también los de aquí. Ya hace un tiempo que desaparecieron los (es un decir) bañistas y, aunque las soluciones no llegan, poco a poco vamos mirando hacia otra parte. No me os despisteis. Minuto y resultado:
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Dimisiones. El marcador sigue a cero y no parece que vaya a haber jugadas de gol en este campo. Un desastre de proporciones bíblicas y responsabilidades ídem. Tal vez lo que pasa es que nos hemos flipado. Nos hemos montado en nuestra cabeza una película de esas de intrigas políticas en las que para proteger al 'elefante blanco' se deja caer a una 'cabeza de turco', o tal vez algo tipo 'El Gatopardo' en la que todo cambia para que todo siga igual. Nuestro Gobierno regional no tiene Filmin, o no ha sido informado, o cesar a un alto cargo es comunismo, o dimitir es un nombre ruso, o todas las anteriores son correctas.
Sanciones. Poco se sabe del ritmo al que avanza ese famoso cajón del consejero Luengo donde cientos de sanciones contra empresas contaminadoras esperan tramitación. Eso sí, los despidos de funcionarios de Medio Ambiente (19 de momento, nada menos que el 30% de la plantilla), van a todo trapo y tienen la Consejería en la carcasa.
Movilizaciones. Amplia ventaja en este marcador para la sociedad civil murciana, que sacó a la calle en octubre en la capital a 70.000 personas en una de las manifestaciones más multitudinarias que se recuerdan. Una constelación de grupos activistas que abarca desde los vecinos de los municipios ribereños –que ven su pequeño mar convertirse en Salton Sea– hasta los jóvenes de la acción por el clima. Coge cuerpo también la petición de declaración de Parque Regional, y sobre todo la extraordinaria campaña por la ILP, que con una extraordinaria capacidad de contagio nacional ha conseguido recoger la friolera de 639.826 firmas. Cuando oigo repetir alguno de esos estereotipos negativos sobre la gente de Murcia, que si fachas, que si paletos, que si mansos, mi cerebro me proyecta automáticamente esta increíble victoria nuestra, que demuestra que la sociedad de la Región está muy por encima de nuestros mandantes
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Movilizaciones de la agroindustria. Este marcador, ojo, sigue a cero. Frente a los ríos de tinta que han corrido con el tema, la silenciosa tranquilidad de las empresas contaminadoras –que son las mismas que en otras ocasiones, por un quítame allá esas pajas, han petado de tractores la Gran Vía y hasta amenazado con dejarlos allí– me parece uno de los aspectos más inquietantes de toda esta triste historia y, para mí, la prueba del nueve de lo que muchos sospechamos: que el Gobierno regional, que teme la victoria de los negacionistas de Vox en las próximas autonómicas, no está haciendo ni el huevo para frenar la contaminación en origen.
Acusaciones. En vivo contraste con (y tal vez a consecuencia de) el marcador anterior, el recuento de acusaciones crece como la espuma. Hay en San Esteban un afán performativo, una hiperactividad, una inflación de declaraciones autoexculpatorias. Salen los balones del área a una velocidad que ni Casillas en sus tiempos, aunque en el ansia por despejar a veces se crean titulares en la mejor tradición del surrealismo patrio. Acusaba hace poco López Miras al Ministerio de ocultarle la situación. «Nadie nos ha informado», decía, del estado del Mar Menor. Calabaza, yo te llevo en el corazón.
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Soluciones chanantes. Pero no solo se trata de acusar. También hay que hacer ver que se hacen cosas (–¿Qué cosas? –¡No sé, pero rápido!). Las recopilaba hace poco el activista Ginés Mirón en su -imprescindible- cuenta de Twitter: montones de anuncios a bombo y platillo que al final quedan en el olvido, desde la 'araña finlandesa' aquella hasta la expropiación de un terreno –El Carmolí– que ya estaba protegido, pasando por las jaulas de bivalvos, los biorreactores o los barcos de limpieza de microalgas. Sin olvidarnos de las 'soluciones' estrella: el dragado de las golas o la construcción de una zanja perimetral para recoger la mierda y echarla al Mayor. Chaladuras de ciencia ficción que sin embargo cumplen su función, que probablemente consiste en distraer –portada tras portada– de la solución real, si bien dolorosa: reducir la contaminación en origen.
¿Salta la sorpresa en Balaídos? ¿Algo ha cambiado? Más allá de los golpes de pecho, las fotos en bermudas y el 'activismo' de foto de perfil, ¿estamos en otra, entendemos de otra manera nuestra relación con el medio, nos proponemos evolucionar? En tres meses os lo vuelvo a preguntar. El minuto y resultado de hoy muy prometedor no es, os lo digo como lo siento. Todavía tengo las retinas pintadas de azul tras el vertido del otro día –pintura para el carril bici que acabó, como todo, en el Mar Menor–. De momento, sin novedad en Las Gaunas.
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