Blanca Soro: la jurista que danza con la naturaleza
Perfil ·
La primera mujer que integra el Consejo Jurídico de la Región aún conserva «como oro en paño» el libro que más le impactó de niña: 'Un mundo que agoniza', de Miguel DelibesA ella siempre le gustó bailar. Tanto le gustaba, y tan bien lo hacía, que hasta los 15 años proyectaba sobre la danza clásica una ... futura carrera profesional cuajada de flores y aplausos. Además, de la mano de una eminencia en la materia como su profesora en el Conservatorio Superior de Música y Escuela de Arte Dramático de Murcia, Margarita Muñoz Zielinski. Pero, por aquel entonces, ya había caído en las manos y en la joven conciencia de Blanca Soro (Murcia, 1974) 'Un mundo que agoniza', el libro publicado por Miguel Delibes un año antes de que viniera al mundo quien se acaba de convertir en la primera mujer que forma parte del Consejo Jurídico de la Región de Murcia en sus 25 años de historia.
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El libro del genial escritor vallisoletano, que Soro aún conserva «como oro en paño», defiende que «todo cuanto sea conservar el medio es progresar; todo lo que signifique alterarlo esencialmente, es retroceder». Esas ideas fueron, precisamente, las piedras de toque para que Blanca Soro enfocara su vida profesional hacia la defensa del medio ambiente a través del Derecho, la docencia y la investigación. Sus otras grandes pasiones, junto a la naturaleza.
A las seis de la mañana ya está en pie para llegar a todo, incluidas clases de pilates para «desconectar»
Profesora de Derecho Administrativo de la Universidad de Murcia (UMU) y madre de dos hijas que «forman parte destacada de mi currículum», a Soro le gusta tanto un paseo por la montaña como un buen concierto en La Yesería –el último, sin ir más lejos, el de Miguel Motas–. Porque, a pesar de las «múltiples tareas laborales» que afronta a diario esta jurista especializada en derecho ambiental –directora del Departamento de Derecho Administrativo de la UMU y gestora de programas internacionales, entre otros cometidos–, Dios ayuda a quien madruga. Y Blanca Soro madruga mucho para poder llegar a todo. «A las seis de la mañana ya estoy en pie», admite. Aunque no se machaca en el gimnasio ni se considera una gran deportista, sí que logra sacar tiempo para ir a pilates, lo que le ayuda a «desconectar» de sus múltiples ocupaciones profesionales. También suele salir a caminar a menudo por el paseo del Malecón, donde coincide con el catedrático de Derecho Civil y exrector de la UMU, José Antonio Cobacho. «Es una mujer muy cualificada, muy trabajadora. Una jurista brillante, valiosa e implicada. Un buen fichaje para el Consejo Jurídico», valora.
Elevarse con Rajmáninov
Su nombramiento en el Consejo supone «abrir una puerta importante» para el acceso de las mujeres a este y otros organismos, pero también más madera para su frenético ritmo laboral, que la profesora suele amortiguar con la música del compositor ruso Serguéi Rajmáninov, su opción predilecta cuando se trata de evadirse con la música clásica que tanto le gusta. «Lo escuchaba para estudiar, también cuando hice la tesis, y lo sigo escuchando para trabajar. Me eleva».
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«Siempre de M-Clan», se declara una «apasionada» de la música francesa de los años 60 y 70
Aunque no solo de música clásica se nutren los tímpanos de Blanca Soro. «Siempre de M-Clan», el primer concierto que recuerda en su vida fue de Hombres G –grupo que ahora solo escucha «en alguna fiesta»–, y por aquella época de adolescente le hacían tilín La Frontera y cantantes «que nos ponían nuestros padres en el coche», como Joan Manuel Serrat. «Soy una apasionada de la música francesa de aquellos años», añade. Un amor que también heredó de su padre, abogado, que es la misma profesión que también ejerce el hermano de Blanca. Una casa de leyes, aunque a ella no le sedujo nunca seguir los pasos de sus familiares en los tribunales. Esta exalumna de Jesús María es más de sus clases y sus investigaciones. Y de viajar. Recuerda con nostalgia Costa Rica y Sicilia, y tiene en el punto de mira la India y Nueva York.
Aunque el viaje que le llevó a su pasión por el derecho ambiental lo inició de la mano de Delibes y las excursiones que organizaban en el colegio a la Cresta del Gallo y al Valle Perdido. Después, cuando empezó a quedarse «de piedra» con desastres ecológicos como el de la bahía de Portmán, los petroleros 'Erika' y 'Prestige', «hasta llegar al Mar Menor. Que, ahora mismo, es lo que más me duele».
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