Cabeza, corazón y coraje
ARTÍCULOS DE OCASIÓN ·
Carlos Alcaraz se ha convertido en la imagen nueva de la Región de Murcia, joven y vigorosa, gracias a su condición moral y éticaCarlos Alcaraz será número uno del tenis mundial muy pronto. Ahora mismo es el lucero del alba que ilumina a la Humanidad en esta larga ... noche de tinieblas, alumbrándonos con sus valores humanos más que deportivos. La realidad es esta. Una pandemia llamada coronavirus que se ha llevado para siempre a gentes que estaban tranquilamente en sus casas, fueron andando al hospital y al día siguiente desaparecieron sin más; un cruel genocidio promovido por el criminal Putin y sus corruptos y acaudalados generales y oligarcas rusos, martirizando a Ucrania sin misericordia; la ruina económica que ya está llegando con múltiples secuelas que nos marcarán para siempre. Nos pasamos todo el día conectados a internet, pero al mismo tiempo estamos más solitarios que nunca. Basta con salir a la calle para descubrir nuestra soledad individual, mezclados unos con otros, convertidos en una multitud errante sin que nada ni nadie irradie una titilante y leve luz de ilusión y esperanza. Y mientras estaban acaeciendo estos tenebrosos sucesos en un mundo luciferino, llegó el milagro. Aquí está en carne mortal este muchacho de dieciocho años llamado Carlos Alcaraz, el nuevo y arrasador héroe que paseará por el mundo los nombres de El Palmar, Murcia y España, mostrándonos una serie de virtudes personales que parecían fenecidas y afloran grandísimos valores humanos al amparo de la trilogía que le marcó su abuelo: «Cabeza, corazón y cojones».
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Toda la vida me la he pasado coleccionando frases, versos y pensamientos sublimes. «Ya somos el olvido que seremos», de Borges; «No hay mayor dolor que rememorar el tiempo feliz en la desdicha», dijo Francesca a Dante en el Canto Quinto de 'La Divina Comedia'; «No son las perlas, sino el hilo el que forma el collar», de Flaubert, que inspiró mi libro 'Los hilos de la memoria'. En esto llegó el abuelo de Carlos Alcaraz y acuñó la mejor frase de toda mi colección: «Cabeza, corazón y cojones».
Nuestro héroe confiesa que esa trilogía predicada por su abuelo se ha convertido en la norma de su vida y es el secreto que alimenta tanto triunfo. Este lema lo hago mío también, lo aplaudo fervorosamente y si de mí dependiera, ya figuraría dentro de una orla al pie de los escudos autonómico y capitalino, meciéndose sobre sus blasones. El corazón lo teníamos incorporado porque ya nos donó Alfonso X el Sabio el suyo, pero nos faltaban la cabeza y los cojones de Carlos Alcaraz.
Esa trilogía predicada por su abuelo se ha convertido en la norma de vida del tenista murciano
Sin embargo, ya han aparecido las primeras críticas con la baba de esa jauría humana que es internet por haber utilizado la malsonante palabra cojones. Voy a cortar este asunto de raíz acallando a tantos hipócritas que rasgan sus puritanas vestiduras. Los cojones que exalta el abuelo Alcaraz solo significan que su nieto debe ser valiente con arrestos suficientes para afrontar las situaciones difíciles. Esto es, debe tener coraje. Que Carlitos tenga coraje y firmeza para afrontar todo lo bueno y lo malo tratando a esos dos impostores como tales, según nos recomendó Rudyard Kipling en sus versos. Nada tienen que ver con la rancia concepción hispánica de «aquí mandan mis cojones», ni con la testosterona, ni con la terquedad, ni el macho alfa, ni la grosería. Esos son otros cojones malsonantes que están en las antípodas de los valores en que cree, practica o postula Carlos Alcaraz.
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Y aquí viene el consejo de su otro abuelo murciano, que soy yo. Si todo es como digo, fuera los cojones. Llamémoslo coraje y olvidemos la palabra malsonante. La frase quedará así: «Cabeza, corazón y coraje». Esto es lo que a mi juicio quiso decir su abuelo consanguíneo. Aunque también es verdad que la frase queda más debilitada perdiendo el efecto de bomba de mascletá. De abuelo a abuelo. Tomemos el atajo. Muerto el perro, se acabó la rabia. Que se joda internet.
Carlos Alcaraz no se cansa de repetir: «Aunque fuera número uno del mundo seguiría siendo el mismo chico humilde que soy». Y ese es su modelo de vida que antepone a su propia condición de deportista triunfador y es justamente lo que nos está fascinando. Su conducta personal está muy por encima de su mentalidad ganadora, drives, reveses, dejadas, restos y smash. Cuando pasen unos años llegarán días difíciles en forma de Grand Slam, perdidos o ganados, y las lesiones corporales y desengaños. Cuando esos días sean llegados, estará montado en su cuadriga, y precedido de una multitudinaria procesión cívica, partirá desde la Porta Triumphalis hacia la Via Sacra y el Foro, hasta llegar al Templo de Júpiter. Detrás de él, deberá acompañarle siempre un esclavo sosteniendo sobre su cabeza una corona de laurel y le irá susurrando al oído: «Memento mori, Memento mori» (recuerda que morirás).
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Es verdad que el pasado nunca acaba de pasar, como dijo William Faulkner. Conocí a un locutor de radio que hace sesenta y cinco años vivió hazañas parecidas a las de Carlitos. Aproximadamente, ambos tenían la misma edad. Aquellos días solo pensaba en ayudar y lograr la máxima solidaridad de toda España para Valencia, y de ese modo, además, consiguió el reconocimiento y gratitud del pueblo valenciano hacia esta tierra nuestra, que aún hoy día perdura.
Alcaraz no solo intenta ganar triunfos personales; está culminando una vocación, superándose cada día con resultados imposibles; alcanzando metas que ennoblecen a la condición humana. Y otra meta más importante que le voy a descubrir ahora. Carlos Alcaraz se ha convertido en la imagen nueva de una Región de Murcia, joven y vigorosa, gracias a su condición moral y ética, triunfos y esfuerzos de cada día. Murcia es él. Todo eso nos está dando el joven murciano de El Palmar del que ya habla medio mundo. No cambies, Carlos. Ni te dejes manipular por los cantos de sirena que están al llegar. Y de vez en cuando, saca a pasear contigo a la bandera de España. Ella y tú. Y gracias por haber resucitado a esta tierra, que olía a muerto.
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