Tras la pista de la primera llama
Los incendios forestales han aumentado un 145% en lo que va de año; así investigan para conocer sus causas los guardias civiles que protegen la naturaleza
Buscar el lugar donde saltó la primera chispa que hizo arder todo el monte. Hallar los indicios necesarios para saber qué causó el desastre medioambiental. Si se descubre que la mano del hombre está detrás del fuego, rastrear hasta dar con el autor y averiguar el grado de responsabilidad: accidente, negligencia o incendio intencionado. Finalmente, aportar pruebas contundentes para lograr que cumpla la mayor pena posible. Esta es de manera sucinta la línea de actuación de los investigadores del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil, que se encargan de investigar las causas de los incendios forestales.
Y en lo que va de año no han parado de trabajar. A falta de un mes y medio para el inicio del verano, a fecha 1 de mayo, se han producido 49 incendios que han abrasado 33,4 hectáreas de superficie forestal. Representa un 145% más de fuegos y cinco veces más de superficie quemada que en el mismo periodo del año pasado, cuando hubo 20 siniestros que calcinaron 5,83 hectáreas de terreno, de acuerdo con los datos proporcionados por la Unidad de Defensa contra Incendios Forestales (Udif), dependiente de la Consejería de Medio Ambiente.
ALGUNOS DATOS
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20 incendios se declararon en los primeros cuatro meses de 202,2 con 5 hectáreas quemadas.
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49 fuegos han asediado ya los montes de la Región hasta el 1 de mayo de este año.
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33 hectáreas de superficie han quedado calcinadas desde el inicio de 2023.
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31 incendios, de los 89 que hubo en todo el año pasado, fueron intencionados.
El escenario este año no puede ser más temible. La sequía que padece todo el país, que golpea con mayor intensidad a la Región de Murcia, y el aumento atroz de las temperaturas, con días de calor extremo en primavera y máximas que llegan a los 40 grados, han preparado un terreno propicio para que los incendios forestales amenacen con convertirse en un fenómeno habitual en los próximos meses, prolonguen su presencia y arrasen con parte de los montes de la Comunidad.
Y lo peor es que las llamas ya han comenzado a asediar las sierras de la Región. El último ocurrió el fin de semana pasado en la sierra de Burete, en Cehegín. Hasta quince focos crearon un engendro de fuego de una dimensión de 1.000 metros cuadrados que arrasaron casi dos hectáreas de monte bajo. Los primeros indicios apuntan a que el fuego fue intencionado y los agentes trabajan para poder detener a los responsables de esta tragedia medioambiental.
Para aclarar las circunstancias que rodean a un incendio, en colaboración con otros organismos, como los equipos de bomberos, la Policía Local, los técnicos forestales y otros expertos, la Guardia Civil utiliza diversas técnicas y herramientas de investigación, tales como la inspección ocular del lugar del incendio, la toma de muestras, el análisis de restos y la recopilación de testimonios y pruebas.
En contradirección al fuego
La reconstrucción se realiza en la dirección contraria al avance de las llamas y son investigaciones meticulosas, similares a las que efectúan en un homicidio, aunque en este caso es la propia naturaleza quien les habla.
Las heridas que deja a su paso el fuego en rocas, piedras, árboles y vegetación son fundamentales a la hora de saber el origen del fuego y con qué virulencia se extendió. «El fuego siempre se comporta igual. Va dejando unas evidencias y las vamos siguiendo. Si al observar una piedra vemos que una cara está de color negro y la otra parte aparece con su color original, sabemos que el incendio viene desde la parte en la que la ennegreció, es la parte de exposición y la otra la de protección. En ese punto, colocamos una señal, un banderín rojo, que indica una evidencia clara, que no alberga duda alguna de la dirección que tomó el fuego. Y proseguimos a la inversa del camino que hizo, porque nos dirigimos al punto de inicio», señala el sargento primero y responsable de la Oficina Técnica del Seprona en Murcia, José Antonio Fernández.
En muchos casos, la investigación de los incendios forestales es compleja y puede llevar tiempo. Sin embargo, resulta fundamental para determinar las causas del incendio y, en última instancia, prevenir futuros incendios forestales y proteger el medio ambiente.
Sin tiempo que perder
«El tiempo que transcurre es la verdad que huye». Este es un dicho que se repiten los agentes del Seprona en su trabajo diario. «Cuanto más tiempo pasa, más evidencias se pierden», aclara el guardia civil. Por ese motivo, la rapidez del despliegue de efectivos es crucial. Una de las primeras labores que realizan al llegar a la zona es recopilar las declaraciones de testigos para saber dónde fue el primer sitio en el que se avistó el humo. Su color puede revelar muchas pistas: si es grisáceo indica el inicio de un fuego; un tono marrón señala que el incendio se ha extendido por el monte, y el color negro, la presencia de petróleo o plásticos.
Una vez que se encuentran en el área donde prendió el primer arbusto, buscan el punto exacto en el que se originó la llama. ¿Qué pasa en ese punto? «Que el fuego alcanza poca temperatura y conforme avanza y la lengua va cogiendo más grados, lo deshace todo», explica el experto.
Con el punto de inicio localizado, se baliza el área para no contaminar la escena. Estamos en el momento de la recuperación de indicios y se busca de forma meticulosa algo que haya podido provocar el incendio. «Si ha sido por una colilla, por ejemplo, esta no habría ardido por la poca temperatura inicial. Podría estar en el lugar y tendríamos el ADN de la persona que la tiró», indica el responsable del Seprona.
En la investigación es fundamental averiguar si el fuego se produjo por causas naturales (la caída de un rayo); fue intencionado (arrojando algún artefacto incendiario) o si comenzó por una acción negligente (arrojar una colilla o una barbacoa). En este contexto de alerta máxima de incendios se hace aún más imprescindible la persecución de los pirómanos e incendiarios. «El primero siente un cierto disfrute al provocar el fuego por alguna enfermedad psicológica, mientras que el segundo recibe un beneficio económico con el incendio forestal o por rencillas entre vecinos o venganzas».
Entre las causas que provocaron los 89 incendios que hubo en 2022, que calcinaron un total de 723 hectáreas de monte, 31 de ellos fueron intencionados y 27 se iniciaron por negligencias o accidentes. No obstante, estos últimos arrasaron con 62 hectáreas de monte, mientras que la superficie quemada por un propósito no llegó a 13 hectáreas de masa forestal, según los datos de la Udif.
«Hubo un tiempo en que se pegaba fuego al monte para poder construir sobre terreno quemado al pasar la catalogación de rústico a urbanizable. Pero el Código Penal añadió un artículo que establece que el juez tiene potestad para impedir que se pueda cambiar el uso del suelo durante 30 años», expone el responsable del Seprona. También hubo casos en los que se incendió la sierra para vender la madera. «Ahora el juez también puede prohibir su venta para que no se le pueda sacar provecho alguno».
Llama la atención que hubo diez incendios por la caída de rayos, pero fueron mucho más devastadores que todos los anteriores juntos, ya que quemaron seis veces más superficie de masa forestal (627 hectáreas) que el resto de fuegos provocados por otras causas.
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