REGIÓN MURCIA

Sigue la búsqueda del submarinista en la Cueva del Agua

Desaparece un submarinista en una peligrosa cueva submarina de Cartagena, 14 años después de que fallecieran dos expertos de la Guardia Civil

RICARDO FERNÁNDEZ ANTONIO LÓPEZ

Viernes, 2 de abril 2010, 13:47

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La Cueva del Agua es la versión moderna de la Cueva del Minotauro. Un laberinto plagado de trampas al que resulta sencillo acceder, pero del que es muy complicado salir. Al menos, con vida. Ayer, la gruta volvió a otorgar una nueva prueba de su extrema peligrosidad, al atrapar entre sus fauces a un submarinista deportivo. Aunque oficialmente se le da por desaparecido, y pese a que los responsables de los distintos organismos implicados en las labores de rescate se resisten a pronunciar la fatal palabra, sí admiten que «sólo un milagro» podría permitir que fuera rescatado con vida.

La evidencia más palpable de que penetrar en la Cueva del Agua puede convertirse en una aventura sin retorno se materializó el 29 de marzo de 1996 (hace exactamente catorce años y tres días), cuando dos especialistas de la Guardia Civil no lograron alcanzar la boca de la cavidad a la que se habían metido con motivo de un curso de perfeccionamiento.

Cinco agentes, entre ellos el teniente Antonio Naranjo y el guardia Antonio Sánchez, perteneciente al Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS), recorrieron durante largos minutos el laberinto submarino, constituido por pasadizos, túneles, columnas e innumerables recodos inundados por aguas termales y dulces, que se extiende desde casi la orilla del mar hacia las entrañas de la tierra, a lo largo de más de mil metros.

Los expertos en submarinismo de la Guardia Civil siguieron un rato el cable-guía a través de unas aguas límpidas y diáfanas como el alma de un diamante. Luego continuaron más allá de la cuerda que, como un cordón umbilical, les enlazaba con la vida.

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Cuando el oxígeno empezó a mermar en sus botellas y consideraron llegado el momento de regresar se vieron envueltos en una escena de auténtica pesadilla. El agua, hasta ese instante transparente, se había tornado en cuestión de segundos en una especie de lodazal donde la visibilidad era prácticamente nula. Era como bucear en un vaso de leche con colacao.

Tres de los agentes lograron encontrar el cabo que les indicaba la salida, pero sus otros dos compañeros no lo lograron. A medida que transcurrían los minutos y los dos guardias civiles no daban señales de vida, las esperanzas de un desenlace feliz comenzaron a ensombrecerse, como la propia cueva. Cayó la noche en medio de un impresionante despliegue de efectivos, que de nada sirvieron. La primera operación de búsqueda -improvisada y tremendamente arriesgada- se suspendió sin resultados. Y aunque en las primera horas, incluso en los primeros días, se mantuvo una leve luz de esperanza ante la posibilidad de que hubieran podido encontrar una burbuja de aire entre el agua y el techo de la cueva, el paso de las jornadas acabó por extinguirla definitivamente.

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Treinta y cinco días tardaron los mejores especialistas de España en hallar los cadáveres. El del teniente Naranjo fue localizado a 195 metros de la entrada; el de su compañero, Antonio Sánchez, estaba bastante más cerca, pero en una galería paralela, en un recodo en el que resultaba difícil reparar.

Las vallas duraron poco

Las dos muertes, que se sumaban a la de un submarinista francés que veinte años antes había entrado en la cueva para nunca más salir, hicieron que la boca de la gruta se llenara de carteles de advertencia. La Administración incluso colocó una valla, cuyas cadenas no tardaron en ser reventadas por los aficionados a poner en riesgo sus vidas.

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El poder de seducción de esta cueva mortal es tal que, según afirman los vecinos de la zona, cada fin de semana hay excursiones de buceadores que sólo buscan superar el reto de recorrer sus galerías y salir de ellas para poder contarlo.

Ayer, hacia mediodía, tres hombres -un vecino de la pedanía murciana de Zeneta, un cartagenero y un malagueño- penetraron en la guarida por su lado derecho, el más sencillo, y trataron de abandonarla por el izquierdo, el más peligroso. Cuando el agua comenzó a enturbiarse, el temor y la tensión se apoderaron de los submarinistas, que comenzaron a arrastrarse por una galería, gateando sobre un suelo cubierto de residuos. Algo que contribuyó a enturbiar el agua más rápidamente incluso.

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El chico de Zeneta, Antonio Pedro Martínez Ardiz, de 41 años, casado, empleado del establecimiento de buceo 'Casco Antiguo' de Murcia, no logró hallar la salida. Pasada la una y media de la tarde, superado de sobra el tiempo límite de inmersión que permiten las botellas, sus desesperados compañeros alertaron al 112.

Cuando los especialistas de los GEAS llegaron al lugar rememoraron, sin duda, los trágicos días de búsqueda de sus dos compañeros, catorce años atrás. Dos agentes se equiparon rápidamente y se lanzaron al agua, pero no tardaron en comprobar que les era imposible leer incluso los relojes de sus muñecas. Tuvieron que regresar y la búsqueda se dio por suspendida.

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Será esta mañana, una vez que el fango se haya aposentado, cuando expertos en espeleobuceo del GEAS, desplazados anoche desde Madrid, inicien una nueva operación de búsqueda. Si se produce un milagro, hallarán al submarinista refugiado en una zona de aire y lo guiarán hasta la salida. Si no hay milagro..., la Cueva del Agua habrá vuelto a cobrarse el más terrible tributo con quien intentó desafiarla.

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