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Construcción de motas en Las Salinas de San Pedrodel Pinatar. SALVADOR HERNÁNDEZ

Una fábrica de biodiversidad a cielo abierto

Un proyecto que implica a la empresa privada, las administraciones, los naturalistas y la universidad mejora los hábitats de Las Salinas de San Pedro y cuida, a la vez, la buena salud de su explotación económica

GINÉS S.FORTE

Martes, 7 de abril 2020, 21:53

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Grandes excavadoras y camiones se mueven asiduamente en el interior del Parque de Las Salinas y Arenales de San Pedro del Pinatar. Su función es recomponer los diques de arena y tierra (no son lo mismo) que separan los estanques salineros. «Muchos visitantes del parque creen que esta maquinaria está causando un daño a la flora y la fauna, y llaman preocupados al Ayuntamiento o al centro de visitantes», explica el profesor del departamento de Geografía de la Universidad de Murcia, Gustavo Ballesteros. En realidad, cumplen un cometido que «desde hace cientos de años» contribuye a mantener la biodiversidad en este espacio de medio millar de hectáreas. «Si existe un modelo de desarrollo sostenible son las explotaciones salineras de este tipo», sentencia Ballesteros, que es el coordinador del proyecto europeo Life Salinas. La información oficial de la iniciativa recoge que su objetivo es «la conservación de especies de fauna y hábitats prioritarios» en este entorno y «la puesta en valor de los servicios ecosistémicos con el aumento de la producción y mejora de la calidad de la sal». Para conseguirlo, dispone de cuatro años de trabajos (arrancó en septiembre de 2018 y finaliza en 2022) y una dotación de casi 1,8 millones de euros (un millón lo pone la Unión Europea). La desecación de agua marina para extraer la sal (aquí se obtienen entre 80.000 y 100.000 toneladas al año) precisa del concurso de distintos charcos y canales, donde, de paso, se genera «una variedad increíble de ambientes con diferentes grados de salinidad, en los que viven adaptados una diversidad de especies de flora y fauna».

«Es flipante que un sitio tan pequeño tenga tres especies con una tendencia decreciente en todo el mundo y que aquí gozan de buena salud», ejemplifica el experto. Se trata de la pagaza piconegra ('Gelochelidon nilotica'), que con las en torno a 250 parejas que nidifican aquí alcanza alrededor del 1% o el 2% de la población europea; el carrancito común ('Sternula albifrons'), con 200 parejas (entre el 5% y el 6% de la población española) y el chorlitejo patinegro ('Charadrius alexandrinus'), con unas 70 u 80 parejas, lo que equivale al 1% o 2% de la población nidificante de España. Pero entre todas las aves que revolotean por la zona destaca la gaviota de Audouin ('Larus audouinii'), una especie que «estuvo muy en peligro en la década de los años 60 y 70», cuando su población mundial apenas llegaba al millar de parejas, y que ahora suma 22.000 parejas nidificantes, localizadas sobre todo en la cuenca del Mediterráneo. De ellas, 19.000 se encuentran en España y 450 en estas salinas. «Es decir, el 2% de la población reproductora mundial de gaviota de Audouin» está aquí.

El ornitólogo ciezano Ángel Guardiola ha estudiado la presencia de especies que se alimentan en Las Salinas de San Pedro y «al parecer van a dormir al Cabezo Gordo», a poco más de diez kilómetros al oeste del parque regional. Algunas de ellas se encuentran en peligro de extinción, como el murciélago ratonero patudo ('Myotis capaccinii'), o catalogadas como 'vulnerables', como el murciélago de cueva ('Miniopterus schreibersii'), el murciélago ratonero grande ('Myotis myotis'), el murciélago de herradura ('Rhinolophus') y el murciélago grande de herradura ('Rhinolophus ferrumequinum').

Las Salinas cuentan con 19 de los 50 hábitats de interés comunitario de la Región

En cuanto a la variedad vegetal, Ballesteros explica que en este parque hay 19 hábitats de interés comunitario de los 50 presentes en toda la región. Aquí se encuentra, por ejemplo, «el único bosquete de sabina de las dunas» ('Juniperus turbinata') de la Comunidad Autónoma, y «se desarrollan más de 200 especies de flora vascular». Entre ellas destacan, por su grado de amenaza o por ser endémicos, la siempreviva ('Sempervivum'), la tamarilla del Mar Menor ('tamarilla del Mar Menor') y la esparraguera del Mar Menor ('Asparagus macrorrhizus'), entre otros.

El notable patrimonio natural de la zona evidencian «la necesidad de conservación de la biodiversidad y de mantener la buena salud de la explotación salinera», que, explica Ballesteros, «están estrechamente relacionadas y no se pueden separar». La salud medioambiental de este entorno precisa de dragados de charcos y canales para recuperar el calado que se va perdiendo por el depósito en el fondo de otras sales (no alimentarias) que lleva el mar y la arena que arrastra el viento. También son necesarios los arreglos de los diques (más conocidos como motas) que separan unos estanques salineros de otros, y que el paso del tiempo y los temporales deterioran. «Hay que arreglarlos con urgencia, porque una rotura de una mota puede poner en contacto agua de dos charcos con una salinidad muy diferente y romper de la noche a la mañana el circuito salinero», precisa Ballesteros. Cuando tienen lugar esas brechas, se producen «enormes pérdidas en la producción de sal», y también en el mantenimiento de una biodiversidad que «está adaptada desde hace siglos a esta dinámica tan compleja de intervención humana para mantener las salinas en funcionamiento».

Francisco Belmonte, otro geógrafo de la UMU implicado en el proyecto, explica que los investigadores de su disciplina extraen, «del estudio de los procesos relacionados con la erosión costera y la degradación dunar, los datos necesarios para las acciones de restauración» del hábitat. Además, apunta, «nos encargamos de otros aspectos, como la evaluación de los impactos medioambientales generados por los visitantes y turistas en el conjunto del parque, o el estudio de los servicios ecosistémicos que el parque puede proporcionar».

La salud medioambiental de estas salinas pasa más por atar en corto el comportamiento de esos visitantes que en muchas ocasiones se alarman de la presencia de maquinaria en su interior, que el de las llamativas excavadoras y camiones que se mueven aquí cumpliendo una ancestral labor económica que, de paso, beneficia al ecosistema. De ahí que entre las actuaciones del proyecto Life Salinas figura la instalación de un vallado, para impedir la entrada de personas, junto a las dunas de la playa de La Llana.

También se han «apilado arribazones en el primer frente de duna para su protección, de tal manera que durante los temporales las olas choquen en ellos y no contra la duna», explica el coordinador del proyecto. En síntesis, la iniciativa contempla sobre todo la construcción de nuevas motas salineras, con las que mejorar la producción de sal a la vez que se favorece la nidificación de especies, y la conservación de las dunas de la playa de La Llana, con actuaciones como las expuestas.

Además se han retirado de la playa «gran parte de las especies exóticas invasoras que perjudican a las especies vegetales autóctonas», y se han plantado más de 12.500 ejemplares autóctonos, propios de las dunas, a los que se prevé añadir otros 6.000. En los dos años y medio que aún restan para completar el proyecto, está pendiente «abordar la recuperación de la Charca de Coterillo», para recuperar su biodiversidad y eliminar especies exóticas invasoras. Y también, «entre otras cosas, estamos haciendo actividades de educación, difusión y voluntariado, y formación para el personal de Salinera Española. Más adelante está previsto llevar esta última actuación a agentes de la autoridad y técnicos de las administraciones», añade Ballesteros.

Esta biodiversidad está adaptada desde hace siglos a una compleja dinámica de intervención humana

La singular simbiosis entre la actividad económica y el conservacionismo medioambiental que se da en estas salinas no siempre reciben eco desde la Administración. Ballesteros cita las conversaciones que desde hace muchos años viene manteniendo con el director técnico de Salinera Española (la empresa que explota esta sal), Julio Fernández Ramos, acerca de, entre otros temas, «los problemas que surgen en las tareas diarias de mantenimiento de las salinas con las rigideces de las leyes actuales». A su juicio, «no recogen en su auténtica dimensión esta compleja y necesaria intervención humana».

Aves en el entorno de Las Salinas de San Pedro del Pinatar. Francisco Ramos

Al mismo tiempo, en cambio, «hemos tenido muchísima suerte con los directores-conservadores del parque de la Dirección General de Medio Natural de la Comunidad Autónoma que han pasado por este parque regional, reconoce el coordinador de la iniciativa, oficialmente denominada proyecto 'Life Salinas. Conservación de los hábitats y aves acuáticas en el LIC y ZEPA ES0000175 Salinas y Arenales de San Pedro del Pinatar (LIFE17 NAT/ES/000184)'.

Ballesteros coincide con Fernández Ramos en «la preocupación por el deterioro de las playas de La Llana, que han retrocedido en algunos puntos más de cien metros». Esta ribera, que es la que separa las salinas del mar Mediterráneo, sufrió a finales de enero el embate de un temporal en el que «las olas del mar llegaron a los montones de sal», recuerda el geógrafo. «Es algo muy alarmante y que representa un peligro real para la viabilidad de la explotación salinera». Belmonte coincide en que el paso de la borrasca 'Gloria', como fue bautizado ese agresivo evento meteorológico, «provocó una enorme erosión en las dunas de la playa de La Llana». El experto cree que «el incremento en la frecuencia e intensidad de los temporales intensificará los procesos de erosión de unas playas debilitadas», como estas, y cambiarán «por completo» su fisonomía. En el futuro, augura, «se necesitarán aportes artificiales de arena si queremos seguir tomando el sol tumbado en ellas».

De momento, recuerda Ballesteros, «no hay presupuesto [suficiente] en la Administración como para sustituir el trabajo e inversión que anualmente necesitan las salinas para su mantenimiento». Su actual conservación, abunda, no sería posible «si no hay detrás un montón de puestos de trabajo (Salinera Española da empleo directo en las salinas a más de 50 trabajadores) y una previsión de rentabilidad económica».

Además de la implicación directa en el proyecto Life Salinas de la propia Salinera Española, Ballesteros relata que «la receptibilidad por parte de todas las administraciones que se han volcado en el proyecto fue espectacular». Y cita a la Demarcación de Costas del Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico, que sin embargo no figura como socio de la iniciativa, «por problemas administrativos»; a la Dirección General del Medio Natural de la Comunidad Autónoma y al Ayuntamiento de San Pedro del Pinatar, «que casi los vemos más entusiasmados y volcados que nosotros mismos». Además, destaca, «por supuesto, ANSE, la ONG más importante de conservación de la naturaleza que tenemos en la Región de Murcia, y también la Universidad de Murcia, como referente en investigación sobre flora y fauna de las salinas». La UMU se encarga de evaluar, a través de un proyecto específico dotado de casi 300.000 euros, «los efectos sobre la biodiversidad de las acciones de conservación y el alcance en la recuperación de las dunas de La Llana», y de estudiar el impacto socioeconómico del proyecto». A todas estas entidades, añade Ballesteros, «se unió en el último momento Mãe D'água, una consultora ambiental de Portugal, que prepara el diseño de calidad en la producción de sal para que las salinas sean lo más sostenibles posibles».

Las Salinas de San Pedro del Pinatar, concluye Gustavo Ballesteros, «son un excelente referente y un ejemplo de cómo se pueden poner de acuerdo todas las entidades, empresa, administraciones, ONG y universidad, para abordar los problemas de conservación de la naturaleza y hacerla compatible con los usos tradicionales del territorio. O sea: desarrollo sostenible en el mayor sentido de la palabra».

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