Amenaza de ruina

LA RAMPA ·

Cuando la salud se asemeja a un edificio apuntalado cuyos moradores no pueden controlar su derrumbe

Viernes, 17 de febrero 2023, 00:11

Cuando las varias plepas que anidan en su cuerpo circulan en el pelotón de la carrera, en expectativa paciente del esprint final, poco a poco ... se amoldan a los rigores de la calzada y del clima, los aguanta y sigue dando pedales. Mal que bien, casi por inercia, pero sigue en ruta diciéndose aquello de que 'mientras rula, no es chamba'.

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Mas cuando alguna de esas plepas derrapa, el director del equipo vacila, se pregunta si será esta plepa la que arrastre a las demás dolencias. Duda. Sabe que habrá un final de carrera, pero desconoce cuándo, dónde y cómo tendrá lugar el forzoso desenlace porque nadie ha escrito el epílogo del libro de su vida.

Surge un muy breve repaso de los octogenarios años y, sin quererlo, se va fijando en todo lo que ahora vive. Mira el paisaje urbano por el que rutinaria y descuidadamente ha transitado tantos años. Esta vez detiene la vista en aquel edificio que habitó durante un tiempo... Le sobrevienen imágenes familiares. El recuerdo las renace. No solo revive hechos y palabras, también reaparecen olores, sonidos y sensaciones de las fotografías visuales que capturó con todo lujo de detalles durante aquellos días en los que los humanos olvidamos la finitud. Porque la juventud, las preocupaciones y ocupaciones –también la ausencia de molestias físicas– rechazan aproximar el pensamiento a preguntarse con qué fuerzas y en qué condiciones llegará el final de la carrera.

Sí, sí, había leído y se había concienciado de que se debe asumir la pérdida de capacidades como algo natural, como parte del proceso de vivir. Pero una cosa es la teoría y otra, la práctica. Como aquella canción de la que te sabes la música, pero aún no has aprendido la letra. Por otro lado, ¿quién le aseguraba que los demás nunca verían su merma de fuerzas, su senectud, como algo incapacitante y negativo? No soportaba la idea de convertirse en una carga para sus allegados.

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Sumida su mente en este pedaleo cuesta abajo, al poco notó y comprobó que el pelotón ya había absorbido a la plepa que derrapó. Todo en orden. Mejor dicho, en desorden controlado. Fue entonces cuando regresó al inicio del trayecto, donde los carteles de sabios escritores advertían de que la vida es un breve bien o una aventura bioquímica. A él le valían ambas conclusiones, siempre que contengan una chispica de espíritu, de alma.

Abrazos.

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