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José Ángel Carrillo trabaja en un violín en su taller de Coy. ANDRÉS RIBÓN / AGM

José Ángel Carrillo, el joven de Lorca que fabrica violines en sus ratos libres

Construidos bajo demanda, el lutier trabaja junto a los músicos para adaptar el instrumento a sus manos y preferencias

FRANCISCO SÁNCHEZ

Lunes, 15 de agosto 2022, 14:38

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En una pequeña habitación de la casa de sus padres, ubicada en la pedanía lorquina de Coy, José Ángel Carrillo trabaja en el violín que está fabricando. Esta mañana, antes de ponerse a ello, ha recorrido los pueblos vecinos recolectando madera útil, procedente de árboles secos y ramas quebradas, que el terreno ofrece de manera natural. Con esta convertida en listones, el joven lutier, de 27 años, usa una herramienta que el mismo ha diseñado y perfecciona su técnica.

Carrillo lleva tres años fabricando violines y violas. Lo hace en sus ratos libres y cuando las condiciones climatológicas le impiden ejercer las labores agrícolas que comprenden su oficio principal. «Me encantaría poder dedicarme algún día completamente a la lutería, es un trabajo muy tranquilo y relajante, que te ayuda a conectar contigo mismo», explica en una entrevista concedida a LA VERDAD. En este tiempo, ha trabajado en muchos instrumentos en su proceso de aprendizaje y mejora, y ha vendido seis violines y una viola fabricados bajo demanda. Para estos utilizó madera profesional especializada, generalmente de abeto y de arce, que suele darle buenos resultados.

Dedica más de 200 horas de trabajo artesanal a construir instrumentos que vende por entre 600 y 1.500 euros

En su oficio, trabajar conjuntamente con el músico que ha requerido sus servicios es clave. «Hay que tener en cuenta la complexión física del violinista, sus manos, sus preferencias a la hora de tocar o el sonido que espera conseguir», detalla, antes de añadir que se trabaja con un amplio abanico de posibilidades. «Hay violines pensados para cuadrillas o música irlandesa, que tienen un sonido más rudo, mientras que los destinados a música clásica son más dulces. Dentro de esa gama, tienes tres siglos de maestros que han ido desarrollando moldes y medidas para lograr diferentes sonidos», comenta el artesano.

En cada uno de los instrumentos que ha vendido, el lutier ha dedicado más de 200 horas de trabajo artesanal, por lo que, no siendo este su negocio principal, solo puede construir al año «tres o cuatro como mucho». Aquellos fabricados con madera especializada (lo que supone un coste extra para el artesano) son vendidos a un precio que oscila entre los 1.200 y 1.500 euros. Sin embargo, este precio puede reducirse a la mitad si utiliza la madera recuperada de la naturaleza.

Aunque le encantaría dedicarse íntegramente a este arte, admite que «es difícil entrar en el negocio, porque hay generaciones de familias en ello (en la mía nadie se dedica a nada de esto), y muchos conservatorios recurren a los mismos fabricantes de por vida». Además, recuerda que el artesano «tiene que competir en precio» con empresas que tienen industrializada la producción. Lo comenta, con más esperanza que resignación, rodeado de cientos de herramientas que ha pagado, en su mayoría, con el dinero conseguido tocando en bares y calles, si bien sus padres y hermano lo han ayudado económicamente.

Carrillo se ha pagado buena parte de sus herramientas tocando en bares y calles

«Construirse a uno mismo»

Carrillo aprendió el oficio de la mano del maestro Antonio Palomares en su taller de Alhama de Murcia. Durante dos años, el joven se desplazó hasta allí desde Coy los fines de semana, para participar en uno de los cursos que Palomares organizó. A su mentor, que compartió sus conocimientos a un precio «asequible», agradece «su humildad, paciencia y esfuerzo».

Antes había estudiado Magisterio Musical en Granada, aunque su experiencia no fue del todo gratificante: «En la universidad, por desgracia, no te enseñan lo que es la esencia de la música, ni te ayudan a desarrollarte personalmente. Te dan teoría, pero lo demás tienes que buscártelo tú mismo».

Multiinstrumentista

José Ángel, que toca la guitarra, el acordeón, el diyeridú, la bandurria, el laúd y «un poco» la flauta travesera, asegura haber aprendido todo lo que sabe de forma autodidacta y gracias a otros músicos. «El conservatorio lo he pisado poco», reconoce. Su primera experiencia en la música, animado por su tío, fue el folclore y, actualmente, es miembro de las cuadrillas de Zarzadilla de Totana y los Auroros de Lorca.

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José Ángel Carrillo, el joven de Lorca que fabrica violines en sus ratos libres