La brasa del 15-M

ESPEJISMOS ·

Es un género periodístico en sí mismo: gente gafapasta y nostálgica desgranando las maravillas de aquella primavera

Domingo, 16 de mayo 2021, 08:17

Ayer se cumplieron diez años del 15-M. No, si ya, diréis. Cómo abrir un periódico o un digital o una red social esta semana ... sin toparse con el artículo conmemorativo número diecinueve millones chopocientos mil ochenta y tres. Ah, la brasa del 15-M. Es un género periodístico en sí mismo: gente gafapasta y nostálgica como el que suscribe desgranando una vez más las maravillas de aquella primavera, tal vez añadiendo que en las plazas eran más jóvenes, y que ligaron, y que en la comisión de, no sé, comunicación, por ejemplo, coincidieron con [inserte político conocido actual de Unidas Podemos] y blablablá noches infinitas blablablá esperanza cívica blablablá el triste rumbo que tomó aquel movimiento blablablá [deja de leer].

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Las conmemoraciones son a la Historia lo que las pirámides a los faraones: una variedad algo aparatosa de certificado de defunción, un espacio un poco demasiado solemne en el que presentar respetos a lo perdido, donde no es imaginable otro tono que el elegíaco ni otra conclusión que el sic transit gloria mundi. Pero los géneros, como decía González Iglesias, tienen sus límites. La Novena de Beethoven no puede haber sonado en el funeral de Chiquito (un abrazo inmaterial desde aquí, maestro). Qué difíciles, qué aparatosas, qué falsas son los epigramas sobre el 15-M, esa explosión de esperanza y de júbilo en las plazas donde si algo no cabía era la nostalgia. Qué raro es ver la luz desde el retrovisor.

Las plazas, efectivamente, se fueron vaciando, pero la locomotora activista pasó a la PAH, a las Marchas de la Dignidad, a las distintas Mareas contra los recortes y la corrupción y, claro, al partido morado. El discurso seguía intacto y abriendo los informativos. La crisis de legitimidad de las instituciones españolas, que las encuestas del CIS recogen puntualmente y que desde finales de la década de los '00 constituye uno de los fenómenos sociológicos más acusados y significativos de nuestra historia democrática, estaba encontrando un relato. Causas, culpables, beneficiarios y soluciones. Un discurso tejido a pie de plaza que saltaba por encima de los fosos comunicativos del bipartidismo y lo cambiaba todo. La fe en los cambios. La sensación de formar parte de esos cambios. Se dice pronto. Pero ay omá. Algunas cosas definitivamente no se pueden conmemorar.

Claro que nuestra sociedad ha cambiado en estos diez años, y ni que decir tiene que esos discurso/acción del 15-M no disfrutan ya de la hegemonía que tuvieron. Vivimos una ola de reacción ultraconservadora alimentada por todo tipo de pasiones tristes, desde la homofobia hasta el machismo pasando por la conspiranoia, la aporofobia o el nacionalismo. Los grandes grupos mediáticos del país ya hace tiempo que sacaron de sus escaletas los marcos quincemayistas, abrazando mayoritariamente discursos conservadores (la política como lucha entre técnicos de iluminación, llama a esto el gran Enric Juliana). Formaciones políticas como las que componen Unidas Podemos se encuentran con dos problemas: el primero, que a diferencia del 15-M, que era una abstracción anónima, son partidos con líderes a los que se puede atacar, con divisiones internas que se pueden alimentar, con contradicciones que se pueden explotar. El segundo, que el acceso al poder obliga a confrontar los ideales con la realpolitik, renunciar a la enmienda a la totalidad para enfrascarse en infinitas parcialidades, negociar con el enemigo.

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En estos diez años el 15-M ha provocado cambios estructurales que ya damos por hecho o que nuestra melancolía olvida desde diagnósticos derrotistas, pero más que de lo conseguido a mí me gustaría hablar hoy de lo por conseguir. De lo pendiente. De la sombra de la corrupción sobre nuestras instituciones, que todavía se está juzgando hoy en el macrojuicio a la 'Gürtel'. De que Javier Arenas y Pío García-Escudero, que recordaréis de los 'papeles de Bárcenas', siguen hoy ocupando altos cargos del Partido Popular. De que la gran banca sigue ganando, despidiendo, desahuciando, cerrando oficinas en la España vaciada y negándose a devolver un céntimo de su rescate. De que el derecho a la vivienda sigue siendo inaccesible con la escalada de los alquileres, a beneficio en muchos casos de fondos buitre transnacionales. De que la juventud sigue sin futuro ni trabajo ni piso y de que nuestra democracia sigue sin ser real. Sí, ya sé que dejaron en un momento dado de ser asuntos centrales del debate público, pero ojo. Si alguien –un articulista gafapasta por ejemplo– empieza a darte la brasa con el 15-M, no la cojas, que aún quema. Y si la gente sopla, un 15 de mayo o un 30 de agosto o un 29 de febrero –eso da igual–, podría arder.

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